Narracciones fragmentadas
HOY HEMOS INVITADO A:
P. Fernando Pascual Aguirre de Cárcer, L.C.
Nació en Barcelona en 1961. Ha estudiado humanidades en Salamanca, Filosofía, Teología y Bioética en Roma. Recibió el doctorado en Filosofía en 1995, y la licenciatura en Teología en 1997. Actualmente enseña Filosofía y Bioética en el Ateneo Regina Apostolorum (Roma). Ha publicado, entre otros, los siguientes libros: "Educación y comunicación en Platón" (1996), "Abrir ventanas al amor" (2000), "La vida como don" (2002), "Modelos de bioética" (2005) y "Valores, bioética y vida social" (2009). Es sacerdote de la congregación de los Legionarios de Cristo.
Llegan noticias. Datos concretos, o confusos, o inciertos. No tenemos claro qué pasó exactamente.
La mente empieza a trabajar. No estamos contentos con fragmentos. Nos gusta conocer historias coherentes, más o menos completas, verosímiles.
Pero los datos no dan para más. Algunos periodistas y escritores buscan tramas secretas, suponen acciones coordinadas, presentan teorías que llenen huecos. Muchas veces fallan: los datos a disposición son tan pocos y caóticos. Otras veces aciertan en parte, pero con mezcla de errores. Llegan así a retazos de verdad mientras mezclan huecos de oscuridad.
Un poco de prudencia nos ayudaría a reconocer que no podemos conocer claramente muchos hechos de la vida. Esto vale a la hora de pensar en los cercanos: el divorcio de un primo resulta sorprendente por lo rápido y extraño, pero no tenemos derecho a imaginar historias falsas que permitan hacerlo más o menos comprensible. Y vale mucho más para los lejanos: la explosión de una fábrica pudo ser un simple accidente: no hay que imaginar siempre a terroristas que buscan desestabilizar un equilibrio ya de por sí difícil en el Estado.
Por desgracia, esa prudencia escasea. Tanto que las famosas teorías y narraciones de “complots” tienen un éxito enorme y circulan rápidamente en libros, programas de radio o televisión, páginas de Internet. Suponer conspiraciones y planes para conquistar el mundo, para destruir a unos y promover a otros, llena muchos huecos y satisface curiosidades de quienes desean historias completas, atrayentes, pero con falsedades a veces sumamente dañinas para quienes son vistos como culpables sin serlo.
La realidad, hace falta recordarlo una y otra vez, nos llega de modo fragmentado. Por eso, en la mayoría de los casos lo mejor será reconocer, como los antiguos, que no sabemos ni tenemos elementos de juicio para comprender exactamente la dinámica de los hechos.
En muchos casos, sólo tras la muerte comprenderemos. Mientras, como peregrinos entre tinieblas, podemos vivir y pensar desde una mirada sencilla que sabe distinguir entre lo conocido y lo desconocido, que evita teorías atrevidas y engañosas.
Así será posible adoptar una actitud de apertura serena a la hora de acoger los pocos datos que nos permiten entender algo (poco o mucho) de este mundo complejo y lleno de misterios.