Jueves, 21 de noviembre de 2024

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De la dinastía Borgoña en los tronos hispánicos

por En cuerpo y alma

 

            Uno de esos grandes secretos, o mejor dicho sorpresas, que guarda nuestra maravillosa historia, porque el caso es que si alguna familia ha dado reyes en la historia de España (y de la Península Ibérica, según veremos), esa familia no es otra que la de los Borgoña, aunque sean muy muy pocos los que lo sepan. Desde antes de lo que casi nadie se acuerde… hasta después de lo que ni siquiera imaginamos.

             El primer Borgoña en el trono de Castilla es Alfonso VII, rey desde 1126. Alfonso VII es hijo de Urraca I, reina de Castilla, y de Raimundo de Borgoña, venido a España en respuesta a la llamada realizada por Alfonso VI de Castilla tras la derrota de Sagrajas (1086) ante los almorávides de Yusuf ibn Tasufin. No se le puede considerar el primer monarca Borgoña porque cuando su esposa se alza con la corona de Castilla en 1109, él ya lleva dos años alimentando gusanos y criando malvas, por cierto desde la temprana edad de 37 años.

             Del primer Borgoña real, Alfonso VII de Castilla y de León, van a proceder dos líneas sucesorias: en el trono castellano la que pasa por su hijo mayor Sancho III (1157-1158) y luego por Alfonso VIII (1158-1214), Enrique I (1214-1217) y Berenguela I (1217-1246); y en el trono leonés, la que discurre por su hijo cuarto Fernando II (1157-1188) y luego por Alfonso IX (1188-1230).

             Las cosas se simplifican un poco cuando en 1197 Berenguela I de Castilla y Alfonso IX de León (tan Borgoña la una como el otro) se casan, con lo que a la muerte sin descendencia en 1217 de Enrique I, hermano de Berenguela, el trono de Castilla pasa a ésta y a su marido, que lo incorporan al que ya tenían de León, quedando desde entonces unidas para siempre las dos coronas.

             Alfonso IX y Berenguela I son padres de Fernando III el Santo (1217-1251), -¿o deberíamos decir Fernando III de Borgoña y Borgoña?- el conquistador de Sevilla, a cuya muerte es rey de Castilla y León Alfonso X el Sabio (1252-1284), y luego Sancho IV (1284-1295), y luego Fernando IV (1295-1312), y luego Alfonso XI (1312-1350), y luego Pedro I (1350-1369), todos ellos Borgoña de pura cepa (nunca mejor dicho).

             En la persona de Pedro I, llamado por unos “el Cruel”, por otros “el Justiciero”, se va a producir una de esas encrucijadas de la historia de España, pues hijo legítimo de Alfonso XI y de su esposa María de Portugal, se disputará el trono con su medio hermano Enrique, hijo asimismo de Alfonso XI, pero en este caso, con su famosa amante Leonor de Guzmán, y por lo tanto, un bastardo. Quiere la caprichosa historia que la victoria de la ominosa guerra caiga de parte del bastardo, el cual, tras asesinar con sus propias manos en Montiel a su medio hermano, cosa que hace en 1369, reinará como Enrique II, y en su persona cambia la dinastía de nombre, pues siendo como era, antes del magnicidio, Conde Trastámara (más allá del Tambre, que tal es el significado de Trastámara), ese será el nombre que la dinastía adopte. Ahora bien, ¡sin razón alguna! porque bastardo o no, no deja por ello de correr por sus venas la sangre de su padre, Alfonso XI, y es, por lo tanto, tan Borgoña como el buen vino.

             A Enrique II sucede en el trono Juan I (llamado Trastámara, aunque en realidad Borgoña), y a éste Enrique III (tan Borgoña como su padre y su abuelo), el cual, para acallar posibles críticas y eliminar rivales, casa con su prima segunda Catalina de Lancaster, con la que comparte el bisabuelo, Alfonso XI, nieta y heredera directa de Pedro I (el Cruel) a través de la hija de éste, Constanza de Borgoña, Borgoña pues de segundo apellido, con lo que las dos legimitidades dinásticas (la de Pedro I en la persona de su nieta Catalina, la de Enrique II en la de su nieto Enrique III) se reúnen en una, de igual forma en que, muchos siglos más tarde, volverá a ocurrir con Alfonso XIII, en cuya persona terminarán confluyendo también dos legitimidades enfrentadas, la isabelina y la carlista.

