Los tres secretos de la Virgen
por Antonio Gil
El Adviento nos introduce ya en Belén, en estos días en los que colocamos los "nacimientos" con tanta ilusión como ternura, recordando, celebrando y viviendo aquella primera Navidad de la tierra. Durante el Adviento la Palabra de Dios ha ido avivando nuestra esperanza en la venida del Salvador. Y como en la primera comunidad cristiana el deseo se hace oración: "¡Ven, Señor!". El pasado y el presente nos abren al futuro. El evangelio nos invita a contemplar a María, la joven doncella de Nazaret, que dice un "sí" definitivo y radical a los planes de Dios. En la persona de María se cumple la profecía formulada por Isaías ocho siglos antes: "La Virgen concebirá en su seno y dará a luz un hijo, que se llamará Dios con nosotros". También José, el justo, da su consentimiento y se apresta para preparar la casa donde habite el Salvador. En la humildad de su respuesta, se convierten en modelo para todos los que proclamamos la encarnación de Dios y preparamos hoy su venida.
En vísperas ya de la Navidad, podríamos recordar los "tres secretos o claves" de la Virgen: primero, una palabra; segundo, un encuentro; tercero, un gesto sacrificado.
Primero, una palabra: "Hágase", un "sí" rotundo a la voluntad de Dios, a los planes de Dios, enseñándonos así el camino de la santidad. El mundo se ha edificado sobre cuatro "Hágase": el de la creación: "Hágase la luz"; el de la Encarnación: "Hágase en mi, según tu Palabra"; el de la redención: "Padre, no se haga mi voluntad sino la tuya"; el de la santificación: "Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo".
Segundo, un encuentro: una vez que ha sido "tocada" por Dios, María se pone en camino para visitar a su prima Isabel, enseñándonos que el amor de Dios hemos de derramarlo en los demás, en un prójimo anhelante de testimonio. María se marcha a Ain Karin, donde acompañará a Isabel, le ayudará en las tareas del hogar, y proclamará el hermoso Canto del Magnificat.
Tercero, un gesto sacrificado: María, acompañando a su Hijo al pie de la cruz, nos enseña que las obras deben cristalizar en hechos, y nuestras palabras y buenas intenciones en realidades. Como nos decía el Papa Benedicto XVI, el pasado 8 de diciembre, en la plaza de España, en Roma: "María nos consuela y nos comunica el amor de Dios: No temas, hijo, Dios te quiere; te ama personalmente; pensó en ti antes de que vinieras al mundo y te llamó a la existencia para colmarte de amor y de vida; y por eso, ha salido a tu encuentro, se ha hecho como tú".
ANTONIO GIL
En vísperas ya de la Navidad, podríamos recordar los "tres secretos o claves" de la Virgen: primero, una palabra; segundo, un encuentro; tercero, un gesto sacrificado.
Primero, una palabra: "Hágase", un "sí" rotundo a la voluntad de Dios, a los planes de Dios, enseñándonos así el camino de la santidad. El mundo se ha edificado sobre cuatro "Hágase": el de la creación: "Hágase la luz"; el de la Encarnación: "Hágase en mi, según tu Palabra"; el de la redención: "Padre, no se haga mi voluntad sino la tuya"; el de la santificación: "Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo".
Segundo, un encuentro: una vez que ha sido "tocada" por Dios, María se pone en camino para visitar a su prima Isabel, enseñándonos que el amor de Dios hemos de derramarlo en los demás, en un prójimo anhelante de testimonio. María se marcha a Ain Karin, donde acompañará a Isabel, le ayudará en las tareas del hogar, y proclamará el hermoso Canto del Magnificat.
Tercero, un gesto sacrificado: María, acompañando a su Hijo al pie de la cruz, nos enseña que las obras deben cristalizar en hechos, y nuestras palabras y buenas intenciones en realidades. Como nos decía el Papa Benedicto XVI, el pasado 8 de diciembre, en la plaza de España, en Roma: "María nos consuela y nos comunica el amor de Dios: No temas, hijo, Dios te quiere; te ama personalmente; pensó en ti antes de que vinieras al mundo y te llamó a la existencia para colmarte de amor y de vida; y por eso, ha salido a tu encuentro, se ha hecho como tú".
ANTONIO GIL
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