Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Algor-ética, inteligencia artificial y progreso humano

Algor-ética, inteligencia artificial y progreso humano
La algor-ética es la ética de los algoritmos que condicionan la toma de decisiones y el entorno vital del hombre en la era de la inteligencia artificial. Foto: Drew Graham / Unsplash.

por Albert Cortina

Opinión

El Papa Francisco ha dirigido su intención de oración universal para este mes de noviembre de 2020 centrándola en el uso ético de la inteligencia artificial.

La plegaria dice así: “La inteligencia artificial está en la raíz del cambio de época que estamos viviendo. La robótica puede hacer posible un mundo mejor si va unida al bien común. Porque si el progreso tecnológico aumenta las desigualdades, no es un progreso real. Los futuros avances deben estar orientados al respeto de la dignidad de la persona y de la Creación. Recemos para que el progreso de la robótica y de la inteligencia artificial esté siempre al servicio del ser humano… podemos decir 'sea humano'”.

Con ocasión de dicha intención, fui entrevistado por Vatican News para comentar algunos conceptos sobre ética e inteligencia artificial. En mi opinión, la inteligencia artificial debe incorporar valores humanistas a partir de una ética y de una regulación favorables a la persona y a sus derechos fundamentales, así como debe estar orientada al bien común.

Foto: David Molina.

Al final de la entrevista, el padre Felipe Herrera concluye con una idea fuerza que creo deberíamos meditar y contemplar en nuestro corazón: la inteligencia artificial debe encontrar unos usos que permitan que el Reino de Dios y su justicia lleguen a cada hombre y a cada mujer en nuestra Tierra. No se podía decir más claro y sintéticamente.

Para mayor gloria de Dios

En esa misma línea, Gustavo, un amigo mío interesado por estos temas, me hizo ver el otro día, comentando el contenido del vídeo del Papa, que la clave esencial de los nuevos retos y desafíos tecnológicos en relación a la persona y a la humanidad en su conjunto, es que sirvan para dar gloria a Dios.

Será positiva toda inteligencia artificial que ayude al ser humano a colaborar -como criatura- con el Creador en el desarrollo integral de la persona, en el respeto por su dignidad y libertad, en la forma de participar en la obra salvadora y redentora de Nuestro Señor Jesucristo. En resumen, a pesar de estar el ser humano en un entorno digital y biotecnológico cada vez más potente e invasivo, será buena aquella inteligencia artificial que permita al ser humano cumplir con su misión fundamental en este mundo, es decir, la misión dar gloria a Dios siempre, en todo momento y en cualquier lugar. Incluso en un entorno digital.

En cambio, será negativo todo desarrollo biotecnológico y de la propia inteligencia artificial que nos aparte del Creador, que vaya en contra de la naturaleza humana, que no contribuya a que nuestras obras cotidianas nos santifiquen, que vaya en contra de la purificación espiritual del alma humana, que impida desarrollar nuestra misión a favor de las personas y del bien común, que nos deshumanice e incapacite para dar gloria y alabanza a Dios.

Si una futura sociedad posthumana convierte a la inteligencia artificial en el nuevo Ser Supremo idolatrado por miles de millones de seres humanos sumisos y esclavizados por una Superinteligencia que lo abarque y controle todo, entonces ese futuro de la humanidad ira en sentido contrario a la construcción de la civilización del amor y del Reino de Dios.

La algor-ética

Es a partir de esa preocupación esencial que el Papa apremia a un mundo globalizado y secularizado para que sea capaz de desarrollar lo que Francisco ha denominado una algor-ética” [desarrollo ético de los algoritmos] para que la inteligencia artificial y las máquinas estén al servicio del hombre y no al revés.

La creación de inteligencias artificiales capaces de acercar cada vez más el modo de “pensar” y de “hacer” de una máquina al humano es probablemente uno de los desafíos más complejos que esperan al hombre en las próximas décadas. De la complejidad y potencia de los algoritmos y de sus secuencias derivará una inteligencia artificial más o menos evolucionada.

