Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

La dictadura del pensamiento

Javier Olivera Ravasi.
El padre Javier Olivera Ravasi, durante la conferencia que pronunció recientemente en Uruguay sobre la orwelliana dictadura del pensamiento que vive el mundo actualmente.

por Álvaro Fernández Texeira Nunes

Opinión

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El 20 de septiembre del corriente, el padre Javier Olivera Ravasi, muy conocido por sus libros y por su canal del YouTube QNTLC [Que No Te La Cuenten], dio una magnífica conferencia en Uruguay, titulada Vivir en 1984. La dictadura del pensamiento. El Padre comenzó explicando que en la distópica novela de George Orwell, los protagonistas -Winston y Julia- viven en función del Estado, en una sociedad dominada por un partido único, que impone un pensamiento único bajo la permanente vigilancia del Gran Hermano, que todo lo oye y todo lo ve, a través de las telepantallas. Presentamos aquí un resumen de la conferencia y al final nuestras propias conclusiones.

El control del sistema -explica el padre Javier- es la base de toda ideología. La constante vigilancia del sistema nos obliga a la autocensura: a callar la verdad, aunque la sepamos. Winston y Julia, por oponerse al sistema, son torturados y terminan abdicando de sus principios, voluntariamente sometidos a la ideología del Partido.

Resulta paradójico que mientras hoy el valor supremo de muchos es la libertad de expresión, todo ciudadano puede ser vigilado, censurado y castigado en nombre de un bien superior. Hay quienes han sido arrestados por rezar mentalmente y en silencio, frente a clínicas abortistas. Ha habido un ómnibus en España que fue cancelado y multado por transitar con una leyenda que decía Los niños tienen pene y las niñas tienen vulva: algo así como decir “el agua moja y el fuego quema”…

¿Cuáles son los pilares en los que se basa el Partido de la novela para imponer el pensamiento único? La “neolengua”, el “doblepensar” y la mutabilidad del pasado.

La neolengua consiste en modificar el lenguaje para estrechar la mente y desde allí modificar la realidad. En el mundo orwelliano, las palabras no sólo nombran las esencias de las cosas, sino que de algún modo, crean la realidad y la cambian. Ocurrió en la Revolución Francesa, cuando se cambió el nombre de los meses, los días y hasta el Padrenuestro; y en Uruguay, cuando hace casi cien años se denominó "Día de la Familia" a la Navidad, o “Semana de Turismo” a la Semana Santa.

Hoy, sucede con del “lenguaje inclusivo”, con eufemismos como “interrupción del embarazo” o “eutanasia” (buena muerte), y con los motes de “fundamentalista” o “ultraderechista” utilizados para identificar a los “enemigos del sistema”, que deben ser odiados por los “buenos”.

El doblepensar es, según Orwell, “la facultad de sostener dos opiniones contradictorias, simultáneamente; dos creencias encontradas albergadas en la misma mente y al mismo tiempo”. Consiste en mentir con convicción, en negar la evidencia de ojos y oídos. No solo se trata de negar la validez de la experiencia, sino de negar la existencia de una realidad externa. Es el ejercicio de la lógica contra la lógica, con la intención manifiesta de destrozar el sentido común.

De hecho, en 1984 “la mayor de las herejías, era el sentido común”. ¿Por qué? Porque a los totalitarios no les alcanza con dominar los cuerpos: necesitan controlar la inteligencia, la voluntad, la libertad interior, para lograr que nadie se rebele. Un pensamiento discordante con la doctrina del Partido era, en la novela de Orwell, un crimen mental: un “crimental”.

Y es que el crimen esencial para las organizaciones totalitarias es llamar a las cosas por su nombre: es mostrar que la realidad es independiente de lo que se diga o se piense de ella. No hay nada más agresivo que la realidad. La realidad se impone, no se crea con el pensamiento. Por eso el protagonista afirma que “la libertad consiste en poder decir que 2 + 2 = 4”. Lo único necesario para enfrentar al sistema es que alguien se anime a decir que el Rey está desnudo. Sólo así, muchos volverán a la realidad.

La “mutabilidad del pasado” consiste, según Orwell, en cambiar los datos de la historia cuando no cuadran con el relato oficial: ese era el trabajo de Winston en el Ministerio de la Verdad. “Basta que el cambio del pasado sea repetido y enseñado hasta el cansancio -dice el protagonista-, para que termine convirtiéndose en una verdad por todos repetida pacíficamente”: la mentira pasa a ser “verdad”.

Si bien la inteligencia no puede decaer -afirma el padre Javier, citando al padre Leonardo Castellani-, sí puede debilitarse por su poco ejercicio, por un sometimiento externo, o por desidia interna. Si, como dice Santo Tomás, “entiendo porque quiero”, la voluntad humana puede ser obligada a someterse a lo falso, a lo erróneo, a lo irreal.

Por eso se nos ha falseado la historia, haciéndonos creer que Galileo murió en la hoguera, que la conquista de América fue un genocidio u ocultándonos hechos gloriosos como la victoria de Blas de Lezo sobre la armada inglesa en Cartagena de Indias.

¿Por qué tanto interés en aniquilar la historia? Porque, como dice Cicerón, la historia es magistra vitae, maestra de la vida. Y porque, como recuerda Orwell, “quien controla el presente, controla el pasado, y quien controla el pasado, controla el futuro”. Precisamente por eso, hoy se están reeditando cuentos clásicos infantiles en clave LGBT, haciéndoles decir cosas que sus autores jamás quisieron decir. Al tiempo que son cancelados quienes se niegan a realizar “el acto de sumisión que es el precio de la cordura”: quienes como Jordan Peterson o J.K. Rowling se niegan a decir que 2 + 2 = 5. En la novela, a fuerza de tortura, el protagonista termina asintiendo, en contra del sentido común, y pidiendo perdón por el “error” de oponerse al Gran Hermano.

La conferencia completa del padre Javier Olivera Ravasi.

El padre Javier culminó su exposición preguntándose si es necesario y conveniente oponerse a las ideologías, si es factible cambiar un mundo distópico… Y citando a Winston, concluyó: “No creo que podamos cambiar el curso de los acontecimientos mientras vivamos, pero es posible que se creen algunos centros de resistencia, grupos de descontentos que vayan aumentando e incluso dejando testimonios tras ellos, de modo que la generación siguiente pueda recoger la antorcha y continuar nuestra obra”.

Nosotros, por nuestra parte, concluimos lo siguiente:

1. Hoy muchos cristianos e incluso muchos católicos han sometido su inteligencia y su voluntad al pensamiento dominante, tras ser “torturados” por los modernos medios de comunicación -redes incluidas- y por la presión social de los pares, con quienes muchos prefieren no entrar en discusión.

2. A pesar de todo, afirmamos con Victor Frankl que “el hombre tiene capacidad de elección”, que puede “conservar un vestigio de la libertad espiritual, de independencia mental, incluso en terribles circunstancias de tensión psíquica y física”. Y que todo se le puede arrebatar, salvo “la última de las libertades humanas -la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias- para decidir su propio camino. (…) Es esta libertad espiritual, que no se nos puede arrebatar, lo que hace que la vida tenga sentido y propósito”.

3. Quienes hayan sido capaces de conservar esa libertad espiritual y esa independencia mental -nada más ni nada menos que el sentido común-, deben juntarse y establecer esos focos de resistencia, tan necesarios para pasar el testigo a las siguientes generaciones.

4. Como en la Reconquista española, cada generación debe hacer lo que le toca: no habría sido posible la liberación final de Granada en 1492 si no hubiera existido un Don Pelayo combatiendo en Covadonga en 722.

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