Recordando "El gran carnaval"
por Antonio Gil
Los dias previos al Miércoles de Ceniza se conocen históricamente como Carnaval o Carnestolendas. Es un tiempo de relajación antes de entrar en los rigores de la austeridad curesmal. La etimología de la palabra nos lleva a su historia. A comienzos de la Edad Media, a la palabra "carnaval" se la hacía proceder del latín vulgar "carne-levare", que significa "abandonar la carne", lo cual es obligatorio los viernes de cuaresma. Posteriormente surgió otra etimología, la que actualmente se maneja en el ámbito popular, de la palabra italiana "carnevale", que significaba la época durante la que se podía comer.
Pero a finales del siglo XX se comenzó a sospechar el origen pagano del nombre. Estaría conectado con el dios "Karna", o con el dios "Baal" (carna-baal), celebrando una fiesta en la que todo vale. Actualmente, los carnavales mantienen su aire popular y abarcan jornadas de concursos con premios para chirigotas y comparsas, en un alarde de ofrecer sus letras populares, siempre satíricas a más no poder.
Acaso, por el aire de la fiesta, nos viene a la memoria aquella película de los años 50, "El gran carnaval", de Billy Wilder, en la que un gran Kirk Douglas protagonizaba el papel de un sabueso periodista, Charles Tatum, despedido de un gran diario neoyorkino, con un buen puñado de fracasos a sus espaldas, pero dispuesto a explotar a quien hiciera falta para conseguir triunfar. De pronto, se topa con "una historia de interés humano". Se trata de Leo Minosa (Richard Benedict, un hombre que, debido a un derrumbe, queda atrapado en una mina en la que buscaba sepulcros indios. Tatum es el único que se atreve a penetrar en el interior de la cueva para llevar comida a Leo, le anima, le da valor y le hace una fotografía, que será el primer paso de un gigantesco "gran carnaval".
Un ejército de técnicos tratan de salvar a aquel hombre, atrapado en las entrañas de la tierra, apuntalando las paredes, de una forma sencilla, que duraría solamente unas horas. Pero el periodista convence al sheriff, que ambiciona el favor popular para su reelección, para que ponga en práctica otro plan que consistía en perforar la montaña desde arriba, lo que supondría una semana de trabajo. El "carnaval" lo forman los miles de visitantes, turistas y curiosos que, en coches, carromatos y trenes llegan al lugar con el fin de seguir los acontecimientos. Decenas de feriantes, atracciones y puestos de comida, convirtiendo la zona en un negocio. A costa de aquel hombre atrapado en la mina, la gente se divierte y el periodista "prolonga" la noticia dramática con un fatal desenlace.
La película, a pesar de los años, mantiene una palpitante actualidad. Porque es cierto: en aras de intereses materiales, y hasta bastardos, se sigue sacrificando a miles de seres humanos, en un "gran carnaval" de diversión, encargándose la historia de que termine en dolorosa tragedia para todos.
Pero a finales del siglo XX se comenzó a sospechar el origen pagano del nombre. Estaría conectado con el dios "Karna", o con el dios "Baal" (carna-baal), celebrando una fiesta en la que todo vale. Actualmente, los carnavales mantienen su aire popular y abarcan jornadas de concursos con premios para chirigotas y comparsas, en un alarde de ofrecer sus letras populares, siempre satíricas a más no poder.
Acaso, por el aire de la fiesta, nos viene a la memoria aquella película de los años 50, "El gran carnaval", de Billy Wilder, en la que un gran Kirk Douglas protagonizaba el papel de un sabueso periodista, Charles Tatum, despedido de un gran diario neoyorkino, con un buen puñado de fracasos a sus espaldas, pero dispuesto a explotar a quien hiciera falta para conseguir triunfar. De pronto, se topa con "una historia de interés humano". Se trata de Leo Minosa (Richard Benedict, un hombre que, debido a un derrumbe, queda atrapado en una mina en la que buscaba sepulcros indios. Tatum es el único que se atreve a penetrar en el interior de la cueva para llevar comida a Leo, le anima, le da valor y le hace una fotografía, que será el primer paso de un gigantesco "gran carnaval".
Un ejército de técnicos tratan de salvar a aquel hombre, atrapado en las entrañas de la tierra, apuntalando las paredes, de una forma sencilla, que duraría solamente unas horas. Pero el periodista convence al sheriff, que ambiciona el favor popular para su reelección, para que ponga en práctica otro plan que consistía en perforar la montaña desde arriba, lo que supondría una semana de trabajo. El "carnaval" lo forman los miles de visitantes, turistas y curiosos que, en coches, carromatos y trenes llegan al lugar con el fin de seguir los acontecimientos. Decenas de feriantes, atracciones y puestos de comida, convirtiendo la zona en un negocio. A costa de aquel hombre atrapado en la mina, la gente se divierte y el periodista "prolonga" la noticia dramática con un fatal desenlace.
La película, a pesar de los años, mantiene una palpitante actualidad. Porque es cierto: en aras de intereses materiales, y hasta bastardos, se sigue sacrificando a miles de seres humanos, en un "gran carnaval" de diversión, encargándose la historia de que termine en dolorosa tragedia para todos.
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