Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Qué preguntó Dios a los familiares de Riccardo al acogerlos

Momento en el que se introducen los féretros del pequeño Lorenzo y de sus padres, Fabio y Daniela, en la parroquia donde se ofició el funeral por sus almas y el arzobispo Delpini pronunció la homilía que aquí reproducimos.
Momento en el que se introducen los féretros del pequeño Lorenzo y de sus padres, Fabio y Daniela, en la parroquia donde el arzobispo de Milán, Mario Delpini, ofició el funeral, con a homilía que aquí reproducimos. Foto: captura Local Team.

por Monseñor Mario Delpini

Opinión

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[En la noche del sábado 31 de agosto al domingo 1 de septiembre, en Paderno Dugnano, un pueblo cerca de Milán, un joven de 17 años, Riccardo, acuchilló a su hermano de 12 años, que dormía en su habitación, y después a su madre y a su padre, que corrían en su socorro. La tragedia conmocionó a todos y ocupó con profusión los medios de comunicación. El 12 de septiembre, en la parroquia de la Natividad de Santa María de Padernos Dugnano, el arzobispo de Milán, Mario Delpini, presidió las exequias del pequeño Lorenzo, de su madre Daniela y de su padre Fabio, y pronunció una homilía que causó también honda impresión. Éstas fueron sus palabras.]

Imagino que, al acoger a Lorenzo, el Señor Dios le dijo: ¿por qué estás aquí, tan joven? ¿De dónde vienes? ¿Qué son estas heridas? ¿Qué ha sido de tu vida?

Imagino que Lorenzo respondió: "Estoy aquí a causa de mi hermano, mi hermano mayor, mi hermano inteligente. Fue él quien interrumpió mis pesadillas nocturnas, cuando tenía la impresión de que me perseguía un monstruo; y me hubiera despertado, creo, como siempre, asustado y tranquilo de seguir todavía vivo. Pero aquella noche no me desperté, a causa de mi hermano, mi hermano mayor, mi hermano inteligente".

Y el Señor Dios preguntó a Lorenzo: "¿Qué ha sido de tu vida? ¿Qué será de la vida de tu hermano sin ti?".

Yo me imagino que Lorenzo respondió: "He aquí que mi vida ha sido un comienzo, mi vida ha sido un sueño. Quizá algunos dirán que mi vida no ha sido nada. Pero en cambio yo quiero ser un himno a la vida, quiero vivir, vivir para siempre, y quiero cantar a la vida, a su belleza, a sus promesas. Quiero cantar a la vida, incluso para aquellos de mi edad que viven tristes, enfadados, pesimistas. Quiero cantar a la poesía de la vida, de los amigos, de crecer, de cultivar esperanzas. Mi hermano me impidió crecer y perseguir sueños, pero sigo viviendo en esta gloria de tu casa, Señor, y quiero cantar el encanto del amor, la maravilla del pensamiento, el coraje del esfuerzo. ¿Cómo hará Riccardo, mi hermano mayor, mi hermano inteligente, sin mí? Esto: quiero estar siempre cerca de él, quiero consolar sus lágrimas, quiero calmar sus miedos, quiero esperar con él y por él. He aquí que estoy vivo y quiero cantar a la vida, porque estoy aquí contigo, Señor Dios".

* * *

Yo me imagino que al acoger a Daniela, el Señor Dios le dijo: "¿Por qué estás aquí, Daniela? ¿De dónde vienes? ¿Por qué estas heridas?".

Me imagino que Daniela respondió: "Ha sido mi hijo mayor, mi hijo primogénito, el hijo del que estoy orgullosa. Fue él quien me asustó en la noche, fue él quien me hirió con el horror de la sangre de Lorenzo y el golpe que puso fin al susto y al horror. Por eso estoy aquí, Señor Dios, por mi Ricardo".

Y el Señor Dios preguntó a Daniela: "¿Qué ha sido de tu vida? ¿Y ahora qué será de la vida de tu Riccardo sin ti?".

Y Daniela respondió: "Señor Dios, ¿qué puedo decir de mi vida? Esto: puedo hablar del misterio, de esa oscuridad impenetrable en la que se enciende una luz. Puedo hablar del misterio, de esa alegría sobreabundante e indecible en la que se enciende una vida; de ese enigma impenetrable en que a veces se convierten las personas que amamos; de esas palabras incomprensibles que desconciertan y silencian. Puedo hablar del misterio: la madre habita el misterio del amor, de la vida, de generar y cuidar. La madre habita el misterio y no sabe cómo decir ni qué decir. La madre habita el misterio y sólo es capaz de amar. ¿Cómo se las arreglará sin mí, Riccardo, mi hijo mayor? La mamá da a luz y deja que sus hijos sigan su camino, pero yo seguiré habitando el misterio, quiero persistir en sembrar una chispa de luz, incluso en las tinieblas más oscuras, quiero permanecer cerca de Riccardo para seguir tranquilizándole ante el misterio, porque en el misterio habitas tú, Señor Dios, ¡y yo estoy contigo!"

* * *

Me imagino que cuando el Señor Dios recibió a Fabio le dijo: "¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Qué son estas heridas?".

Me imagino que Fabio respondió: "Fue Riccardo, mi hijo mayor, casi un hombre ya. Fue Riccardo quien me emboscó en la noche del susto, y yo no pude, no quise defenderme; aunque era fuerte, no usé la fuerza, el espectáculo era demasiado absurdo, demasiado equivocado, demasiado, demasiado sangriento. Pero enseguida se oscureció la vista, desapareció lo absurdo y apareciste tú, Señor Dios".

Y el Señor Dios preguntó a Fabio: "¿Qué ha sido de tu vida? ¿Y ahora qué será de Ricardo, tu hijo que se hace hombre, sin ti?".

Y Fabio respondió: "Riccardo, mi hijo mayor, casi un hombre ya, tal vez me sentía como una carga, como una molestia, como les sucede a todos los hijos que tienen momentos en los que sienten que su padre es insoportable. Pero tengo palabras que decir. Éstas: papá es un hombre de palabra, es un hombre que tiene palabras que decir, es un hombre que ayuda a sus hijos a encontrar las palabras que decir sobre sí mismos, sobre sus inquietudes y su esperanza. Mi Riccardo aún no ha aprendido a poner en palabras lo que dentro de su alma se agita, se enreda, se hiela. Quiero estar cerca de Riccardo y ayudarle a decir las palabras adecuadas, a dar el nombre adecuado a la vida, incluso al dolor, incluso a la rabia. La palabra ya es una medicina. El padre, si escucha su experiencia y oye la voz del Señor, conoce la palabra justa, conoce el discurso tranquilizador, conoce la palabra que anima, que corrige, que reprende, que perdona. Eso es: estoy vivo contigo, Señor, para tener una palabra que decir a mi Riccardo, mi hijo mayor. Tal vez me escuche, tal vez él también se convierta en un hombre que conoce la palabra de verdad y el camino de la vida".

* * *

Aquí está: ante la tragedia incomprensible, la palabra del Señor nos ayuda a descifrar el enigma y a recoger de Lorenzo, Daniela y Fabio el canto de la vida y la esperanza joven de un hermano, la intensidad del amor misterioso de una madre y la responsabilidad de la palabra verdadera de un padre.

Traducción de Andrea Mardegan.

Publicado en Chiesa di Milano.

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