El padre Paolo Benanti, franciscano, profesor de teología moral y ética tecnológica en la Universidad Pontificia Gregoriana y académico de la Pontificia Academia por la Vida, ha señalado en alguna ocasión que en esta nueva frontera evolutiva, “las inteligencias artificiales pueden subrogar la presencia humana en ciertas acciones pero no pueden sustituir al hombre”.

No obstante, según profetiza Nick Bostrom -filósofo transhumanista de la Universidad de Oxford-, en un futuro no muy lejano el advenimiento de una Superinteligencia llegará a sustituir a las personas. En ese momento de la evolución, el ser humano no mejorado biotecnológicamente será totalmente obsoleto y descartable.

Aportación de la Iglesia

Por su parte, el Papa Francisco en su última encíclica Fratelli Tutti  sobre la fraternidad y la amistad social, publicada el 3 de noviembre del 2020, nos advierte que “partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites” [n. 18].

El Santo Padre prosigue su reflexión en la encíclica Fratelli Tutti constatando que la tecnología avanza sin pausa. No obstante, “¡qué bonito sería si al crecimiento de las innovaciones científicas y tecnológicas correspondiera también una equidad y una inclusión social cada vez mayores! ¡Qué bonito sería que a medida que descubrimos nuevos planetas lejanos, volviéramos a descubrir las necesidades del hermano o de la hermana en órbita alrededor de mí!” [n. 30].

Recientemente, la prestigiosa revista científica Nature Machine Intelligence, publicó un artículo titulado “Contribuciones de la Iglesia Católica a las reflexiones éticas en la era digital” escrito por un grupo de expertos de la Academia Pontificia para la Vida. En las conclusiones del citado documento firmado en Roma el 28 de febrero del 2020 por los miembros de la Academia Pontificia para la Vida, la alta dirección de Microsoft y de IBM, con la participación del presidente del Parlamento Europeo, el director general de la FAO y el gobierno italiano, se hizo un llamamiento a favor de una “algor-ética” aplicada a la inteligencia artificial.

Asimetría en el rastro digital

En el discurso preparado por el Papa Francisco para el citado encuentro con los participantes en la plenaria de la Pontificia Academia para la Vida se afirma que “la galaxia digital, y en particular la llamada inteligencia artificial, están en el corazón mismo del cambio de época que estamos atravesando”. De este modo, continúa el discurso del Papa, “las decisiones, incluso las más importantes, las del ámbito médico, económico y social, son hoy fruto de la voluntad humana y de una serie de contribuciones algorítmicas. El acto personal se encuentra así en el punto de convergencia entre las aportación propiamente humana y el cálculo automático por lo que resulta cada vez más complejo comprender su objeto, prever sus efectos y definir sus responsabilidades”.

Francisco asume en su discurso que la convergencia entre los diferentes saberes científicos y tecnológicos tiene un efecto amplificador y hace posible intervenir en fenómenos de magnitud infinitesimal y de alcance planetario, hasta el punto de desdibujar fronteras que hasta ahora se consideraban bien distinguibles entre la materia inorgánica y la orgánica, entre lo real y lo virtual, entre las identidades estables y los acontecimientos en continua relación entre sí. Según el Papa, “a nivel personal, la era digital cambia la percepción del espacio, el tiempo y el cuerpo. Infunde un sentido de expansión de sí mismo que ya no parece encontrar algún límite y la homologación se afirma como el criterio de agregación imperante: reconocer y apreciar la diferencia se hace cada vez más difícil”.

Por su parte, cada vez somos más conscientes de los rastros digitales que dejamos diseminados en Internet, y de que los algoritmos sacan datos que permiten controlar nuestros hábitos mentales y relacionales para fines comerciales o políticos, a menudo sin que lo sepamos.

“Esta asimetría, por la que unos pocos saben todo de nosotros, mientras que nosotros no sabemos nada de ellos, adormece el pensamiento crítico y el ejercicio consciente de la libertad. Las desigualdades se amplifican desmesuradamente, el conocimiento y la riqueza se acumulan en pocas manos, con graves riesgos para las sociedades democráticas. Sin embargo, estos peligros no deben ocultarnos el gran potencial que ofrecen las nuevas tecnologías. Estamos ante un don de Dios, es decir, ante un recurso que puede dar frutos de bien” según afirmó el Papa Francisco en ese importante encuentro de febrero de 2020.

