El grito de los mártires
—Madre, ¿Qué es eso?
Veo una constelación, un flujo de luz, un río que surca la oscuridad del espacio, que se acerca...Oigo algo, un rumor, un murmullo...lo veo y lo oigo a lo lejos.
—Espera—me advierte Madre Teresa de Calcuta a mi lado.
—Pero, ¿Qué es?...
La luz se acerca, el ruido pasa a ser más perceptible, es como un...un griterío, es un ¡chillido!. El río de luz se nos echa encima, está compuesto de...de...¡Fetos!...¡son bebés!...el chillido es ensordecedor, pasan ante mi a toda velocidad, gritando, llorando, gimiendo, con sus caritas a medio hacer, sus manitas transparentes inertes...
—¡Oh, que pare! ¡Para esto, madre, no quiero!...
Me he abrazado a ella, escondo mi cara entre su hábito, sin dejar de llorar. Estoy a punto de vomitar.
Me falta el aire y tengo arcadas. Me embarga una tristeza enorme....
— ¿Qué significa esto?
Mi pequeña Madre Teresa, sin dejar de acariciarme la cabeza apoyada en su hombro, me dice con suavidad:
—Son abortos, nonatos que ellas no quieren ni ver. Tu los has visto. Son millones y millones. Pero frena tu amargura, van directos...¿los ves? Van directos al corazón del padre, él los recibe directamente en su cuerpo, los acoge, los envuelve...
—Qué horror, ¿Qué estamos haciendo? Las madres...
—No las juzgues. Están engañadas, manipuladas y adoctrinadas. No quieren ser madres, no quieren ser esposas, quieren ser libres, quieren ser como los hombres. Han pasado del feminismo de igualdad, a la liberación de la explotación machista. Están confundidas, lo han confundido todo. Creen que su enemigo es el hombre, quieren liberarse de la esclavitud del hombre, y ya no quieren ser madres, esposas, amas de casa, fieles. No quieren estar sujetas a una familia, a un hombre, a un rol que califican de sumiso. No ven la maternidad como un milagro que solo ellas pueden disfrutar, sino como una maldición que las relega a un papel inferior.
—Pero, ellas son el corazón de la humanidad, sin la mujer, sin la maternidad, la humanidad está muerta, está sentenciada.
Ella acoge mi cara entre sus manitas y me mira a los ojos con ternura y afecto:
— Es el engaño de siempre: creer que la felicidad, la modernidad, el progreso, la evolución está en la libertad. Y creer que esa libertad es hacer lo que me da la gana. Pero hacer lo que uno quiera con su cuerpo, con su sexualidad, no da la felicidad. Yo no fui feliz por rechazar mi feminidad sino por desarrollarla y potenciarla, fui madre y madre amorosa de muchos. Me dio la felicidad no luchar contra mi papel, contra mi sexo, contra nada. La felicidad no puede venir por algo negativo sino por lo positivo...por el amor y el amor a los más débiles e indefensos. La mujer de hoy está engañada porque ve en los hombres un objetivo que igualar, superar y ganar. Los hombres no deben ser más que las mujeres en cuanto a derechos y libertades, pero siempre serán incapaces de dar vida. Todas estas corrientes e ideologías de lucha contra la maternidad y contra todo lo que limite a la mujer con respecto al hombre, vienen de mujeres descontentas con su sexo, de mujeres que quieren ser como hombres. De mujeres que no son feministas sino masculinistas. Ellas quieren dominar, no ser dominadas. Y esa visión se ha extendido por todo el globo a través de justificaciones y excusas para defender el derecho de las mujeres a ser dueñas de su vida y su cuerpo. Son esclavas de ideas impuestas por otras.
Ya me encuentro más tranquilo después de la penosa visión de los niños y recupero mi serenidad:
—Hay un plan perfectamente orquestado para que en 2015, el aborto esté legalizado en todo el mundo. Hemos pasado de la lucha porque la mujer esté defendida y protegida, a la lucha porque la mujer sea como un hombre en todo aspecto: sexual, laboral, social. Pero el hombre no es buen ejemplo...
