Los Dolores de María Santísima: origen español de la fiesta litúrgica
Además de la fiesta de los siete dolores, o transfixión, del viernes después del domingo de Pasión (fijada en ese día por Benedicto XIII en 1727), la Iglesia universal celebra otra fiesta de los siete dolores el 15 de septiembre.
Es una conmemoración vinculada en sus orígenes a la Orden de los Siervos de María (siglo XVI) pero entonces únicamente tenía carácter local y particular. A petición del rey Felipe V, la fiesta —establecida el tercer domingo de septiembre— fue extendida a todos los dominios de España (1735). El 18 de septiembre de 1814, Pío VIII la ampliaba a toda la Iglesia y con la reforma de San Pío x quedó fijada el 15 de septiembre.
La revolución litúrgica posterior al Concilio Vaticano Segundo provocó, entre otros efectos, la alteración del Calendario Romano, suprimiéndose la memoria del Viernes de Dolores en tiempo de Pasión. Afortunadamente, dicha conmemoración ha sobrevivido gracias a la piedad de fieles y sacerdotes al margen de las disposiciones de los arbitristas litúrgicos.
Recordemos, con un texto del Año Cristiano la especialísima vinculación entre España y la Virgen Dolorosa y la raigambre hispánica de esta fiesta.
“Una de las cualidades que mas ennoblecen a España, y que ensalzan su mérito entre las mas grandes naciones del mundo, es, además de su catolicismo, la tierna devoción que siempre ha manifestado a la Reina de los Ángeles. La feliz situación de que goza esta península, la fecundidad de su terreno, la amenidad de sus valles, la frescura de sus montes y la riqueza de sus minas, que en tantas ocasiones han sido el objeto de la avaricia de las naciones guerreras, todo es menos que el tener en su seno unas criaturas racionales que, reconocidas a su Criador, adoran sus sabias disposiciones, profesan el Evangelio que predicaron los Apóstoles, y ponen sus mayores esmeros en celebrar las grandezas de aquella Virgen dichosa que tuvo en su vientre al Unigénito de Dios.
España como las demás naciones ha celebrado siempre los misterios de la santa Virgen adelantándose a muchas de ellas a proporción que ha sido mayor la santidad de los prelados que la han gobernado, y mayores las causas que la Reina de los Ángeles les ha dado para manifestarse agradecidos. Cuando no tuviese multiplicados testimonios de esta verdad en todas las iglesias, bastaría un san Ildefonso, arzobispo de Toledo, para autorizarla: sus obras manifiestan el grado de devoción y de ternura que tenia este santo Prelado para con la santa Virgen; y asimismo manifiesta la historia de su vida cuán bien se lo pagó la Señora, dignándose de bajar del cielo a ponerle con sus manos una sagrada vestidura.
Sin embargo de la multiplicidad de fiestas que la Iglesia de España tiene dedicadas a la Madre de Dios, con la circunstancia de haber tenido su principio en esta región muchas de ellas; sin embargo de la solemnidad y pompa con que se celebran infinitos octavarios a todos sus misterios; sin embargo, en fin, de que no hay ciudad, pueblo ni aldea en que no haya alguna imagen dolorosa de la Reina de los Ángeles que sea venerada con especial devoción; con todo eso parece que el espíritu de esta nación piadosa, reunido en el corazón de sus católicos monarcas, no encontraba todavía todo el desahogo que requería su amor y su devoción fervorosa.
Consideraban los españoles los dolores de la Virgen en el tiempo en que toda la Iglesia estaba anegada en lágrimas por la representación de los de su santísimo Hijo. Deseaba por tanto, queriéndose entregar únicamente a la contemplación de las acerbísimas penas que traspasaron el corazón de María al tiempo que los pérfidos judíos consumaron el más atroz de los delitos en el Calvario, que los dolores de María tuviesen una festividad particular en tiempo más desocupado.
El animoso rey Felipe V, que juntaba a un mismo tiempo todas las cualidades de un valeroso soldado con las de un cristiano piadoso, se encargó de solicitar de la Silla apostólica la consecución de esta gracia. Propúsose por modelo el fervor de la Religión de los Siervos de María, cuya devoción en celebrar los dolores de esta soberana Reina es bien notoria por todo el mundo cristiano. Sus preces tuvieron todo el efecto deseado; pues habiendo precedido el parecer favorable de la sagrada Congregación de Ritos, dado a 17 de setiembre de 1735, nuestro santísimo padre Clemente XII concedió el día 20 del mismo mes y año este consuelo a toda la Iglesia de España.
En consecuencia deben ocuparse los fieles este día en la devota consideración de los dolores de la Reina de los Ángeles, teniendo presentes los testimonios de la santa Escritura que los comprueban, los dichos de les santos Padres que los testifican, y las consideraciones de los varones piadosos que los ponderan”.
Tomado de: Año Cristiano ó Ejercicios devotos para todos los días del año. Escrito en francés por el P.Juan Croisset de la Compañía de Jesús y traducido al castellano por el P.José Francisco de Isla, de la misma Compañía: adicionado con las vidas de los santos y festividades que celebra la Iglesia de España, y que escribieron los PP. Fr.Pedro Centeno y Fr.Juan de Rojas, de la Orden de San Agustín. Septiembre, Barcelona, 1863, pp.350-351.
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