Sobre la comunión sacrílega de Alberto Fernández
El episodio de la comunión sacrílega de Alberto Fernández, actual presidente de la nación argentina, administrada por monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de dos Academias pontificias, el pasado viernes 31 de enero de 2020, es una oportunidad para reflexionar sobre la responsabilidad de los obispos y de los políticos católicos en la descristianización de la vida política nacional argentina.
En primer lugar, el carácter sacrílego de la comunión del actual inquilino de la Casa Rosada resulta casi evidente. Por doble motivo: uno personal y otro con implicancias sociopolíticas. Ahora no interesa detenernos en el motivo personal de la cuestión –al menos, podría decirse que la actual unión con Fabiola Yañez, presentada en sociedad como “primera dama argentina”, es concubinaria–.
Para evaluar las implicancias sociopolíticas de la comunión sacrílega recibida por Fernández y administrada por Sánchez Sorondo conviene recordar un parágrafo de Benedicto XVI de la exhortación apostólica Sacramentum caritatis de 22 de febrero de 2007: “Es importante notar lo que los Padres sinodales han denominado coherencia eucarística, a la cual está llamada objetivamente nuestra vida. En efecto, el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables. Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana. Esto tiene además una relación objetiva con la Eucaristía (cf. 1 Co 11,27-29). Los obispos han de llamar constantemente la atención sobre estos valores. Ello es parte de su responsabilidad para con la grey que se les ha confiado” (n. 83).
En este caso, la falta de “coherencia eucarística” de Fernández es manifiesta. Antes, durante y luego de la visita oficial a la Santa sostuvo y ratificó su postura abortista.
Pero en el episodio de la comunión sacrílega hay otro responsable directo: monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, el obispo celebrante de la misa matutina a la que, por otra parte, convirtió en una celebración partidocrática. No es razonable pensar que Sánchez Sorondo no conociera la posición abortista de Fernández. ¿Qué se piensa, que somos giles?
En una entrevista concedida a Diane Montagna para Lifesite News publicada el 7 de febrero de 2020, Sánchez Sorondo intenta, sin éxito, justificar lo injustificable: la administración de la comunión sacrílega a Alberto Fernández.
Montagna le pregunta sobre la reciente visita del presidente argentino al Papa y observa que causó escándalo que Sánchez Sorondo le diera a Fernández y a su amante la Comunión, dado que Fernández es conocido por estar a favor del aborto y no estar casado con esta mujer viviendo juntos.
Ésta es la respuesta de Sánchez Sorondo: “Perdón, perdón, ¿conoce la ley canónica? Necesitamos ir a la ley canónica, no a la opinión de algunos obispos. Y la ley canónica dice que usted no puede no darle, usted está obligada a dar la Comunión si alguien le pregunta por la Comunión. Solamente en el caso que él esté excomulgado. El presidente no está excomulgado, entonces yo puedo darle la Comunión si él me pregunta por la Comunión”.
Sánchez Sorondo se refiere al canon 915 del actual Código de Derecho Canónico. El detalle es que, en la respuesta, no cita todo el canon. El texto completo del canon dice: “No deben ser admitidos a la sagrada comunión los excomulgados y los que están en entredicho después de la imposición o declaración de la pena, y los que obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave”. Sucede que estar a favor del aborto de manera obstinadamente persistente y, en este caso, además, hacerlo como presidente de un estado, es un pecado grave. Es decir, el deber de no admitir a la Comunión a Fernández por parte de Sánchez Sorondo se explica por uno de los supuestos del canon 915.
A decir verdad, conductas reñidas con el sentido de la fe católica como la adoptada por el presidente Fernández y el canciller pontificio Sánchez Sorondo explican en gran manera la descristianización de la Argentina: por politicos como el actual presidente y por obispos como el doble canciller de academias pontificias los fieles cristianos reciben un pésimo ejemplo respecto de esa “coherencia eucarística” entre la vida cristiana y la política. Si un presidente y un obispo católico adoptan este tipo de conductas, ¿qué puede esperarse del católico de a pie?
Además, la administración sacrílega de la Comunión da cuenta de escaso sentido de lo sagrado –todavía más, cuando se trata de la Eucaristía– por parte del obispo celebrante. Lo suyo es todavía más grave que lo del presidente de la nación: el sacerdote, todavía más si se trata de un obispo, es el primero que debe velar por el cuidado de la Eucaristía.
Por ultimo, y a modo de interrogante. Con este antecedente, si el actual presidente argentino en un próximo Te Deum –podría ser el del 25 de Mayo o el del 9 de Julio–, habiéndose aprobado la ley de legalización del aborto –Dios no lo permita–, se acercara a recibir la Comunión, ¿qué sucedería? ¿Jesús en la Eucaristía y los fieles cristianos deberíamos soportar otra Comunión sacrílega?
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