Cuando habla la Sangre
por Sólo Dios basta
Hay momentos en que las palabras sobran. Una mirada lo dice todo. Emoción, agradecimiento, un no sé qué que deja balbuciendo que diría san Juan de la Cruz y todo lo que el corazón humano puede experimentar cuando sucede algo que remueve las entrañas por dentro. Es lo que sucede en el atrio de la iglesia de San Andrés de Calahorra cuando tengo la dicha de portar una caja con una reliquia del Beato Ramón de la Virgen del Carmen. Salgo de un salón cercano cuando suenan las campanas. Llego cuando empieza a salir la gente. La primera no podía ser otra, es María Jesús, una sobrina carnal de este beato carmelita descalzo. Hace mucho que no nos vemos, más de un año, y lo que ni ella ni el que escribe estas líneas esperábamos era volver a encontrarnos en Calahorra; menos aún en una ceremonia de este subido calibre. Nos miramos y alegramos mientras dejamos que el tío José para ella y el beato Ramón para mí nos una una vez más, pero ahora de un modo único, ¡con su misma presencia real en una reliquia!
¡Cuántas veces hemos hablado de él cuando estaba en el convento de Calahorra! ¡Cuántas oraciones elevadas al cielo cada uno por su cuenta y a veces unidos en el Santuario del Carmen de Calahorra! ¡Cuántas gracias dadas a Dios por la ayuda que de él recibimos! Y ahora, para consumar ese sentido cariño a este calagurritano martirizado el 31 de julio de 1936 en Toledo, llega una reliquia suya a la iglesia donde es bautizado hace justo 125 años. La parroquia quiere recordar esta efeméride a la vez que rendirle culto; y qué mejor manera que pidiendo una reliquia para que quede su presencia para siempre en el templo donde es hecho hijo de Dios por las aguas del bautismo.
Salen todos unidos al párroco. Unos cuantos monaguillos me recuerdan al pequeño José cuando, con esa misma edad, ayudaba en esta iglesia antes de ingresar en el seminario menor de los carmelitas descalzos en Medina del Campo al cumplir los 13 años. Entramos a la iglesia; allí, en un altar preparado para esta ceremonia en el trascoro, dejo la reliquia. El párroco, Javier, lee “la auténtica”, es decir, el documento oficial de la Casa General del Carmelo Descalzo que certifica que la reliquia es auténtica. Se inciensa y a continuación comienza la procesión hasta el altar mayor donde celebramos la misa en su honor. La reliquia queda muy cerca del altar entre velas encendidas y flores que son puestas por algunos de los niños presentes.
Me sigo emocionando, celebro la eucaristía en esta iglesia que tanto he visitado durante mi estancia en Calahorra y ahora, gracias a la invitación del párroco, puedo presidir la misa de la llegada de la reliquia de un hermano mío de hábito y al mismo tiempo tío carnal de María Jesús.
El tío José, ese es su nombre de pila, está de nuevo presente en su parroquia. Vuelve para quedarse en la iglesia donde es bautizado e interceder por todos los que aquí acuden a celebrar su fe. Pero no hay que olvidar que es mártir y vive también un bautismo de sangre unido a otros 15 carmelitas descalzos del convento de Toledo. Se unen los dos bautismos, el del agua y el de la sangre. Y todo encaja. Hace 125 años el bautismo de agua y hace 85 años el de sangre. Por ahí va la homilía en este día que me llena el corazón de gozo y júbilo al poder hablar del beato Ramón ante él mismo y unido a sus descendientes y vecinos. ¡Eso es la fe! ¡No hay muerte! ¡Hay vida eterna! ¡Estamos llamados a vivir para siempre en la eternidad! ¡El beato Ramón nos muestra que el camino para vivir eternamente pasa por la cruz! Para unos de modo cruento, como su caso, derramando su sangre, para otros incruento, aceptando todo y ofreciendo todo a Dios por puro amor.
Todo vibra por dentro mientras preparo el altar. Los monaguillos van trayendo al altar todo y luego el incensario. Una vez incensadas las ofrendas y el altar voy hasta la arqueta donde ha quedado la reliquia. Con sumo respeto incienso ese trocito de hueso que un día fue bañado con agua y ungido con aceite en su exterior. Aumenta el gozo espiritual y la unión con él.
Llega la consagración y todo se desborda. ¡Cristo se hace presente en su Cuerpo y en su Sangre! En esos sagrados momentos donde el cielo se abre para recibir al Rey de los mártires presto la voz y las manos a Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote para que vuelva a hacerse presente. Algo estalla por dentro de mí cuando tomo el cáliz de la Sangre de la nueva y eterna alianza que tantas veces elevaría sobre el altar el beato Ramón. ¡La Sangre de Cristo! ¡Es Sangre real! ¡La que da vida a Cristo en este mundo y la que queda derramada sobre la Cruz aquella tarde en el Monte Calvario! ¡Otra sangre es derramada siglos después en Toledo! ¡Es la sangre de los mártires carmelitas descalzos y de multitud mártires que entregan su vida como Cristo! ¡Dan su sangre! ¡Mueren para vivir en la eternidad! ¡La sangre corre por las calles de Toledo como corre por el Monte Calvario! ¡Esa Sangre del Calvario queda recogida en el cáliz que ahora tengo en mis manos! ¡Esa sangre que derrama el tío José es la misma que corre por las venas de María Jesús y su familia!
Entonces vuelvo al inicio de la ceremonia con el corazón. Todo empieza con una mirada, sigue con la entrada en la iglesia y termina con la celebración de la eucaristía. Todo se une en un instante donde rebosa el amor del Corazón de Cristo para mostrar la grandeza de lo que se vive en Calahorra la tarde del 18 de septiembre de 2021 cuando habla la Sangre.