«Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos» Lc 3, 4
REFLEXIÓN DOMINGO II DE ADVIENTO
«Voz del que grita en el desierto:
Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos;
los valles serán rellenados,
los montes y colinas serán rebajados;
lo torcido será enderezado,
lo escabroso será camino llano.
Y toda carne verá la salvación de Dios»
Lc 3 4-6
Queridos hermanos:
Estamos en el II domingo de Adviento ¿qué nos dice el Señor? ¿a qué nos invita esta palabra en este nuevo año que ha comenzado? La primera palabra es del Profeta Baruc y dice: “Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción que llevas, y vístete las galas perpetuas de la gloria que Dios te concede. Envuélvete en el manto de la justicia de Dios, y ponte en la cabeza la diadema de la gloria del Eterno”. Estos eran signos de los primeros cristianos. La túnica blanca era signo de la resurrección y la diadema significaba que eran reyes. Hermanos, por el bautismo cada uno de nosotros es sacerdote, profeta y rey. Dios te dará un nombre para siempre: «Paz en la justicia» y «Gloria en la piedad». Dios se acuerda de cada uno de nosotros y nos llama por nuestro nombre, Él se hace presente en medio de estos tiempos de angustia que vivimos. Y continúa diciendo: “Dios ha mandado rebajarse a todos los montes elevados y a todas las colinas encumbradas; ha mandado rellenarse a los barrancos hasta hacer que el suelo se nivele, para que Israel camine seguro, guiado por la gloria de Dios”. El Señor tiene poder para bajar nuestra soberbia, nuestro orgullo; allana el camino para que nosotros, su Iglesia, podamos caminar confiados en Él, “porque Dios guiará a Israel con alegría, a la luz de su gloria, con su justicia y su misericordia”. Dios nos invita, hermanos, a despojarnos de nuestro hombre viejo y a revestirnos de la resurrección de Jesucristo, del esplendor de las fiestas que es la Eucaristía.
Respondemos con el Salmo 125: “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares”. Esto es lo que brota de nosotros cuando contemplamos lo que Dios ha hecho en nuestra vida. “Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con ellos»”. Los gentiles son los paganos e incluso ellos proclamaban la grandeza del Señor. Hermanos, ánimo, levantad la cabeza que el Señor está en medio de nuestra debilidad, Él está por encima de todos nuestros pecados. “Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares, porque al ir se van llorando llevando las semillas, más al volver se vienen cantando trayendo sus gavillas”. El Señor hoy nos va a dar el fruto, la cosecha, que es la conversión, es decir que va a expulsar de nosotros el mal que tenemos en el corazón.
En la segunda palabra tomada de la Carta a los Filipenses nos dice San Pablo: “Siempre que rezo por vosotros, lo hago con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del Evangelio, desde el primer día hasta hoy”. Nuestra esperanza, hermanos, está en Jesucristo. Él comenzó la obra y Él la llevará a término.
El Evangelio de San Lucas nos presenta una certeza. Dice que “vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto”. ¿Cuál es la misión que tiene Juan el Bautista? Profetizar, es decir, decir la verdad a la gente. Dice que Juan recorría todo el Jordán predicando el bautismo de conversión para el perdón de los pecados ¿por qué hacía esto? para preparar el camino para que el Mesías fuera recibido por el pueblo, por eso dice: “Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”. Esta Palabra pronunciada por el profeta es lo que allana nuestro orgullo, nuestra soberbia, nuestra ira, el consumismo en el que estamos inmersos y nos llena de nosotros mismos, de nuestros egoísmos. Y termina diciendo el Señor: “y todos verán la salvación de Dios”. Ojalá que veamos la salvación de Dios en este Tiempo de Adviento. Que este tiempo de espera nos ayude a contemplar en los cielos al que ha llegado para salvarnos”.
+ Con mi bendición a todas vuestras familias.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao