Viernes, 27 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Relativismo moral e ingeniería social, nuestros dos males


¿La misión de Jesús consiste, como los relativistas morales afirmarían, simplemente en mostrar buena voluntad, acabar con el hambre y el racismo en el mundo, salvar el planeta, y conseguir que las personas sean buenas con los demás? ¿O se trata de algo radicalmente diferente: el camino hacia Dios y el Reino de los Cielos?

por Paul Johnson

¿Cuáles son los males más destacados de nuestro tiempo? Principalmente, son dos. El primero es la ingeniería social, la idea de que se puede cambiar, mejorar o modificar a los seres humanos, como si se tratasen de unidades de cemento u hormigón. Hoy en día, prácticamente todos los regímenes, ya sean democráticos o totalitarios practican la ingeniería social. Como, por ejemplo, lo que ha hecho Gordon Brown al desmoronar la organización del Partido Laborista mediante los innumerables organismos que ha creado para dirigir a la población hacia la dirección que indica el Gobierno. Sin embargo, esto, a su vez, se ha hecho posible gracias al segundo mal y, a su vez, el más problemático: el relativismo moral. La creencia de que no existen principios absolutos sobre el bien y el mal que sean beneficiosos para todos los seres humanos en cualquier parte del mundo o de cualquier edad, ni que existe la verdad incondicional. Convertí el triunfo del relativismo moral en el tema principal de mi historia del siglo XX, Tiempos Modernos, publicada por primera vez en 1993. El relativismo adoptó numerosas formas, pero todas antepusieron las necesidades reales o imaginadas de la «sociedad» (es decir, el grupo que estaba en el poder) al derecho de poseer un código absoluto sobre el bien y el mal como, por ejemplo, los Diez Mandamientos. Hitler y los Nazis lo denominaron el criterio de la moralidad de the Higher Law of the Party (la ley superior del partido), la aplicaron para declarar la Guerra Mundial y matar a casi seis millones de judíos. Lenin y Stalin la denominaron «la Conciencia Revolucionaria», y sus preceptos causaron la muerte o el asesinato de 20 millones de «enemigos del pueblo» en Gulag. En China, la revolución de conciencia de Mao como única medida del bien y del mal provocó 70 millones de víctimas. La campaña japonesa previa a la guerra atendió al ejemplo europeo y se produjeron las guerras de agresión, primero contra China y más tarde en occidente, sin mostrar ni siquiera una mínima consideración moral, excepto al relativismo de la «Supervivencia Nacional». Occidente sucumbió, al menos en parte, en una corrupción competitiva. Churchill empleo el espíritu de la corrupción competitiva para autorizar el «bombardeo aéreo» de Alemania: «Lo único que acabará con él [Hitler]… es un ataque totalmente devastador y exterminador sobre la patria nazi mediante bombarderos pesados de nuestro país». Los estadounidenses emplearon la misma justificación para arrojar las armas nucleares en Japón. Durante la posguerra, el relativismo moral apareció en innumerables formas. Una de ellas fue la política empleada por Dag Hammarskjöld que defendía que los asesinatos entre africanos no eran asunto de la ONU. Este argumento es el que empleó Amin en Uganda como autorización para el asesinato colectivo. Tal y como admitió Julius Nyerere: «Desde que Amin usurpó el poder ha matado a más personas que Smith en Rhodesia y Vorster en Sudáfrica. Pero en África hay tendencia a pensar que no importa si un africano mata a otros africanos… Hoy en día ser negro se está convirtiendo en un certificado para matar a sus congéneres africanos». Estos certificados se están blandiendo en casi todos los lugares que se están convirtiendo de nuevo en el Continente Negro, especialmente en el desafortunado Zimbabwe. El relativismo moral es la fuerza motriz que se oculta tras el terrorismo de cualquier tipo, tanto nacional como internacional, desde la IRA hasta Al Qaeda. También se ha introducido considerablemente en las sociedades occidentales, sobre todo en el sistema judicial y educacional, los grupos religiosos, y en otros organismos como en la Unión Europea. Por estos motivos, es encomiable que el Papa actual, cuando todavía era el Cardenal Ratzinger, convirtiese su implacable hostilidad hacia el relativismo moral en el objetivo principal de su vida. En la víspera del cónclave que se realizó con la muerte de Juan Pablo II, dio un sermón ante los cardenales que se habían reunido en el que denunciaba lo que él calificó como «la dictadura