Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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El tesoro de Moctezuma

por Juan Miguel Carrasquilla

-Me faltó mano izquierda con el emperador Napoleón, no fui políticamente correcto-, comenté después de un rato de meditación.
-Diplomacias, acuerdos y componendas.... A mí también me hablaban de no ser tan extremista, de suavizar la exigencia de la orden que estaba surgiendo. Vivir en una pobreza tan radical no era bien visto en Roma, ni en ningún lugar. Debía acomodar la regla a los tiempos de la iglesia...-Francesco seguía allí, conmigo.
-Y en realidad su aparición en la historia fue una revolución, un volver a la raíz del problema, del problema del hombre, del problema de la religión, del problema de la iglesia...
-¿Problema? Si alguien sabe de problemas y de cómo meterse en ellos soy yo.
-¡Bienvenido, señor Cortés, es una sorpresa agradable tenerle con nosotros. Le presento a Francisco de Asís!. Hernán Cortés, el caballero español, conquistador de México, se presentó ante nosotros con simpatía y curiosidad.
-¿Cómo se definiría usted, señor Cortés?¿Conquistador, vividor, hidalgo, ambicioso, diplomático?- Le inquirí directamente, mientras se sentaba en la silla que había dejado vacía nuestro anterior personaje.
-Un poco de todo, ¿no?. Si, fui conquistador de pueblos, de personas y de voluntades, con una mezcla de astucia, de chantajes, de intrigas y ¿como no?, de violencia, no olvidemos que fui un hombre de armas, un soldado.
-Un soldado de fortuna, un soldado cuya bandera era la propia.
-Mi meta era engrandecer la riqueza y el nombre de España y ....el mío propio, claro está. Yo solo me aproveché de las circunstancias. Aquellos indios, eran salvajes, que se odiaban entre ellos y yo, simplemente, usé su afán de traición. No fui yo quién acabó con ellos, fueron ellos solitos. Eran auto destructivos, estaban siempre en lucha, con sus batallas floridas, cuyo único objetivo era conseguir prisioneros para ser sacrificados a los dioses...lo dicho: ¡salvajes!
-Idolatrías, mitologías basadas en el miedo y en el chantaje a los dioses para que sean propicios a los intereses humanos. Hoy en día sigue habiendo mucho de esto, seguimos viendo a Dios como un ser lejano, cruel y arbitrario, sediento de sacrificios y penas humanas para satisfacer su tiranía y poderío sobre nosotros, -reflexioné en alto, -...¿porqué Dios no me da lo que le pido? con lo bueno que soy yo, nunca hago mal a nadie, ¿Porque Dios no satisface mis deseos?, Renuncias, ayunos, privaciones,....buenísmo. Durante mucho tiempo de mi vida, lo veía así, Dios era el jefe, un dictador al que había que contentar, sobornar, convencer de mis buenas intenciones...
-Claro, tu objetivo no era Dios, conocerle, amarle, escucharle, tu objetivo era otro, -alzó algo la voz Francesco,- tu objetivo eras tú mismo...¡satisfacerte!, y Dios era un vehículo, un instrumento más para tu realización....Usamos a Dios.
-Pero no hay nada de malo en buscarse la vida, mejorar en lo posible tu situación económica y social,- intervino Cortés, un poco desconcertado,- además, yo hice un gran servicio a Dios y su iglesia. Sudamérica es el mayor foco de cristianismo hoy en día.
-A base de abusos y matanzas. Tu anhelo era el tesoro de tenochtitlán, el tesoro de Moctezuma, el tesoro de los aztecas. Y ¿dónde quedaba la voluntad de Dios?
-¿Dios? Eran ellos o nosotros, nos superaban en número, eras bestias que luchaban sin piedad, había que salvar el pellejo. No sé lo que quería Dios, pero ganamos, así que no me equivoqué del todo, ¿no?
Francesco se dirigió a Cortés, que llevaba tiempo incómodo con la conversación,- ”¿No te parece mejor servir a tu señor que a su siervo?” Me dijo la voz de Dios en la noche de Espoleto, cuando iba a la guerra bajo el estandarte del Papa. Nos embarcamos en nuestras luchas bajo la bandera de Dios, sin reflexionar en si es el objetivo de Dios o el nuestro. Dices que no sabías lo que quería Dios, pero sí sabías perfectamente lo que querías tú; no, no escuchamos a Dios, no conocemos su idioma.
-Esto nos lleva al problema del que hablábamos antes de que el señor Cortés entrara, ¿no?.-le recordé.
-Efectivamente,-Francesco, miraba al infinito como si mirara dentro de sí,- el gran problema del hombre es la idolatría, tratar a Dios como un ídolo, un ser que va a satisfacer mis ansias de felicidad...felicidad que me dan las cosas: dinero, poder, prestigio, sexo...La lucha del hombre consiste en descubrir cómo convencer a Dios para que le otorgue esas cosas y cuándo no lo hace, le rechaza. La idolatría es el gran barniz que no deja pasar la palabra de Dios en nosotros. no conocemos a Dios, pero sabemos todo sobre economía, finanzas, ahorro, rentabilidad, ofertas. El mayor disgusto que le pude dar a Don Pietro, mi padre, fue vender todo lo que tenía, renunciar al poder del dinero; aquella tarde en la plaza, delante de todo el pueblo, renuncié a él, abandoné todo por lo que mi padre había luchado...su negocio. Nunca se nos pasa por la cabeza que Dios es todo, que él es la fuente de la felicidad, no es vehículo, sino meta. Tener a Dios, es tener el mundo, tenerlo todo.

Me acordé, entonces de una abuela que visité una vez en un hogar de ancianos. Se quejaba de sus hijas, no iban a verla nunca, la tenían allí, aparcada, olvidada, como un mueble, mientras ellas disfrutaban de sus buenas casas y sus vidas atareadas. “Yo, lo único que he hecho en la vida ha sido trabajar, trabajar y trabajar...por ellas para darles lo que yo nunca tuve...para ellas...trabajar, no he hecho otra cosa, hijas desagradecidas”. Lo repetía una y otra vez. Sí, les enseñó bien el valor del dinero, aprendieron bien lo importante de la vida. Recoge el fruto de lo que sembró, su cosecha es el afán de dinero, de estabilidad económica...toda una vida estéril.

Entré en mí mismo, en oración: “Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero”, y “ Así pues, vosotros no andéis buscando qué comer ni qué beber, y no estéis inquietos, que por todas esas cosas se afanan los gentiles del mundo; y ya sabe vuestro Padre que tenéis la necesidad de eso. Buscad más bien su Reino, y esas cosas se os darán por añadidura.”

Cuántas veces he constatado que para escuchar a Dios hay que...soltar la pasta...desprenderme de mis bienes, aflojar el bolsillo, no para hacer un bien a los pobres, da igual a quién se lo dé, no voy a solucionar el hambre de nadie, sino mi propia hambre espiritual.....El beneficiado soy yo. Y cuánto más me cuesta dar, más me doy cuenta de lo apegado que estoy, de la cantidad de barniz que me protege de Dios y sus pensamientos...

Vended vuestros bienes y dad limosna. (…), porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.”.....

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