             En el caso que nos ocupa ahora se da, además, una circunstancia curiosa. De haber discurrido la corona por la línea más legítima que pasaría por Pedro I y circularía por su hija Constanza de Borgoña y luego por su nieta Catalina de Lancaster, se habría producido en Castilla un cambio dinástico en beneficio de los Lancaster. Discurriendo la legitimidad, como de facto ocurrió, por la línea “menos” legítima de Enrique II, Juan I y Enrique III, la familia reinante siguió siendo, en cambio, la casa de Borgoña.

             Bien, continuemos. A Enrique III de Borgoña y Catalina de Lancaster-Borgoña sucede Juan II de Borgoña, y a éste Enrique IV llamado el Impotente (de Borgoña), y a éste su medio hermana Isabel la Católica, que en su calidad de mujer, debería ser la última Borgoña en el trono de Castilla, dando paso con su matrimonio a una nueva dinastía… Pues bien, no, porque según resulta, Isabel casa con su primo Fernando, que, ¡oh casualidad!... ¡¡¡también es Borgoña!!! Y es que Fernando el Católico, Fernando II de Aragón en definitiva y luego V de Castilla y de España, es nieto de Fernando I, el famoso Fernando de Antequera (así llamado por la heroica conquista de la importante ciudad de Andalucía), elegido rey de Aragón mediante el llamado Compromiso de Caspe (1412) a la muerte sin sucesión de Martín I el Humano de Aragón, e hijo de ese Enrique II que usurpara el trono a su hermano Pedro: un Trastámara de pura cepa por lo tanto... vale decir, un Borgoña. Con lo que tenemos a Isabel de Borgoña "la Católica", casada con Fernando de Borgoña "el Católico".

             Su hija Juana I de España todavía será Borgoña (y como Fernando III, por partida doble), y ésta sí, la última, aunque no por poco tiempo, pues reina de España desde 1504, lo será, aún a pesar de estar supuestamente loca y de hallarse encerrada en Tordesillas, hasta su muerte, acaecida en 1555, ya que, por poco sabido que sea, Juana no es nunca removida del trono, en el que se cosienta con su hijo Carlos I, quien de hecho, sólo durará en él un año más que la madre, y apenas tres más que ella en este mundo pecador. Un Carlos I que es, por cierto, tres veces Borgoña, por sus dos abuelos maternos como vemos, y también por su abuela paterna, la Duquesa María de Borgoña: así pues, Carlos de Habsburgo Borgoña Borgoña y Borgoña, ahí queda eso.

             Haciendo balance, 429 años en el trono de Castilla, veinte reyes de Castilla; 104 años en el de Aragón, cinco reyes de Aragón (Fernando I el de Antequera, Alfonso V, Juan II, Fernando II y la propia Juana I).

             ¿Es esto todo? ¡¡¡Pues bien, noooo!!! Porque resulta que mientras en el trono de Castilla sentaban sus reales los Borgoña, en el portugués ¿quién creen Vds. que lo hacían? ¡¡¡Los Borgoña!!! ¿Se puede creer?

             La cosa empieza con Enrique de Borgoña (1066-1112), "casualmente", primo carnal de ese Raimundo que da inicio a la dinastía en Castilla, y venido a la Península, como él, en auxilio de Alfonso VI en su lucha contra el islam. Enrique es nombrado Conde de Portugal en 1095 y, muerto en 1112, es su esposa Teresa, regente del hijo de ambos, Alfonso, la primera en intitularse reina en 1121.

             La familia Borgoña, de momento, dará a Portugal nueve reyes: el hijo de Enrique y Teresa, Alfonso I (1139-1185); Sancho I (1185-1211); Alfonso II (1211-1223); Sancho II (1223-1248); Alfonso III (1248-1279); Dionisio I (1279-1325); Alfonso IV (1325-1357); Pedro I (1357-1367) y Fernando I (1367-1383).