Con calor y amor en los ojos y envolviendo mis manos fuertemente entre las suyas me dice:
—El hombre es para la mujer y la mujer para el hombre. Todas estas mujeres que quieren dominar al hombre no dejan de copiar los vicios y los errores de siempre. Las relaciones deben ser complementarias no antagónicas. Deben ser a través del amor no por luchas de poder. La libertad de la mujer no pasa por hacer lo que hacen los hombres, porque por mucho que las quieran hacer creer, NO SON IDÉNTICOS. Cada uno tiene su papel. La libertad de la mujer como la del hombre pasa por saber cuál es su papel, y desarrollarlo. Yo me fijé en la virgen María. Ella tenía un especial sensibilidad que jamás tendrán los hombres. María fue valiente, intuitiva, sensible, fuerte, decidida, cariñosa, astuta, prudente, humilde y sabia. No, decididamente no. Yo no quise ser como un hombre. Yo quise ser y fui... mujer...y madre.
— Y una gran mujer y una gran madre...
Madre Teresa me dio un beso suave y sonriente:
— Ten esperanza y fe. El Padre no deja que la humanidad se desangre por ahí. Él ha previsto un freno: la fe de los sencillos. Él lo tiene previsto todo. Ora. Ora. Ora por las madres, por los hijos y por todos. Y Ten fe. Ten fe.
Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz.
Y apareció otra señal en el cielo: un gran Dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas. (…)
El Dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz. La mujer dio a luz un Hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro; y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono.(...)
Entonces el Dragón vomitó de sus fauces como un río de agua, detrás de la Mujer, para arrastrarla con su corriente. Pero la tierra vino en auxilio de la Mujer: abrió la tierra su boca y tragó el río vomitado de las fauces del Dragón. Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús. (AP 12, 1)
Veo una constelación, un flujo de luz, un río que surca la oscuridad del espacio, que se acerca...Oigo algo, un rumor, un murmullo...lo veo y lo oigo a lo lejos.
—Espera—me advierte Madre Teresa de Calcuta a mi lado.
—Pero, ¿Qué es?...
La luz se acerca, el ruido pasa a ser más perceptible, es como un...un griterío, es un ¡chillido!. El río de luz se nos echa encima, está compuesto de...de...¡Fetos!...¡son bebés!...el chillido es ensordecedor, pasan ante mi a toda velocidad, gritando, llorando, gimiendo, con sus caritas a medio hacer, sus manitas transparentes inertes...
—¡Oh, que pare! ¡Para esto, madre, no quiero!...
Me he abrazado a ella, escondo mi cara entre su hábito, sin dejar de llorar. Estoy a punto de vomitar.
Me falta el aire y tengo arcadas. Me embarga una tristeza enorme....
— ¿Qué significa esto?
Mi pequeña Madre Teresa, sin dejar de acariciarme la cabeza apoyada en su hombro, me dice con suavidad:
—Son abortos, nonatos que ellas no quieren ni ver. Tu los has visto. Son millones y millones. Pero frena tu amargura, van directos...¿los ves? Van directos al corazón del padre, él los recibe directamente en su cuerpo, los acoge, los envuelve...
—Qué horror, ¿Qué estamos haciendo? Las madres...
—No las juzgues. Están engañadas, manipuladas y adoctrinadas. No quieren ser madres, no quieren ser esposas, quieren ser libres, quieren ser como los hombres. Han pasado del feminismo de igualdad, a la liberación de la explotación machista. Están confundidas, lo han confundido todo. Creen que su enemigo es el hombre, quieren liberarse de la esclavitud del hombre, y ya no quieren ser madres, esposas, amas de casa, fieles. No quieren estar sujetas a una familia, a un hombre, a un rol que califican de sumiso. No ven la maternidad como un milagro que solo ellas pueden disfrutar, sino como una maldición que las relega a un papel inferior.