del relativismo» y el hecho de que la mayoría de los cardenales le nombraren Papa indica que estaban de acuerdo con él. Como él mismo explicó en el discurso, el relativismo «excluye el concepto del bien (e incluso el propio concepto de la verdad) de la política, ya que supone una amenaza para libertad. La “Ley Natural” es descartada por parecerse de modo sospechoso a la metafísica, de este modo se aplica el relativismo sistemáticamente. En última instancia no existe otro principio político más allá de la decisión de la mayoría, el cual sustituye a principio de verdad en el ámbito político». Hay un número especial sobre la Dictadura del Relativismo publicado en enero de 2009 en la revista mensual neoyorquina New Criterion. También he leído el nuevo libro del Papa, Jesús de Nazareth, que trata sobre la primera parte de la vida de Jesús antes de darse a conocer como Cristo, publicada por Bloomsbury con una magnífica traducción de Adrian J. Walker. Merece la pena leer este libro por muchas razones, pero principalmente por la presentación de Jesús como defensor de la moralidad absoluta ante la tentación de transigirla, de tomar el camino fácil y someterse a las modas de la época o las ortodoxias sociales. Me interesó especialmente la forma que tiene el Papa de describir a Jesús en el enfrentamiento conSatán justo antes de que comenzase su misión, sobre todo ante la última «Tentación». Como no hubo testigos, el propio Jesús debió narrar a sus discípulos lo que había ocurrido y su versión apareció más tarde en los Evangelios. Según San Mateo (v. IV 810), Satán llevo a Jesús a «un monte muy alto, y mostrándole todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, le dijo: Todo esto te daré si de hinojos me adorases». En este punto, tal y como el Papa señala, es fundamental el conflicto entre el mundo y el espíritu. ¿La misión de Jesús consiste, como los relativistas morales afirmarían, simplemente en mostrar buena voluntad, acabar con el hambre y el racismo en el mundo, salvar el planeta, y conseguir que las personas sean buenas con los demás? ¿O se trata de algo radicalmente diferente: el camino hacia Dios y el Reino de los Cielos? En mi opinión, el Satán que se enfrentó a Jesús es la personificación del relativismo moral y el materialismo que lo crea. Se nos muestra algo que no consiste simplemente en «todos los reinos del mundo», sino en el universo entero, toda su extensión colosal que alcanza todo lo anterior y posterior del infinito, más allá de los poderes que la mente humana puede comprender excepto con ecuaciones matemáticas. Se nos dice: esto surgió, no hubo un acto de creación, sino que apareció como resultado de leyes físicas, las cuales no tienen absolutamente ningún propósito moral, es más, no tiene ningún propósito. No hay lugar imaginable para Dios en este proceso y la humanidad es un espectador infinitamente pequeño de este vano proceso en el que no se puede hacer nada, sin ser más importante que una mota de polvo o el fragmento de una roca. Si aceptas esta visión de nuestro destino, entonces sería una casualidad que aplicando las leyes de la ciencia excluyendo cualquier otra consideración y descartando la noción de Dios, del espíritu, de la bondad o de cualquier otra noción absoluta sobre la verdad, el bien y el mal, fuésemos capaces de mejorar ligeramente la condición humana durante la pequeña porción del tiempo en el que nuestra raza ocupa este planeta condenado. Esta es la tentación que se nos ofrece. La ciencia en su más puro dogmatismo totalitario o nada. Un enfoque exclusivamente materialista de la vida y el estilo de vida. No solamente una exclusión de lo espiritual, sino un rechazo formal de la existencia de Dios y de todo aquello que contradiga o simplemente amplíe aquello que nos cuente la clase dirigente científica actual. Se otorga una ventaja adicional a la tentación de someterse ante el cientificismo mediante la deificación actual de Darwin, quien se ha visto desempeñando el papel de anticristo debido a que la selección natural se presenta como una alternativa al cristianismo. ¡Pobre hombre! En realidad, este era el principio que sustentaba la teoría de la raza de Hitler y otras manifestaciones del Darwinismo social. Creo que esto nos dirigirá hacia la rápida e inevitable autodestrucción de la raza humana. La Guerra Mundial que parece probable que se produzca y la crisis de la economía mundial hacen que todos estos asuntos sean de palpitante actualidad.
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