             A la muerte de Fernando I en 1383, y de manera muy parecida a como ocurre en Castilla sólo 14 años antes, en 1369 (es fastuoso el conjunto de paralelos que se producen entre la historia de España y la de Portugal, llama la atención que al día de hoy sigamos sin ser el mismo país), se produce en Portugal una guerra civil entre una heredera por vía legítima, en este caso Beatriz de Portugal, y un bastardo, en este caso Juan, medio hermano (aunque bastardo como se ha dicho) de Pedro I. Como en Castilla, la victoria sonríe al bastardo, y con ella, y al igual que en Castilla, la dinastía cambia de nombre, pasando a ser la Casa de Avís por ser el tal Juan maestre de la Orden de dicho nombre, cuando en realidad, como en el caso de nuestro Enrique III, no corre por sus venas otra cosa que sangre de Borgoña.

             Esta nueva casa de Avís, tan Borgoña, pues, como aquélla a la que sucede, tan Borgoña como la de los reyes castellanos, tan Borgoña, en definitiva, como los Trastámara de Castilla, dará a Portugal hasta ocho reyes más: Juan I (1383-1433), Eduardo I (1433-1438), Alfonso V (1438-1481), Juan II (1481-1495), Manuel I (1495-1521), Juan III (1521-1557), Sebastián I (1557-1578) y Enrique I (1578-1580), a cuya muerte sin sucesión (de hecho había recibido las órdenes, era cardenal y lo llamaban “el Casto”) se produce la deseadísima unión dinástica hispano-portuguesa tantas veces buscada, tan deseada siempre, en la persona de Felipe de Habsburgo, II de España y I de Portugal. Diecisiete reyes borgoñones, pues, en Portugal, a lo largo de 441 años, frente a los veinte castellanos. Lo más curioso de todo es que la unión se venga a producir cuando después de cuatro siglos de compartir una misma dinastía en ambos tronos, venga a los dos una familia nueva, siendo Felipe de Habsburgo, como lo es, el primer rey no borgoñón de Portugal y el segundo de España.

             Y nos queda Navarra, ¿es que no hay Borgoñas en Navarra? Pues bien, ¡¡¡también!!! pues si bien es cierto que los navarros le toman menos afición a la familia… haberlos los va a haber, ya lo creo que los va a haber.

             La “borgoñización” navarra se produce iure uxoris, es decir, “por derecho de esposa”, en la persona de Juan II de Aragón, (el hijo de Fernando de Antequera), que en 1425 casa con Blanca II de Navarra, de la familia reinante Évreux. Pero durará muy poco, algo más de medio siglo, pues sucedidos en el trono por su hija Leonor, al casar ésta en 1442 con Gaston IV de Foix da entrada a esta familia en el trono navarro. La muerte de Leonor en 1479 pondrá fin a la presencia en Navarra de los Borgoña, aunque éstos permanecerán en Aragón, pues en dicho reino al mismo Juan II de arriba no le sucede Leonor, sino su nuevo hijo Fernando (el famoso Católico), fruto de un segundo matrimonio, éste con Juana Enríquez.

             No tardará mucho no obstante, el trono navarro, en reborgoñizarse, apenas 34 años, pues en 1513, Fernando el Católico conquista Pamplona y pasa a ser rey de Navarra, finalizando este nuevo "periplo Borgoña" de Navarra, -al igual que el de Castilla, al igual que el de Aragón-, con la muerte en 1555 de Juana I (de Borgoña y Borgoña), y el advenimiento al trono de todos los reinos españoles de Carlos I de Habsburgo (y de Borgoña, Borgoña y Borgoña)

             Así pues, 44 reyes hispanos de la familia Borgoña: 18 castellanos, 17 portugueses, 3 aragoneses, 3 navarros, 2 españoles comunes a Castilla, Navarra y Aragón (Fernando el Católico y Juana I), y una castellano-aragonesa (Isabel la Católica).

             Bueno, disculpen Vds. el lío. Lo he presentado de la manera más sencilla que he podido. Reconozcan Vds., de todas maneras, que no era fácil. Espero haber sido capaz de haber aportado algo de luz a esta nueva sorpresa de la historia española, siempre rica en sorpresas… ¡Ah, si hubiéramos tenido mejores cineastas, un poco más cultos y con más talento y menos serviles y paniaguados, cuántas películas por Dios! Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.

 

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