Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Querida Praga


Estás cansada, desengañada y escéptica hacia los discursos temporales. Has padecido demasiadas traiciones y soledades, demasiadas humillaciones. Demasiados mitos. Pero aun vives y sueñas.

por J.C. García de Polavieja

Opinión

Sé como te sientes. Recibiste al Vicario de Cristo y algunos te creen sin energía espiritual suficiente para acogerle. Te describen como un erial secularizado, donde toda semilla tendría que volver a plantarse, pero es que no te conocen: No saben que tu postración es puro cansancio histórico. Has sido el corazón del continente tantos siglos y has sufrido tanto, que tu latido es ahora imperceptible. ¡Tanto amor y tantas dentelladas! Estás cansada, desengañada y escéptica hacia los discursos temporales. Has padecido demasiadas traiciones y soledades, demasiadas humillaciones. Demasiados mitos. Pero aun vives y sueñas, y quien conoce tu secreto tiene que contarlo, para que Europa sienta que respiras y que, muy pronto, te vas a levantar pletórica de amor.
 
Todo empezó - ¡qué triste! - con aquellas hogueras de Constanza, el 6 de julio de 1415, cuando ni unos ni otros supimos ser auténticamente cristianos: Unos, por la soberbia de la corrupción que hacía caricatura del Evangelio, otros por el orgullo de la interpretación, que nos arrojaba a los infiernos a todos los pecadores, Papa incluido…Qué distinto el Papa que ahora te saluda, humilde y sabio, que conduce una Iglesia capaz de llorar sus errores y te habla con caridad en la verdad. La verdad, querida Praga, tiene que ser tu medicina, porque tu actual sopor es el efecto tardío de las grandes mentiras de la historia. Tu secreto, bien lo sabes, son tus dos reyes, el Niño y el anciano: Recuerda que el primero te quiso llegar desde España, tan infantil como un juguete de cera que fue a instalarse en el convento carmelita de Malá Strana. Llegaba el Jesús niño gracias a la gran victoria católica en la Montaña Blanca, porque las victorias son, a veces, necesarias. Pero se presentaba tan débil e indefenso, tan gentil y pequeño, que solo algún fanático pudo atribuirle rencores y revanchas. Traía también, hay que decirlo, las insignias de la realeza, porque suya es la única soberanía. Y quería hablarte con un lenguaje mudo para que no contrajeses las dolencias modernas: Un Niño sin padre ni madre, suplicaba que tú se los dieses fortaleciendo en tus hogares la familia humana, imagen de la familia celestial, y neutralizando así, por anticipado, la cuarta tesis demoníaca sobre Feüerbach. Escucha atentamente hoy el mensaje de Benedicto XVI sobre la familia, para no volver a ser engañada. Pudiste recogerte casi tres siglos en el sosiego que garantizaba este Niño, con más paz que todos tus vecinos, cantando en los jardines de mayo con las estrofas de Karel Mácha. ¿Verdad que no eran tan malos los Habsburgo? Si consigues lavar aquella memoria calumniada hasta la náusea por las ideologías totalitarias, habrás recuperado, tras la Fe y la familia, tu tercera fuente de salud. ¡No es tan difícil, querida Praga! ¡Tienes la verdad escrita en todas tus piedras y si no te bastan relee las epopeyas de Jaroslav Durych! No vuelvas a dejarte arrullar por los cantos de sirena de los cenáculos oscuros: Recuerda a Bénes, el gran engañador engañado, «antes Hitler que Habsburgo…» ¿Donde quedaron sus cofrades el día de Munich? ¿Donde sus garantías y sus paraísos? Su paraíso se apellidó Heydrich y la melodía de su violín no evocaba los remansos del Moldava sino el flujo de tu propia sangre…Y luego la «liberación» de 1948, para exprimir el sufrimiento hasta el límite. La trituración «científica» de toda humanidad. La tiranía más hipócrita que han visto los siglos…No vuelvas a dejarte engañar por los mismos cánticos, aunque hoy los ejecute un coro universal. La falacia del Nuevo Orden y del éxtasis autosuficiente, del paraíso virtual y de la Humanidad autorredimida es solo otra tramoya sobre el escenario de la tiranía sempiterna. Escucha a Benedicto XVI, querida Praga, porque es el mismo Niño tuyo quien lo llama para que te hable y te conforte. Por la caridad en la verdad, robustece tu Fe, reanima tu tejido familiar y encontrarás la paz.
 
A la Fe y a la familia yo me permito añadirles una tercera receta, querida Praga, quizá porque estoy un poco loco, y a los locos nos gusta soñar. La paz en las labores cotidianas puede ser el inicio, pero un pueblo que abandone la droga materialista necesitará, además, la música y la alegría de su historia verdadera: La monarquía cristiana es la poesía festiva de los pueblos verdaderamente libres: Aquella institución familiar que hiere, cuando es cabal, el mismo corazón de la hidra racionalista. Esa sería tu última medicina. ¡Cuanto sufrimiento te habrías ahorrado si hubieras escuchado a Carlos y a Zita en aquella última fiesta de la vendimia, en la hermana Bratislava…! ¡En lugar de a Benes, a Wilson y a Mendel House! El emperador santo, tu rey, tenía planes de cambio para ti, aunque llegó demasiado tarde. Él no te veía como refugio de caza para príncipes cortesanos y conocía las fibras sensibles de tu alma y tu cultura. Querida Praga, si luchas por tu memoria encontrarás la verdadera libertad. Los Habsburgo han aprendido durante un siglo de pasión a reinar sin títulos ni privilegios. Son todo lo insobornables que los hombres pueden ser en este mundo. No necesitan nada, pero tu sí les necesitas a ellos para recobrarte a ti misma. Mi sueño es que un día no lejano te adornes con tu manto de Bohemia y acudas a Pöking a depositar un beso en la frente de tu otro rey: De ese anciano que también sueña contigo.
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