Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

La Pascua judía y la Pascua católica

Cuadro que representa la primera Pascua.
"La primera Pascua. La décima plaga de Egipto (la muerte del primogénito)", cuadro del siglo XVIII de autor anónimo que se conserva en el convento de Santo Domingo en Quito (Ecuador).

por Luciana Rogowicz

Opinión

Hace unos cuantos años, cuando no conocía casi nada sobre el cristianismo, siempre me llamaba la atención la “casualidad” de que la Pascua judía coincida casi siempre en la misma fecha que la Pascua católica.
 
Cuando fui conociendo más sobre el cristianismo me di cuenta de que esa “casualidad” no era tal, sino que tenía una relación importante.
 
Y hoy en día, habiendo estudiado las raíces judías del catolicismo y las raíces judías de la eucaristía, está claro que no sólo se trata de una casualidad que estas dos fiestas conicidan alrededor de la misma fecha, y que no sólo tienen una relación importante, sino que ambas son dos caras de la misma moneda. [Nota de la autora: ambas fiestas no caen siempre en el mismo día porque la Pascua judía se rige bajo el calendario lunar.]
 
Se podría decir que la Pascua católica está escondida o prefigurada en la Pascua judía, y la Pascua judía es llevada a su plenitud, a su comprensión completa, en la Pascua católica.
 
Fue justamente en la celebración de la Pascua judía cuando Jesús instituye la Eucaristía, en la recordada Última Cena. 

¿Cómo surgió la Pascua judía?

En la Biblia, en el Libro del Éxodo, encontramos el relato completo de esta historia y es donde se da origen a la liturgia pascual celebrada hasta hoy en día por todas las generaciones del pueblo de Israel.
 
Comienza el relato en Egipto, donde el pueblo de Israel había estado oprimido como esclavo por siglos: “Los egipcios redujeron a los israelitas a la condición de los esclavos, y les hicieron insoportable la vida, forzándolos a realizar trabajos extenuantes: la preparación de la arcilla, la fabricación de ladrillos y toda clase de tareas agrícolas” (Éx 1, 13-14).
 
Luego: “Pasó mucho tiempo y, mientras tanto, murió el rey de Egipto. Los israelitas, que gemían en la esclavitud, hicieron oír su clamor, y ese clamor llegó hasta Dios, desde el fondo de su esclavitud. Dios escuchó sus gemidos y se acordó de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob. Entonces dirigió su mirada hacia los israelitas y los tuvo en cuenta” (Éx 2, 23-25).
 
El pueblo de Israel no sólo salió de Egipto, sino que fue liberado por Dios, “por su brazo poderoso”, obrando, entre otras cosas, a través de las diez plagas. Y fue con la última plaga, cuando la muerte de los primogénitos cayó en Egipto y atravesó, “pasó”, las casas de los israelitas, cuando el faraón finalmente los dejó partir.
 
Para que esto ocurriera, Dios le dio a Moisés indicaciones acerca de lo que su pueblo debía hacer, y la práctica de éstas consistió en lo que fue la primera Pascua. (Esto se puede ver detalladamente en el capítulo 12 y 13 del libro del Éxodo.)
 
El libro del Éxodo no sólo cuenta la historia sobre lo que ocurrió en la noche de la Pascua, sino que también establece la liturgia pascual, el rito pascual, que debía ser llevado a cabo por el pueblo de Israel esa misma noche y para siempre.
 
Cada padre debía actuar como un sacerdote para su familia, ofreciendo un sacrificio. Debía llevar un cordero puro, sin ningún defecto, de un año de edad y matarlo. Cortar su cuello y colocar la sangre en un recipiente. Y luego el padre debía tomar una rama de la planta de hisopo, y mojarla en esa sangre y poner en los marcos de la puerta de su hogar, como un signo de la alianza con Dios. Un signo para que el ángel de la muerte “pase”, “atraviese” ese hogar, y no muera el primogénito.
 
Ese “paso” es lo que da lugar al nombre de la festividad. Pesaj viene del verbo Pasaj, que siginifica “pasó", “atravesó”.
 
Fundamentalmente, al final de este ritual, la familia debía juntarse en la cena y comer la carne de ese cordero. Esa era la culminación del sacrificio pascual. Era esencial hacer esto. Sí o sí debían consumirlo todo, de lo contrario no se cumplía el sacrificio.
 
A lo largo de los años, la celebración de la pascua, Pesaj, se fue desarrollando en la tradición judía. No sólo se hace lo que está detallado en la Biblia sino que se le fueron añadiendo aspectos tradicionales. Y hoy en día esta cena especial, se da en torno a un orden de quince pasos que veremos en otro artículo. ("Orden" en hebreo se dice Seder, y por eso esta cena se llama Seder de Pesaj.)
 
Este Seder da inicio a la fiesta de la Pascua y de los panes ácimos. Durante ocho días no se puede comer levadura y se rememoran todos estos acontecimientos. 

La Pascua judía y la Última Cena

“El primer día de los Ácimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: «¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?». Él respondió: «Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: 'El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos'». Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua” (Mt 26, 17-19).
 
Como decía al principio, no es casual que Jesús haya elegido la celebración de Pascua para su Última Cena y la institución de la Eucaristía.
 
La primera Pascua, el primer éxodo, implicó la salvación de un pueblo, un paso de la esclavitud física a la libertad física. Y además una libertad de culto, ya que al estar oprimidos y vivir como esclavos no podían hacerlo.
 
Jesús vino como alguien aún más grande que Moisés, a liberar ya no sólo a un pueblo sino a toda la humanidad. Y no de la esclavitud física sino espiritual.
 
Y un nuevo éxodo requería de una nueva Pascua. Y Jesús instituye la nueva Pascua del nuevo éxodo. Pero esta vez el cordero sin defecto era Él mismo.
 
Por medio de este sacrificio Jesús inaugura el nuevo éxodo que los profetas habían anunciado y que el pueblo judío tanto anhelaba. Esta noche, Jesús pronuncia por primera vez las palabras que consagran su propia sangre como expiatoria: “Derramada por muchos, para el perdón de los pecados”.
 
Esta vez será su propia sangre la que librará a la humanidad. De la misma manera que la sangre de los corderos hacía saltear las casas de los israelitas de la plaga de la muerte, quien consuma la sangre del cordero de Dios lo “salteará” también de la muerte espiritual al consumirla, y así tendrá vida eterna.
 
Del mismo modo que para el pueblo de Israel era obligatorio consumir el cordero para completar el sacrificio pascual y evitar así la décima plaga, nosotros debemos también consumir el cuerpo y la sangre de Jesús, transustanciado en pan y vino, para completar la salvación.
 
Jesús reemplaza el sacrificio del cordero pascual por el sacrificio de sí mismo. Será “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29). Él establece en ese momento y para siempre un nuevo sacrificio. Y de esta forma tan sagrada y misteriosa, se inaugura el nuevo éxodo.
 
Jesús reconfigura la Pascua judía a través de su propio sufrimiento y su propia muerte y marca la nueva Pascua y la nueva Alianza.
 
Que en esta Pascua sepamos ver las huellas que fue dejando Dios a lo largo de la historia, para que este magnífico misterio sea aún más grande y hermoso.

Publicado en el blog de la autora, Judía & Católica.

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