La derecha podrida
En un artículo reciente, titulado El barrizal positivista, citábamos cierto pasaje de Santo Tomás en el que se nos proponía un criterio infalible para determinar el objeto de protección de las leyes, basado en las inclinaciones elementales del ser humano. Y señalábamos también nuestra perplejidad ante esa derecha que clama jeremíaca contra el separatismo, pretendiendo que es la mayor de las calamidades que sufre España, a la vez que admite calamidades mucho más lesivas de las inclinaciones del ser humano. Pues la derecha podrida que clama contra el separatismo ha contribuido a entronizar el aborto y la eutanasia, la debilitación y adulteración del matrimonio, la restricción de la patria potestad, la conversión de las escuelas en corruptorios, la competencia y el odio entre los sexos, así como un rosario de leyes laborales que hacen cada vez más difícil fundar una familia y otro rosario de leyes laicistas que hacen cada vez más difícil acercarse a Dios.
Resulta, en verdad, misterioso que esta derecha podrida que ha renunciado a defender todas las inclinaciones elementales del ser humano se muestre, en cambio, tan activa en su lucha contra el separatismo. Siendo ingenuos, podríamos pensar que, luchando por esta causa, la derecha siquiera defiende la inclinación del ser humano a vivir en comunidad, tras abandonar la defensa de las demás inclinaciones. Pero lo cierto es que nadie que renuncia a defender la conservación de su ser, la procreación y el cuidado de su prole y el acercamiento de Dios puede defender sinceramente la vida en comunidad. Puede, en todo caso, defender una unidad de hormiguero, sin diferenciación ni integración (¡libres e iguales!), que, a la postre, actuará como fábrica de separatistas y como disolvente de la auténtica vida comunitaria.
Pero, ¿cómo se explica que los adeptos de esta derecha podrida no adviertan que es imposible defender una auténtica vida comunitaria cuando se ha renunciado a la defensa de las demás inclinaciones del ser humano? Hace falta, en verdad, estar muy obnubilado para no advertir una evidencia tan gigantesca. Y esta obnubilación -nos enseña Donoso Cortés- la provoca la escuela liberal, «cuyo oficio propio es falsear todos los principios, combinándolos caprichosa y absurdamente con aquellos otros que los contradicen». Pues, en efecto, pretender combatir el separatismo a la vez que se aceptan y aplauden todas las calamidades que atentan contra las inclinaciones elementales del ser humano, es tanto como -citamos de nuevo a Donoso- «prescindir de la cuestión relativa al mal en sí, al mal por excelencia, para ocuparse sólo de cierto género de males; como si fuera posible que el que ignora qué cosa es el mal pueda saber qué cosa son los males particulares».
De ahí que esta derecha podrida, a la vez que agita el espantajo del separatismo como banderín de enganche, se allane ante la visión del mundo y del hombre que preconiza el progresismo, que así puede imponerse más fácilmente. Pues, como también nos enseña Donoso, «las escuelas socialistas sacan grandes ventajas a la escuela liberal, cabalmente porque se van derechas a todas las grandes cuestiones y porque proponen siempre una resolución perentoria y decisiva. El socialismo no es fuerte sino porque es una teología satánica. Las escuelas socialistas, por lo que tienen de teológicas, prevalecerán sobre la liberal por lo que ésta tiene de antiteológica y de escéptica».
Esta derecha podrida sólo sirve, en fin, para llevar a sus adeptos hacia los rediles que interesan al progresismo, mientras agita el espantajo de males particulares.
Publicado en ABC.