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[21.10] 04. Los mártires claretianos de Vic

por Victor in vínculis

21 de octubre de 2017, 10h. Sagrada Familia de Barcelona · beatificación de 109 mártires claretianos · 1815 santos y beatos mártires de la persecución religiosa en España

Agradecemos a Hispania Martyr la elaboración de estos artículos como preparación espiritual para la beatificación de este sábado.

 

La Congregación de Hijos del Inmaculado Corazón de María, Congregación Mártir
La Congregación de Hijos del Inmaculado Corazón de María, fundada en Vic por San Antonio María Claret en 1849, precede en número a las demás en la corona de mártires que la Iglesia española ofreció a Dios en la persecución religiosa de los años 1934-39, siendo bendecida con doscientos setenta y uno (271) de sus miembros sacrificados in odium fidei, por lo que, con razón, se le llama Congregación Mártir.

En los años cincuenta del pasado siglo se instruyeron diez procesos de martirio en que se incluyeron sólo a ciento ochenta y tres Siervos de Dios  de sus doscientos setenta y un religiosos sacrificados, 150 en Cataluña; 51 en Aragón; 24 en La Mancha; 21 en Madrid; 9 en Santander; 7 en Extremadura; 6 en Andalucía y 5 en Valencia -, pues de los ochenta y ocho restantes no se logró obtener pruebas fehacientes para fundamentar el riguroso proceso canónico martirial, pero, aunque el nombre de éstos no figure formalmente como tales,  sí lo son ante Jesucristo por quien dieron su sangre, pues “ante Dios no hay mártires anónimos”. 

Claretianos beatificados, y que lo serán el 21 de octubre de 2017
De estos ciento ochenta y tres integrantes, han sido ya beatificados setenta y cuatro: cincuenta y uno, mártires de Barbastro, diecisiete seminaristas martirizados en Fernán Caballero de Ciudad Real y Sigüenza, y siete de Tarragona y la Selva del Camp, que, con los ciento nueve que lo serán el 21 de octubre de 2017 en Barcelona, completan todos los incluidos en los procesos.  Del grupo de los ciento nueve mártires ahora beatificados, sesenta pertenecían a las comunidades de Cervera-Mas Claret y Solsona; quince a las de Vic y Sallent; once a la de Lérida; ocho a la de Barcelona y otros tantos a la de Sabadell; cuatro a la de Valencia y tres a la de Castro Urdiales en Santander.
 
Comenzamos su relato con los mártires de la sede y cuna de la Congregación en la ciudad de Vic.
 

Vic “la ciudad de los santos
De Vic, conocida como “la ciudad de los santos”, escribe el claretiano Pedro García en su Crónica Martirial que su comarca era “asiento de las más puras esencias cristianas de Cataluña, y por sus obispos, sus santos y sus sabios -entre otros Miguel de los Santos, el P. Claret, el P. Almató, el P. Coll, Joaquina de Vedruna, Jaime Balmes, Mosén Cinto Verdaguer, Torres y Bages y tantos más - ha influido como ninguna otra diócesis en la Iglesia española de nuestros tiempos".
 
Vic era la “ciudad catalana levítica por antonomasia”, por lo que los defensores de la tradición católica y foral en Cataluña eran apodados “vigatans”, frente a los liberales constitucionalistas partidarios de la modernidad traída por la Revolución Francesa, denostados como “botiflers” o traidores.

Los Mártires claretianos de Vic
En la diócesis de Vic el Instituto de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María en 1936 tenía tres casas: la casa Madre de Vic con 69 miembros, 31 de ellos novicios; la de Sallent, lugar de nacimiento de su santo fundador, con seis religiosos, y la finca de Mas Claret, en la Parroquia de San Pere dels Arquells. De las tres comunidades fueron 18 las víctimas sacrificadas, pero sólo de quince se logró aportar pruebas seguras de su muerte martirial, y serán beatificadas el 21 de octubre de 2017 en Barcelona.

Martirio de los responsables del noviciado Padres Arner y Navarro
En Vic tenía la Congregación Claretiana su noviciado, y la tarde del lunes 20 de julio el P. Superior dispuso poner a salvo a la treintena de novicios, que fueron saliendo con sus sotanas, como si fueran de paseo, acompañados por el padre maestro José Arner Margalef (bajo estas líneas) y su ayudante el padre Casto Navarro Martínez.
 

