Por qué el Papa cambia el primado argentino: la clave hispánica
En el Proemio de su Comentario a la 'Ética a Nicómaco', Santo Tomás de Aquino recuerda un axioma de la Metafisica de Aristóteles que dice: “Es propio del sabio ordenar”. Luego, el Aquinate explica que hay dos tipos de orden: el de las partes entre sí y el de todas las partes respecto del todo debido al fin.
La reflexión de Tomás puede aplicarse, mutatis mutandis, a la novedad del traslado de la sede primada argentina desde Buenos Aires a Santiago del Estero. El pasado 22 de julio, Vatican News informó sobre el tema. Allí se dice que el Papa Francisco “elevó la diócesis de Santiago del Estero, en Argentina, al rango de arquidiócesis, quedando sufragánea de la sede metropolitana de Tucumán” y que “nombró como primer arzobispo de Santiago del Estero a Su Excelencia Reverendísima monseñor Vicente Bokalic Iglic, C.M., hasta ahora obispo de la misma sede, otorgándole el título de Primado de Argentina, hasta ahora ejercido por el arzobispo pro tempore de Buenos Aires”.
Monseñor Bokalic Iglic y monseñor Jorge Ignacio Cuerva, arzobispo de Buenos Aires, emitieron un comunicado conjunto (PDF) en el que explican el motivo del traslado de la sede primada en la Argentina. La agencia AICA, a su vez, se detiene en la explicación de tipo histórica mencionada en el comunicado. “Es costumbre en los países con fuerte presencia de la Iglesia católica que el obispado más antiguo sea declarado diócesis primada, un título honorífico que, si bien no conlleva ninguna potestad de régimen o de gobierno como lo expresa el canon 438° del Código de Derecho Canónico, constituye una importante distinción”. Por una parte, Santiago del Estero, Madre de Ciudades en la Argentina, fue fundada o en 1550 o en 1553, según el distinto criterio de los historiadores. A su vez, “el 14 de mayo de 1570, San Pío V, con la bula Super Specula, erigió la primera diócesis del actual territorio argentino, llamada Córdoba del Tucumán y designó a la ciudad de Santiago del Estero como sede episcopal, a la que llegó a comienzos de 1582 su primer obispo, el dominico Fray Francisco de Vitoria”.
A primera vista, podría parecer extraño el hecho del traslado de la sede primada. ¿Acaso Buenos Aires no es nada menos que Buenos Aires, con todo lo que ello implica en la historia argentina? Buenos Aires, al fin y al cabo, ¿no es la capital de la República?
La respuesta a estas posibles inquietudes, comprensibles por otra parte, puede encontrarse si elevamos la mirada más allá de los localismos, provincialismos o autonomismos. La respuesta la podemos encontrar, lúcida y reconciliadora, en la Hispanidad.
La “razón de ser” de la presencia de España en América fue la evangelización. La misma monarquía castellana se puso a la cabeza de tan noble empresa. El establecimiento de las diócesis respondía a mejor gobernar a los fieles, tanto a los nativos -en primer lugar- como a los españoles en América. De este modo, se entiende mejor por qué es acertado que Santiago del Estero se convierta en la sede primada en la Argentina. Si no es desde la Fe, se pierde el significado profundo de la decisión papal.
En la Hispanidad, feliz síntesis de la obra de España en América, el poder político (la Corona) asume la tarea evangelizadora encomendada por la Iglesia a fin de establecer un nuevo orden social inspirado en el derecho natural y cristiano. La Hispanidad es, como se dice hoy, una propuesta superadora de los localismos y de los nacionalismos.
De allí el simbolismo de la designación de Santiago del Estero como sede primada. Al fin de cuentas, sin alterar el prestigio que tiene Buenos Aires por su lugar en la historia nacional, ese reconocimiento de Santiago del Estero como sede primada implica valorar el carácter fundacional que tiene la Fe en la (futura) Argentina.
De este modo, dado que las cosas se ordenan entre sí y todas ellas al fin -como se señaló al comienzo de esta nota-, es para celebrar el traslado de la sede primada a Santiago del Estero, que es Madre de Ciudades y Madre de Diócesis, como felizmente recuerdan los arzobispos de Buenos Aires y de Santiago del Estero. Se trata de un modo concreto de recordar que la Argentina está fundada en la Fe y que la Política debe religarse a ella sin perder la propia importancia. Se trata de un acto simbólico que nos remite a los orígenes de la Patria y que nos exige actualizar el mandato misionero de restablecerla en Cristo (cf. Ef 1, 10).
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