Campamentos ateos
A los ateos campamentistas les digo de antemano que les espera un trabajo ímprobo y poco fructífero; hasta puede suceder que los adolescentes terminen por reclamar la presencia de un cura, pues como es sabido a esa edad basta con que les digas «a» para que ellos opten por «b».
por Santiago Martín
Lo de los «campamentos ateos» o para hacer niños ateos, tiene toda la pinta de ser una campaña publicitaria dirigida más a llamar la atención que a prestar un servicio a los niños. Cualquiera que haya hecho campamentos con niños y, sobre todo con adolescentes, sabe lo difícil que es –cada día más– mantener la disciplina, evitar que hagan cosas que sus padres no querrían que hicieran y que van contra la moral o, simplemente, conseguir que lleguen al final del campamento sanos y salvos. Hay que tener muchachos muy selectos y una pedagogía muy entrenada para conseguir que los días de campamento hagan mella en el alma de los jóvenes y sirvan para algo más que para tenerles entretenidos fuera de su casa prestando un servicio a sus padres. Por eso ya les digo de antemano a los ateos campamentistas que les espera un trabajo ímprobo y poco fructífero; hasta puede suceder que los adolescentes terminen por reclamar la presencia de un cura, pues como es sabido a esa edad basta con que les digas «a» para que ellos opten por «b». Mientras tanto, la Iglesia, sin alharacas, sin tanta publicidad gratuita como les han dado a estos «progres» los medios, organiza, en España y en el mundo, cientos de campamentos y actividades de verano, la mayoría para niños de familias con bajos recursos, donde un montón de voluntarios se dejan la piel gratuitamente para ayudarles a ser mejores personas y, si fuera posible, para ofrecerles sin imposición la doctrina más humana posible, la del Evangelio. (La Razón)
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