Se dirigieron a la Masía Pratdesaba donde la familia les dio de cenar, y tras rezar juntos el Rosario, pasaron allí la noche. Los novicios dejaron las sotanas con que salieran de casa y los Padres, para disimular la coronilla, se cortaron el pelo al rape. A la mañana siguiente, tras oír Misa, salieron hacia el monte, por donde anduvieron trashumantes durante ocho días, durmiendo al raso. Mientras el P. Arner buscaba alimentos en las masías para sus novicios, el P. Navarro velaba para que no faltaran las piadosas prácticas del noviciado, haciendo a diario la meditación y rezando las tres partes del rosario, inculcándoles que debían estar orgullosos de ser perseguidos por seguidores de Cristo, pues era la mayor gracia que podía concederles. El día 25, fiesta de Santiago les predicó que debían pedirle como él sufrir martirio, si era voluntad de Dios.
 

El padre Casto Navarro (sobre estas líneas) intentó comunicarse con el Superior para ver de pasar a los novicios a Francia, pero al entrar en Vic fue detenido, y como indocumentado sospechoso, llevado maniatado al cuartelillo. Allí entre insultos y vejaciones, lo sometieron a minucioso interrogatorio, preguntándole en especial donde estaban los restos del Padre Claret.

El P. Arner y su treintena de muchachos vivaqueaban en los montes, hasta que un masovero, viéndolos tan desastrados, acudió al Comité obteniendo un salvoconducto para que pudieran volver a Vic. El P. Arner no quiso abandonarlos, y al atardecer del 28 de julio, al llegar al puente de Calldetenas fueron todos detenidos y conducidos al Comité. Los novicios quedaron libres, pero el P. Arner fue conducido al cuartelillo en que estaba ya detenido el P. Navarro, y a las 11 de la noche llevaron a ambos a la cárcel en la que permanecieron diez días.

Los sacaron la noche del 7 al 8 de agosto, y por la mañana sus dos cadáveres se hallaban tendidos al fondo de un terraplén, frente al camino de la Preditxa, en el km. 10 de la carretera de Vich a San Hilario. Quedaron allí insepultos hasta que en la tarde del domingo 9 los llevaron en carro al cementerio de S. Hilario. En el Registro, y a 10 de agosto de 1936, aparecen dos partidas correspondientes a los cadáveres de los Siervos de Dios PP. José Arner y Casto Navarro, inscritos como “dos desconocidos encontrados el día 9 entre el km. 9 y 10 de la carretera de Vich a San Hilario, muertos a consecuencia de heridas de arma de fuego”.

Padres Julio Aramendía y José Puigdesens
El padre Julio Aramendía Urquía (bajo estas líneas), de 36 años, había nacido en Obanos, Navarra, y venido a Vic en el verano de 1936 para consultar con el P. Puigdesens los archivos de la Casa para escribir una biografía del Padre Claret.
 


El padre José Puigdeséns Pujol (bajo estas líneas) a sus 43 años era filósofo eminente. En la tarde del lunes 20 de julio salió del convento y se refugió en casa de su hermana en Vic, llevándose consigo al Padre Aramendía.
 

Al atardecer del día 21, y ante la noticia de que su convento de la Merced estaba ardiendo, el P. Puigdeséns intentó en vano entrar para salvar de las llamas valiosos escritos. El sábado 25, fiesta del Apóstol Santiago, celebraron ambos Misa a puerta cerrada en la vecina Iglesia de la Misericordia, pero algún vecino los vio y delató al Comité, y a las tres de la tarde hombres armados llamaban a la puerta preguntando por el P. José. Tras un registro de tres horas les prohibieron decir más misas y cambiar de domicilio. Amigos del P. Puigdeséns acudieron al Conceller de Cultura de la Generalitat Ventura Gassol, quien siendo novicio había sido discípulo suyo, para que le gestionara la salida de España. El Padre le escribió carta de anticipado agradecimiento por sus imaginadas gestiones, pero la respuesta de Gassol no llegaba, y el P. Puigdesens puso ya su esperanza sól o en Dios, dedicándose por completo a la oración y meditación.

