Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Cuerpos de la Paz

por Juan Miguel Carrasquilla

Continuábamos en el despacho oval. Jonh Fitzgerald Kennedy y yo manteníamos un diálogo distendido sobre el ambiente en las calles de sus tiempos, cuándo el comunismo era el enemigo número uno, Frank Sinatra y Marilyn eran los reyes de Holywood, y la luna era la meta. Días de tensión internacional, pero de esperanza ante lo que el presidente llamó “La nueva frontera”, un época que se abría ante los americanos de posibilidades y amenazas desconocidas, áreas inexploradas en la ciencia y el espacio, problemas no resueltos pobreza y paz... retos que conquistar.
Paz, el gran reto de ayer y de siempre.
El reto era no caer en la provocación de la guerra, pero que el enemigo nos respetara.
Por eso llevó a cabo la reforma militar más amplia del país en tiempos de paz, que dotaron a Estados Unidos de las Fuerzas Armadas más potentes de la historia humana.
Verás, vivíamos en peligro, y estábamos en clara desventaja con la URSS—el presidente se levantó y se acercó al minibar, se sirvió una copa y me ofreció una. Con un leve gesto rechacé la invitación—, debíamos ponernos a su nivel, o incluso sobrepasarlos, para poder negociar.
¿Eso es lo quería? ¿intimidar? ¿disuadir?
Claro, los soviéticos se lo tendrían que pensar dos veces, antes de provocarnos. Como decía Churchill: “nos armábamos para parlamentar”.
No evitó el conflicto, pero si la guerra.
Si, con diferentes formas: guerra total, en Cuba con la crisis de los misiles; guerra convencional en Alemania con el problema de Berlín; y en los países del tercer mundo, como Vietnam...—dio un trago y miró al vaso mientras lo balanceaba ligeramente,—...la guerra de guerrillas del vietcong.
Entonces mandó allí a los boinas verdes.
Era necesaria la participación de una fuerza defensiva de élite ante las guerrillas que, además, ayudaran e instruyeran a los campesinos del sur. Cuerpos militares especializados para un rendimiento máximo con el mínimo riesgo de vidas humanas...mi obsesión.
Después de unos segundos de silencio, dije:
Hoy sufrimos una nueva forma de guerra: el terrorismo, un enemigo que no se espera, no se ve y no se controla. ¿Se le ocurre algo para combatirlo?
El presidente arqueó una ceja entre resignado y disgustado.
Cada época tiene su mal y su forma de combatirlo...ojalá lo supiera.
Cruzó el despacho y se apoyó en el pico del escritorio, muy cerca de mi, que permanecía sentado.
Pensemos, ¿cómo combates tu propio mal?...en tu interior. Tu rencor, tu odio. ¿Que armas usas?¿Como lo extirpas?¿Como lo contrarrestas?¿Lo combates con mal?¿vengándote del que te produjo el daño?
¿Yo?—di un respingo, sorprendido—...no sé...perdonando, olvidando, comprendiendo, disculpando...con la gracia de Dios.
¿Qué es el mal?
...La ausencia de bien.
Unos segundos de silencio y me dijo:
Quizá no sea tanto una cuestión de cómo acabar con el mal, cómo frenarlo, sino de poner el acento en el bien, de hacer más y mejor bien, llenando el mayor espacio posible con el bien, empeñarnos en él...que el bien sea mayor y de más calidad que el mal...no sé.
Otro momento de silencio reflexivo me permitió recordar uno de los logros más personales y queridos de Kennedy:
Cómo las otras fuerzas de élite que usted creó: “Los Cuerpos de la Paz”.
Voluntarios estadounidenses reclutados para trasladarse a países del tercer mundo para trabajar allí como maestros, médicos, expertos industriales; convivir en igualdad con las gentes del país y ayudándoles a desarrollar sus recursos naturales...mis favoritos Eran americanos generosos, altruistas, comprometidos con la humanidad, con la pobreza, con la desesperación y la miseria de naciones que despertaban entonces...
Es decir, un organismo estatal de voluntariado...
Con ello hacíamos un gran bien a esos países, pero sobre todo se lo hacía a mi propio país: una juventud entregada y sacrificada por el bien y el servicio a los demás, no solo obsesionada con asegurar su supervivencia, con su felicidad, con alcanzar su satisfacción personal, es una juventud sana.
Una idea criticada por ingenua y absurda, mientras el paro acechaba en las propias calles.
Si una sociedad libre no puede ayudar a muchos que son pobres, difícilmente puede ayudar a pocos que sean ricos.
Los llegarían a llamar popularmente: “Los Hijos de Kennedy”. ¿Eran los mejores?
Eran buenos, pero sobretodo...estaban dispuestos.

La disposición de dejarlo todo, la entrega, la vocación y la insistencia en el bien me recordaron a mis amigos que se encuentran en misión en la China comunista, no en las occidentalizadas Saigón o Hong Kong, si no en una de esas macrociudades frías y oscuras del interior, dónde la interminable Castellana madrileña, puede ser cualquier calle normal, dónde no se ven niños, ni se ve alegría, ni se ve el sol por la polución. Hoy hay Cuerpos de la Paz de la iglesia: las “Familias en Misión”. Unos promocionan a Estados Unidos y los valores democráticos y ayudan a los pobres a mejorar sus vidas. Los otros promocionan a la Dios y los valores cristianos y ayudan a los pobres, no a mejorar su vida sino a encontrarla.
A uno de los hijos de mis amigos le sorprendía una cosa de los chinos y al poco de llegar, les preguntó: “¿Papa, porque están todos tan serios?¿Porqué están tan tristes?
Ellos han estado dispuestos a dejarlo todo por amor a Dios y los hombres y poco hacen allí, de momento, aparte de estudiar chino y vivir, pero quizá, ya están combatiendo el mal con eso; el mal de la desesperanza, de la tristeza, del sinsentido, de la soledad...de una sociedad sin Dios. Hace poco se suicidaban unos trabajadores en una fábrica, como protesta contra sus inhumanas condiciones laborales. Tal es el grado de oscuridad y desesperación.
A lo mejor se trata de poner el acento en el bien, sin tapar, ni esconder la verdad: los chinos que ven a mis amigos con su hijos por las calles, los paran, tocan a los niños y alucinan con otra forma de vivir. Son una parte del Cuerpo de Cristo que lleva paz y alegría y esperanza.
Y los demás que vivimos aquí, también participamos de ésta misión de paz, perdonando las ofensas, y dando a los demás algo de nuestro tiempo, nuestra oración y, algo de... nuestro dinero...con la gracia de Dios...Seremos juzgados por el amor.

Sólo dando recibimos. Sólo siguiendo a Cristo somos libres. Sólo ofrendando recibimos lo que de ningún modo podemos merecer” (Benedicto XVI)

Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. (...) Entonces los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber?¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos?¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?" Y el Rey les dirá: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis."(Mt 25, 33)

 


 

 

 

 

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