Jueves, 21 de noviembre de 2024

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Reflexionando sobre el Evangelio. (Lc 2, 22-40)

Ver a Cristo nos llena de sentido

por La divina proporción

Simeón vió a Cristo y no necesitó más. Oró a Dios indicándole que tras recibir el don, todo lo demás era secundarios. A veces me pregunto si esto es así para nosotros los cristianos. Muchas veces parece que nos interesa todo lo secundario y despreciamos contemplar a Cristo.

Bienaventurados tus ojos, tanto los del alma como los del cuerpo. Estos en verdad, recibiendo al Señor de una manera visible; aquéllos no sólo considerando lo que han visto, sino reconociendo al Verbo del Señor en su carne iluminados por la luz del Espíritu, porque el Salvador que habéis visto es el mismo Jesús, cuyo nombre significa salvación. (San Gregorio Niceno. Catena Aurea Lc 2, 29-32)

Pensemos el inmenso don que se nos ofrece en al Eucaristía. Cristo se ofrece para que lo llevemos dentro de nosotros por medio de su carne y su sangre. ¿No debería este don ser suficiente para nosotros? ¿Por qué no aceptamos la paz que trae la contemplación del Hijo de Dios? ¿Tanto nos cuesta dejar a un lado nuestros temores, vanidades y soberbias?

En verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día. (Jn 6, 53-54)

Ver a Cristo nos llena de sentido porque sólo Él tiene palabras de vida eterna. Nuestra vida está llena de circunstancias que escapan a nuestro control y entendimiento. Lo que nos rodea es tan complejo, que muchas veces pesaremos que nada tiene razón de ser y que nuestra propia vida es un simple accidente. Dios no nos ha creado para que vivamos sin una dirección hacia la que dirigirnos desde que nacemos. Pero debemos dirigirnos hacia Cristo con paz de corazón y esperanza. Quien no tenga ambas, será incapaz de ver a Dios en todo y todos.

¿Quién es el que se aparta de este mundo en paz, sino aquel que conoce que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo ( 2Cor 5), y que no tiene nada de enemigo de Dios, sino que ha recibido en sí todas las delicias de la paz por sus buenas obras? (Orígenes, Catena Aurea Lc 2, 29-32)

Está es la clave por la que Simeón fue capaz de ver la salvación en un pequeño y desprotegido niño. Simeón miró más allá de las apariencias y por obra del Espíritu Santo, encontró en Cristo el fin y el sentido de su vida.

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