En la madrugada del 17 de agosto se presentaron de nuevo las patrullas y se llevaron a los dos religiosos al Comité, y hacia las 4 de la mañana, en el Manofre, masía de la carretera de Manlleu, oyeron varias descargas. Junto al camino de Can Isern, quedaban tendidos los cadáveres de los Siervos de Dios, PP. José Puigdeséns y Julio Aramendía. Muchas personas pasaron con disimulada veneración durante toda la mañana, y cuentan tenían la parte posterior del cráneo levantada por las balas. Manos piadosas los cubrieron con un saco hasta que se les llevó al cementerio.

Los padres Juan Codinach y Miguel Codina y el Hermano José Casals en Can Vivet de Taradell
El padre Juan Codinach Espinalt, antiguo misionero en Colombia, volvió enfermo a España, siendo destinado a la Casa Madre de Vic. Salió del convento el 20 de julio con los novicios, y el 24 se refugió en Can Vivet de Taradell, pueblo del Hermano Costa.
 
El padre Miquel Codina Ventayol, de 36 años, Catedrático en el Teologado de Cervera, vino a Vic el 18 de julio para consultar su biblioteca. Tres días después tuvo que esconderse, y a primeros de agosto refugiarse también en Can Vivet de Taradell.

El hermano José Casals Badía, cocinero de la casa, en la tarde del 21 de julio se encargó de esconder la imagen de la Virgen del Buen Suceso, siendo de los últimos en salir del convento, saltando las tapias, cuando los revolucionarios ya entraban en la Merced.

Se refugió en casa Portusac, y desde allí llevaba víveres a los novicios que andaban por los bosques, y hacía de cocinero al Obispo, oculto en casa próxima, hasta que, temiendo un registro, el 13 de agostomarchó a la masía del Vivet de Taradell, donde se hallaban otros Padres. A las pocas horas de llegar se presentó en la masía el Comité del pueblo que les intimó a quedar recluidos allí sin salir bajo responsabilidad del dueño de la casa José Franch.

Dos meses cortos transcurrieron tranquilos, hasta que el 8 de octubre, llegaban a la masía dos autos del Comité de Vic en su busca. El P. Codina se desprendió de todo lo que tenía de valor menos del Rosario, "porque si me asesinan, quiero morir teniéndolo entrelazado en mis manos". Ingresaron en la cárcel.

Surgió esperanza de salvación, pues se decía que el 12 de octubre la Generalitat disolvía los terroríficos Comités y los sustituía por Consejos Municipales. Lo que no se decía es que los dirigentes de los Comités se integraban en los nuevos Consejos, y seguían los crímenes. Así, aquel día, fiesta de la Virgen del Pilar, aparecieron cuatro hombres asesinados: dos en el término de Malla, los Padres Codinach y Codina, y otros dos: Mn. Molist y el Hermano José Casals en la carretera de Manlleu.

Hermano Miguel Facerias Garcés
Dice el P. Arranz que el Hermano Miguel Facerías Garcés, a sus 75 años, conservaba la inocencia de un niño, la piedad de un novicio, la laboriosidad de un joven y la sensatez, bondad y equilibrio que dan los años. Era el sastre de la Comunidad y proveyó de ropa seglar a todos los que tuvieron que salir apresuradamente de la Casa al comenzar la revuelta.

En los primeros días se refugió en casa Vinyeta de Vic en compañía de otro Hermano, pero al poco, éste enfermó, y se presentaron ambos al Comité para que, en atención a sus achaques, les permitieran entrar en el Asilo de las Josefinas. “Cuatro tiros es lo único que ustedes necesitan”, se les dijo en el Comité. El Hermano contestó: “Con dos habría bastante, pues ya somos viejo, y hay que ahorrar”. La respuesta les desconcertó, y el 13 de agosto entraban en el asilo donde pasaron cuatro meses de vida tranquila; rezando el Rosario y realizando actos de piedad en comunidad con otros religiosos allí acogidos.  En diciembre se dispuso que salieran los asilados sacerdotes y religiosos, y el día 17 el Hermano Facerías marchó a la Casa Nova de Santa Cecilia en compañía de una religiosa hija de la casa. Enseñaba el catecismo a los niños; como sastre les remendaba y planchaba la ropa y les confeccionaba prendas nuevas; barría, partía leña, y aun le sobraba tiempo para pastorear un pequeño rebaño.

