Viernes, 27 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Roma pide a los anglicanos que hagan lo que no han hecho en siglos


El concepto de “Vía Media", tan querido por muchos anglicanos, es en realidad una especie de tierra de nadie. Es la tibieza personificada. Ni fríos ni calientes. Ni protestantes ni católicos. Un totum revolutum que sólo puede desembocar en lo que ahora vemos, a saber, la más que posible disolución del anglicanismo.

por Luis Fernando Pérez Bustamante

Empezaré reconociendo que la noticia me ha sorprendido bastante. Que Roma, a través del cardenal Walter Kasper, pida ahora a los anglicanos que se aclaren sobre si son protestantes o “católicos” -en un sentido parecido al que son católicos los ortodoxos-, es sorprendente por varias razones. La primera, porque desde la Santa Sede no se suelen dar este tipo de ultimatums en el ámbito del diálogo ecuménico. La segunda, porque Kasper, presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, no es precisamente el paladín del conservadurismo entre la curia romana. Que sea él quien plantee esta cuestión en esos términos es ciertamente peculiar. La tercera, porque la petición será probablemente interpretada como una injerencia en los asuntos internos de la comunión anglicana. Y dicho eso, me parece que aquí cabe aplicar aquello de “más vale tarde que nunca". En realidad la Iglesia Católica vuelve a lo que ha sido su posicionamiento tradicional hacia el anglicanismo. O sea, nunca lo ha considerado ni del todo protestante ni del todo en comunión con la Iglesia del primer milenio, anterior al Cisma de Oriente, lo cual explica, entre otras razones, porqué no se acepta la sucesión apostólica en los obispos anglicanos. El concepto de “Vía Media", tan querido por muchos anglicanos, es en realidad una especie de tierra de nadie. Es la tibieza personificada. Ni fríos ni calientes. Ni protestantes ni católicos. Un totum revolutum que sólo puede desembocar en lo que ahora vemos, a saber, la más que posible disolución del anglicanismo. Porque de hecho, el problema que tienen ahora los anglicanos no es elegir sólo entre la Reforma y Roma o Bizancio. No, lo que ahora se plantea es la elección entre el cristianismo liberal, destinado a la desaparición, y el cristianismo conservador, sea tradicional o protestante. La pelea entre los anglicanos no está en si son católicos o protestantes, sino entre si son liberales o conservadores. Y como quiera que no me creo que el cardenal Kasper ignore ese hecho, su paso me parece que va más dirigido hacia los pocos anglocatólicos que van quedando en la Iglesia de Inglaterra que a toda la comunión anglicana. El cardenal alemán está diciendo a los anglicanos de tendencias catolizantes que no pueden seguir en ese “sin vivir” que es hoy el anglicanismo. O son católicos, o son protestantes. Y si son lo primero, que sean consecuentes. Veo poco probable que los anglicanos conservadores evangélicos se unan a los anglocatólicos, más que nada porque éstos apenas cuentan con obispos entre sus filas y porque, en el fondo, ellos están tan separados entre sí como unos y otros con los liberales. De la conferencia de Lambeth puede salir un cisma total, que deje la comunión hecha trizas y en vías de desaparición, o una solución que produzca la salida de liberales o conservadores. Si son los conservadores los que salen, se constituirán como una denominación protestante evangélica más, que quizás conserve el nombre de anglicana pero que no estará en comunión con el primado de Canterbury. Si son los conservadores los que imponen su criterio, muchos liberales harán como si la cosa no fuera con ellos y seguirán haciendo lo que les venga en gana. Es posible que muchos no rompan oficialmente la comunión porque, al igual que pasa con los progres y heterodoxos dentro del catolicismo, saben que fuera de la misma no duran ni medio minuto. Sea como sea, tanto la Iglesia Católica como las ortodoxas están a la expectativa de lo que ocurrirá en julio de este año. Es posible que la “iglesia” que nació en la cama de un rey adúltero esté viendo sus últimas semanas de vida. Es posible que siga deambulando, dando tumbos de acá para allá y separándose cada vez más de la Escritura y la Tradición. Mientras deciden qué hacer, la Iglesia Católica se dispone a beatificar al mejor “fruto” que la Iglesia anglicana dio al mundo: John Henry Cardinal Newman. Un fruto que se dio cuenta que su verdadera madre era la Iglesia Católica, a la que se unió renunciando a todo lo que era más apreciado para un inglés en el siglo XIX. El camino de Newman es el que deberían recorrer todos los anglicanos. Al menos, aquellos que quieran estar en comunión con la fe entregada una vez a los santos, con la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica. Luis Fernando Pérez Bustamante
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