Salve, Madre
Gracias por seguir siendo Pilar, columna que sostiene la Fe y con ella la vida hoy precaria de la patria. Gracias por animar a Santiago cuando trajo la Fe, que creo que vas a tener que enviárnoslo otra vez, pero armado como en Clavijo.
Gracias por no dejarnos solos en las presentes circunstancias. Gracias por seguir siendo Pilar, columna que sostiene la Fe y con ella la vida hoy precaria de la patria. Gracias por animar a Santiago cuando trajo la Fe, que creo que vas a tener que enviárnoslo otra vez, pero armado como en Clavijo. Gracias por ayudar a Pelayo en Covadonga y en Camposagrado. Gracias por brillar sobre el terruño cual estrella para mostrarnos el sepulcro del Apóstol, y gracias por apostarte en todos los rincones de la península durante la invasión sarracena para reaparecer en cada sitio cuando más falta hacía. Gracias por acompañar a Fernando III en sus campañas andaluzas y por mimar a nuestra reina andariega… ¡Ayúdanos con ella, la inmensa Isabel, para que alcance los altares lo antes posible, que ello nos es ahora imprescindible! Gracias por sacarnos adelante el mundo azteca, que sin tu visita a Juan Diego se quedaba en la noche. Gracias por cuidar de Ignacio y de Javier, gracias por los rosarios de Lepanto y gracias por avisarnos en tantas ocasiones, cuando fuimos al desastre por no hacerte caso.
Gracias, Madre, sobre todo, por tu solicitud hacia España en cada capítulo de nuestra crónica: Gracias por cuidar de Barcelona tras el asedio de Berwick. Gracias por llevar a Bernardo de Hoyos hasta el hogar jesuita de Villagarcía. Gracias por cuidar a nuestros reyes en el destierro y a nuestros héroes en el campo. Gracias por responder a nuestro olvido con el triunfo y la misericordia. Gracias por escuchar aquella Salve del 18 de Julio ante la catedral de Burgos y mostrarnos de nuevo a Jesús, a pesar de frivolidades y tibiezas. Gracias, Virgen de África, por ayudar al ejército a saltar el estrecho y gracias por desactivar las bombas en tu templo de Zaragoza…Gracias por las décadas de libertad, que no son las de ahora, y gracias por los auxilios frente a ésta tiranía que sí lo es. Has empujado tantas empresas que es imposible enumerarlas todas.
Perdona también, Madre, nuestras ingratitudes.
Perdónanos, lo primero, el desdén inaudito hacia tus visitas del siglo pasado: Ezquioga, Umbe, Garabandal, Palmar, El Escorial. En cualquier otro lugar del mundo tales presencias habrían encendido los corazones en una hoguera que iluminaría Europa y el mundo. Aquí has recogido demasiados desdenes, escepticismos, dudas y prepotencias. No nos lo tengas en cuenta y sigue, te lo suplico, irradiando luz desde estos lugares: Ezquioga, todo cumplido al pie de la letra - y el que no quiera entender que no entienda - es preciso reivindicarla para salvar el País Vasco y la poca paz que nos resta. Lo mismo Umbe. En Garabandal hasta las piedras están a la espera. No toda tu siembra se ha perdido. No mires los altibajos de unos y otros, sino la esperanza de los más sencillos. No mires las caricaturas trazadas por el gris sobre tus sitios especiales, ni los cismas ridículos, sino la humildad y la paciencia de las humildes mujeres andaluzas y serranas. No mires el escepticismo de los incrédulos, ni mis propias dudas, sino los frutos de celo y caridad surgidos a tus pies. Perdona, Madre, la tardanza en escuchar tu llamada y no ceses de hablarnos, aunque sea desde lejos.
Gracias por venir, desde Polonia, desde Bosnia, en socorro de las familias españolas: Bien sabes cuanto lo necesitamos, sometidas a un acoso inclemente. Gracias por hacer rebajas con el Rosario, que por un solo misterio cotidiano, rezado en familia, nos sujetas y nos cuidas. Gracias por abaratar las conversiones hasta hacerlas de saldo: ¡No dejes Madre que desaprovechemos el momento! Sigue en medio de nosotros con tus carismas sin tener en cuenta ingratitudes. Preside nuestros hogares y líbralos del icono parlante de la Bestia: Apaga la pestilencia disolvente de las pantallas. Tu presencia silenciosa sea nuestra muralla, nuestro gran recurso: Es por ti que las familias españolas se sostienen en medio de la borrasca. Cose los matrimonios hechos jirones, remienda los hogares, protege la inocencia de nuestros hijos y alienta la resistencia de los padres. Sea tu pureza Inmaculada el faro que alumbre a esta juventud rodeada de incitaciones engañosas. Detén los programas sectarios y convierte a los corruptores. Acuna en tu seno maternal al millón y medio de criaturas asesinadas antes de ver la luz por la perversidad del sistema. ¡Pídeles perdón en nuestro nombre!
Gracias Madre por asistir y fortalecer a cuantos libran la batalla cívica y cultural: Ruega para ellos la luz del Espíritu: Sé tu, como siempre lo has sido, su capitana y su estratega, pues no admites mal menor ni mal mayor, sino sólo bien incondicional. Enséñanos la prioridad absoluta de la oración y la apertura, para que sea Dios quien actúe. Disipa los espejismos carentes de cronómetro teológico; descubre el sesgo apóstata de la adaptación y descubre el horizonte de la verdadera esperanza: Sólo contigo podríamos levantar la cabeza y otear la liberación cercana. Acentúa sobre España tu misión misericordiosa y sea tu maternal delicadeza la que nos disponga para la Verdad abrasadora. Suplan así tus desvelos los desastres de nuestras vocaciones.
Gracias Madre por nuestros pastores. Confórtales con tu presencia. Ayúdanos a obedecerles sin crítica ni resabio. Haz que comprendan el signo extraordinario, la audacia necesaria de la diferencia española, sin mediar desmesura ni arrogancia nuestra. Muéstrales el significado definitivo de los tiempos: Disipa cálculos y temores y prende en ellos la llama expectante de la Parusía.
Sé también, Madre, testigo elocuente de una historia que no puede venderse, ni cambiarse, ni disimularse, porque es tuya: Tú eres nuestra memoria viva y tuyos son los mártires de ayer y los de mañana.
Gracias Madre, finalmente, por nuestros sacerdotes en el año de su renovación. Gracias por estar junto a ellos en este momento de las grandes asechanzas. No ceses de pedir para ellos el amor y la fortaleza, el valor y la humildad. Tú sabes Madre el agobio que padecen hoy los ministros de tu Hijo: Si no tendieras puentes a la gracia no podrían ser santos…Y los necesitamos santos. Los necesitamos con esa clase de santidad que por sí sola deshace la obra del maligno…Monstra te esse matrem suam.
¡Salve regina! ¡Salve mater Hispaniae! ¡Salve!
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