Delatado al alcalde de Santa Cecilia, éste sentenció: “Hay que limpiar el pueblo de toda esa porquería clerical”, y el 22 de febrero se presentó Ramón Pol, jefe del Comité, para hacer un registro.  El Hermano Miguel se identificó: “Soy el sastre de la Merced de Vic, he sido expulsado del asilo, y me he refugiado aquí por no tener familia”. Le dijeron llevarlo a Vic a declarar.  Entró en su habitación y como sabía que en la cárcel hace mucho frío, se vistió con prendas duplicadas. Se despidió de sus bienhechores: “Si no nos vemos más, hasta el Cielo”. El chofer Antonio Piella, dice que le dejó en la Consejería de Defensa, sin que se supiera ya más de él. Al día siguiente apareció asesinado en el Pont del Llop un “anciano, detenido en la Casa Nova de Santa Cecilia, y que vestía doble pantalón”. Fue enterrado en el cementerio de Alboquers. Sería el último mártir de la Comunidad de Vic.

Hermano Isidro Costa Homs
Nacido en Taradell, trabajó de mozo en varias masías, entre ellas en el Vivet de su pueblo, de donde marchó al noviciado. En 1936 a sus 29 años estaba en el convento de Vic como ayudante del cocinero hermano José Casals. Al dispersarse la Comunidad el 21 de julio, el hermano Costa volvió al Vivet de Taradell, y ante el número de misioneros allí refugiados, pasó a la casa de campo de la Roca. Tenía un primo en el Comité de Taradell y se agenció un carnet de la F.A.I.

Su aspecto fornido y modales campesinos no le hacían sospechoso, y comenzó a hacer de enlace y ayuda para sus compañeros de Congregación. Los sábados iba a Vic y contactaba con los misioneros escondidos en la ciudad, y viajó a la Selva del Camp y a Montblanc, donde le informaron de la muerte del estudiante claretiano Jaime Franch, hijo del dueño de la masía del Vivet.

Visto el éxito de sus correrías, decidió por su cuenta ir a Mas Claret a saber de la suerte de sus hermanos, ignorando que unas semanas antes 19 misioneros habían sido allí fusilados, quedando sólo el Hermano Bagaría. Se alojó en Vergós en casa de la familia Pomés, que intentó disuadirle de presentarse en Mas Claret, pero el Hermano replicó: “No me pasará nada que Dios no quiera, y si me cogen, moriré contento por Dios”.

Al llegar a la finca el 11 de noviembre fue detenido. Mostró la documentación alegando que buscaba trabajo en el campo, y sus manos encallecidas como prueba, pero un antiguo criado lo reconoció. Para estar seguros de que era religioso le hicieron la prueba de blasfemar, a lo que el hermano se negó. Avisaron al Comité de Cervera, que una hora después lo fusilaba en la era y lo enterraban cerca de donde descansaban sus 19 compañeros mártires de octubre.

Padre Juan Blanch Badía
De familia de labradores en Puigpelat, ingresó como interno en el seminario pontificio de Tarragona, donde fue ordenado sacerdote, pero tras varios destinos como vicario, sintió que su vocación era la de religioso, e ingresó en el noviciado claretiano de Cervera, profesando en Vic. Superior de varias comunidades, en 1936 lo era de la de Tarragona.

El 20 de julio se hallaba de paso por Cervera para predicar en Guisona. El día 21 al ser expulsados los misioneros, pudo refugiarse en la casa de la familia Lloses, única que conocía en la ciudad, por ser la del P. Agustí, futuro mártir en Lérida. Allí pasó un mes largo dedicado a la oración y a la enseñanza del catecismo a los niños de la familia. Delatado al Comité, a las diez de la noche del 31 de agosto se presentó una patrulla en busca del Padre Blanch y del dueño de la casa Don José Lloses.

El Padre les suplicó en vano: “Matadme a mí si queréis, pero dejad a este pobre padre de familia”. Les llevaron al Comité y los fusilaron en el término de San Pedro dels Arquells. A la mañana siguiente avisaban a la familia de que los cadáveres de ambos estaban ardiendo en un ribazo de la carretera en medio de gavillas de siega. Pudieron recoger sólo sus cenizas y las depositaron en el nicho familiar de los Lloses en el cementerio de Cervera. Una cruz de piedra señalaba el lugar del martirio.
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