Tres «resurrecciones» necesarias
por Antonio Gil
La Pascua en la parroquia de Santa Marina tiene un encanto especial, un aroma intensamente cofradiero, lo que quiere decir que respira, por una parte, religiosidad popular, y por otra, espiritualidad intimista. Con buen criterio, la Hermandad de Nuestro Señor Resucitado y Nuestra Señora de la Alegría colocan sus cultos en el corazón de la Pascua, colocando sus imágenes en su bellísimo marco esplendoroso y artístico que ocupa todo el altar mayor del templo.
La imagen del Resucitado destaca en el centro, sobre un manantial de luz-cera, simbolizando así su presencia en medio de nosotros. El cardenal arzobispo emérito de Sevilla, monseñor Carlos Amigo, presidió la fiesta de regla como colofón final del solemne triduo.
He tenido el honor de participar en el triduo, ofreciendo en la predicación las "tres resurrecciones" más necesarias y urgentes en este momento: la resurrección de la fe; la resurrección del corazón; y la resurrección de la sociedad. Cada una de estas "resurrecciones" puede conseguirse con los medios que, fácilmente, tenemos a nuestro alcance:
La fe -"abrir la vida a Dios para escuchar su voz y sentir su presencia"-, se resucita con la oración, con una buena formación religiosa y con los mil ejemplos que podemos contemplar cada día.
El corazón "se resucita" con el amor, imprescindible para la ilusión y para la vida, -ya decía Witman que "todo el que anda cien metros sin amor, camina hacia sus propios funerales con el sudario puesto"-, con la generosidad, -"dad y se os dará´"- y con la entrega. "La vida, subrayaba Tagore, nos ha sido da y sólo se merece dándola".
Y, por último, la sociedad "se resucita" con la coherencia personal, -"personas de criterio que dicen lo que piensan y hacen lo que dicen"-, con un profundo sentido de justicia, -Víctor Hugo afirmaba que "es fácil ser bueno, que lo difícil es ser justo"-, y con el testimonio. Pablo VI nos alertó de que el mundo de hoy escucha más a los testigos que a los maestros, y si escucha los maestros es porque también son testigos.
Son las "tres resurrecciones" que anhelan hoy las conciencias libres, aunque, a veces, la forma de pedirlas resulte contradictoria. O resucitamos por dentro y por fuera, o las muertes lentas se apoderarán de nosotros en anticipadas tumbas de silencio.
La parroquia de Santa Marina vive así, esplendorosamente, la Pascua, la resurrección del Señor, que en palabras de Benedicto XVI, "no es fruto de una especulación, ni de una experiencia mística, sino un acontecimiento que sobrepasa la historia, dejando en ella una huella indeleble". Precisamente hoy, puede ser un día, en la sociedad, de espléndidos horizontes para todos.
La imagen del Resucitado destaca en el centro, sobre un manantial de luz-cera, simbolizando así su presencia en medio de nosotros. El cardenal arzobispo emérito de Sevilla, monseñor Carlos Amigo, presidió la fiesta de regla como colofón final del solemne triduo.
He tenido el honor de participar en el triduo, ofreciendo en la predicación las "tres resurrecciones" más necesarias y urgentes en este momento: la resurrección de la fe; la resurrección del corazón; y la resurrección de la sociedad. Cada una de estas "resurrecciones" puede conseguirse con los medios que, fácilmente, tenemos a nuestro alcance:
La fe -"abrir la vida a Dios para escuchar su voz y sentir su presencia"-, se resucita con la oración, con una buena formación religiosa y con los mil ejemplos que podemos contemplar cada día.
El corazón "se resucita" con el amor, imprescindible para la ilusión y para la vida, -ya decía Witman que "todo el que anda cien metros sin amor, camina hacia sus propios funerales con el sudario puesto"-, con la generosidad, -"dad y se os dará´"- y con la entrega. "La vida, subrayaba Tagore, nos ha sido da y sólo se merece dándola".
Y, por último, la sociedad "se resucita" con la coherencia personal, -"personas de criterio que dicen lo que piensan y hacen lo que dicen"-, con un profundo sentido de justicia, -Víctor Hugo afirmaba que "es fácil ser bueno, que lo difícil es ser justo"-, y con el testimonio. Pablo VI nos alertó de que el mundo de hoy escucha más a los testigos que a los maestros, y si escucha los maestros es porque también son testigos.
Son las "tres resurrecciones" que anhelan hoy las conciencias libres, aunque, a veces, la forma de pedirlas resulte contradictoria. O resucitamos por dentro y por fuera, o las muertes lentas se apoderarán de nosotros en anticipadas tumbas de silencio.
La parroquia de Santa Marina vive así, esplendorosamente, la Pascua, la resurrección del Señor, que en palabras de Benedicto XVI, "no es fruto de una especulación, ni de una experiencia mística, sino un acontecimiento que sobrepasa la historia, dejando en ella una huella indeleble". Precisamente hoy, puede ser un día, en la sociedad, de espléndidos horizontes para todos.
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