—Pero, ellas son el corazón de la humanidad, sin la mujer, sin la maternidad, la humanidad está muerta, está sentenciada.
Ella acoge mi cara entre sus manitas y me mira a los ojos con ternura y afecto:
— Es el engaño de siempre: creer que la felicidad, la modernidad, el progreso, la evolución está en la libertad. Y creer que esa libertad es hacer lo que me da la gana. Pero hacer lo que uno quiera con su cuerpo, con su sexualidad, no da la felicidad. Yo no fui feliz por rechazar mi feminidad sino por desarrollarla y potenciarla, fui madre y madre amorosa de muchos. Me dio la felicidad no luchar contra mi papel, contra mi sexo, contra nada. La felicidad no puede venir por algo negativo sino por lo positivo...por el amor y el amor a los más débiles e indefensos. La mujer de hoy está engañada porque ve en los hombres un objetivo que igualar, superar y ganar. Los hombres no deben ser más que las mujeres en cuanto a derechos y libertades, pero siempre serán incapaces de dar vida. Todas estas corrientes e ideologías de lucha contra la maternidad y contra todo lo que limite a la mujer con respecto al hombre, vienen de mujeres descontentas con su sexo, de mujeres que quieren ser como hombres. De mujeres que no son feministas sino masculinistas. Ellas quieren dominar, no ser dominadas. Y esa visión se ha extendido por todo el globo a través de justificaciones y excusas para defender el derecho de las mujeres a ser dueñas de su vida y su cuerpo. Son esclavas de ideas impuestas por otras.
Ya me encuentro más tranquilo después de la penosa visión de los niños y recupero mi serenidad:
—Hay un plan perfectamente orquestado para que en 2015, el aborto esté legalizado en todo el mundo. Hemos pasado de la lucha porque la mujer esté defendida y protegida, a la lucha porque la mujer sea como un hombre en todo aspecto: sexual, laboral, social. Pero el hombre no es buen ejemplo...
Con calor y amor en los ojos y envolviendo mis manos fuertemente entre las suyas me dice:
—El hombre es para la mujer y la mujer para el hombre. Todas estas mujeres que quieren dominar al hombre no dejan de copiar los vicios y los errores de siempre. Las relaciones deben ser complementarias no antagónicas. Deben ser a través del amor no por luchas de poder. La libertad de la mujer no pasa por hacer lo que hacen los hombres, porque por mucho que las quieran hacer creer, NO SON IDÉNTICOS. Cada uno tiene su papel. La libertad de la mujer como la del hombre pasa por saber cuál es su papel, y desarrollarlo. Yo me fijé en la virgen María. Ella tenía un especial sensibilidad que jamás tendrán los hombres. María fue valiente, intuitiva, sensible, fuerte, decidida, cariñosa, astuta, prudente, humilde y sabia. No, decididamente no. Yo no quise ser como un hombre. Yo quise ser y fui... mujer...y madre.
— Y una gran mujer y una gran madre...
Madre Teresa me dio un beso suave y sonriente:
— Ten esperanza y fe. El Padre no deja que la humanidad se desangre por ahí. Él ha previsto un freno: la fe de los sencillos. Él lo tiene previsto todo. Ora. Ora. Ora por las madres, por los hijos y por todos. Y Ten fe. Ten fe.
Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz.
Y apareció otra señal en el cielo: un gran Dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas. (…)
El Dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz. La mujer dio a luz un Hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro; y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono.(...)
Entonces el Dragón vomitó de sus fauces como un río de agua, detrás de la Mujer, para arrastrarla con su corriente. Pero la tierra vino en auxilio de la Mujer: abrió la tierra su boca y tragó el río vomitado de las fauces del Dragón. Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús. (AP 12, 1)
Libro recomendado: “La ideología de género” de Jesús Trillo-Figueroa. Editorial Libros Libres.
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