Esto se llama hipocresía
Del viaje del Papa a Barcelona, que tuve el privilegio de cubrir como enviado especial de Alfa y Omega, tenía tantas cosas que decir que no he dicho ninguna. Me suele pasar. Pero releyendo hoy El País Semanal del 31 de octubre, me ha venido a la cabeza la vomitiva hipocresía que la izquierda y su rodillo mediático ha exhibido estos días sobre la mujer en la Iglesia.
De entre las cuestiones más criticadas por la izquierda política y mediática –decir cultural sería elogio excesivo–, para encubrir el mensaje del Papa, tres han sido las más destacadas. Una, la teórica comparación de la España de hoy con la de los años 30. Benedicto XVI no dijo tal cosa, pero eso da igual y les da pie para criticar a la Iglesia y al Papa que la gobierna. Cuando el Papa propuso un acercamiento entre la fe y la cultura moderna, los que van de modernos se sintieron atacados (¿?) y dijeron que el Papa distanciaba la fe de la cultura moderna. Esto es, el Papa dice Blanco, ellos dicen que dice Negro, y convencen a todo el mundo de que el Papa ha excomulgado a los que no piensen Negro porque quiere imponer el Blanco. ¿Hay o no hay laicismo beligerante?
La segunda polémica vino por esta frase: “La Iglesia aboga por adecuadas medidas económicas y sociales para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena realización”. Algo intolerable para quienes, curiosamente, defienden –con toda lógica– la necesidad de conciliar vida laboral y familiar, y denuncian que las mujeres lo tienen más difícil porque en el trabajo cobran menos y en casa trabajan más. Si lo dice el Papa, es machista. Si lo dicen ellos…, la cosa cambia. Un ejemplo, de un reportaje de El País, firmado por Belén Cebrián en 2006. Los hay más recientes, pero me da pereza leer tanto Prisa: “Las medidas de conciliación, el equilibrio entre trabajo y familia, es rentable y ayuda a retener a los profesionales. (…) El diferente rol asignado a hombres y mujeres provoca que sean ellas las que más sufren la falta de conciliación”.
Por último, El País Semanal del 31 de octubre dedicó una sesuda y profunda reflexión a esta pregunta: Sexo. Si fueras un animal, ¿cómo lo harías?. Y destacaron 4 respuestas de los lectores. Una lectora dice que le gustaría “aplastada contra el barro, pisada por el macho que me muerde el cuello mientras va a lo suyo. Oliendo sus fluidos y los míos. Dominada sin culpa del macho y con dignidad de hembra”. O lo ha escrito una orangután del zoo, o los que consideran machista que unas monjas que tienen su vida consagrada al servicio de Dios, de la Iglesia y de los hombres recogiesen el Santo Crisma del Altar en la Sagrada Familia –encantadas de hacerlo, por cierto–, muestran su hipocresía al aplaudir con las orejas que una mujer quiera ser montada como una yegua y vejada como un reptil. Lo entiendo más cuando veo que el suplemento de Prisa recuadra otra respuesta que defiende que, en el sexo, “el fin es el placer”, pues “si no nos guía el celo (¿pero no éramos animales?) y sólo en ocasiones la reproducción, nuestro fin es el placer y la motivación por el encuentro”.
Además de estar completamente salidos y de promover con una impunidad pasmosa las desviaciones sexuales más denigrantes, la izquierda política y mediática de España ha utilizado la visita del Papa para demostrar una hipocresía, un doble rasero y una cristofobia que haría sonrojar al mismísimo Judas.
José Antonio Méndez