La doctrina social de la Iglesia

Y es que Francisco reflexiona y quiere hacernos reflexionar sobre nuestro papel como cristianos en este gran debate del siglo XXI. De este modo, el Papa nos invita a “dejarnos interpelar como creyentes, para que la Palabra y la Tradición de la fe nos ayuden a interpretar los fenómenos de nuestro mundo, identificando caminos de humanización, y por tanto de evangelización amorosa, para recorrerlos juntos. Así podremos dialogar provechosamente con todos aquellos que buscan el desarrollo humano, manteniendo a la persona en todas sus dimensiones, incluidas las espirituales, en el centro del conocimiento y las prácticas sociales. Nos enfrentamos a una tarea que involucra a la familia humana en su totalidad”.

Hace un año, en noviembre del 2019, en la Sala Clementina del Vaticano, ante Su Alteza el Jeque Saif Bin Zayed al Nahyan y los participantes en el Congreso Promoting Digital Child Dignity, el Papa Francisco pidió a los ingenieros informáticos que se sintiesen personalmente responsables del desarrollo ético de los algoritmos, para de este modo hacerse promotores de un nuevo campo de la ética para nuestro tiempo: la “algor-ética”.

Lógicamente, la petición fue muy oportuna ya que las máquinas funcionan con algoritmos, códigos que determinan cómo reaccionará la máquina, el ordenador o el robot autónomo inteligente. Hasta hoy, esos algoritmos son “cajas negras” protegidas con copyright. Por ello, deberíamos preguntarnos si es posible mantener estas cajas negras opacas o deberíamos hacer que fueran transparentes.

La denominada “algor-ètica”, de este modo, debería asegurar una verificación competente y compartida de los procesos con los que se integran en nuestra era las relaciones entre los seres humanos, las máquinas y los robots. En la búsqueda común de estos objetivos, los principios de la Doctrina Social de la Iglesia católica pueden brindar una contribución decisiva. La defensa de la dignidad de la persona, la libertad, la justicia, la subsidiariedad y la solidaridad son consustanciales al cristianismo. Dichos principios expresan el compromiso de los católicos de ponerse plenamente al servicio de cada persona y de todas las personas, sin discriminación ni exclusión. Y es que la complejidad del mundo tecnológico nos exige una elaboración ética más articulada para que este compromiso sea verdaderamente incisivo.

Un puente inter-disciplinario

Según la visión y el pensamiento del Papa Francisco, la “algor-ética“ puede ser un puente para que los principios se inscriban concretamente en las tecnologías digitales, mediante un "diálogo transdisciplinario eficaz”.

Además, en su discurso a los miembros de la Academia Pontificia para la Vida, Francisco afirma que, “en el encuentro entre diferentes visiones del mundo, los derechos humanos constituyen un punto de convergencia importante para la búsqueda de un terreno común. En el momento actual, sin embargo, parece necesaria una reflexión actualizada sobre los derechos y deberes en este ámbito. En efecto, la profundidad y la aceleración de las transformaciones de la era digital plantean problemas inesperados que imponen nuevas condiciones al ethos individual y colectivo. Ciertamente la Call (el llamamiento) que habéis firmado hoy es un paso importante en esta dirección, con las tres coordenadas fundamentales para caminar: la ética, la educación y el derecho”.

Desde la cosmovisión católica, cuando utilizamos el concepto “desarrollo”, pensamos en una innovación orientada a los principios del bien común contenidos en la Doctrina Social de la Iglesia. De este modo, los cristianos proponemos integrar el progreso tecnológico al desarrollo humano mediante valores éticos universales, para dar gloria a Dios.

Traducción a lenguaje-máquina

En otro orden de cosas, ya hemos visto como en este debate sobre la inteligencia artificial y las tecnologías exponenciales no se puede separar la parte jurídica de la ética y la técnica. No se puede hablar de ética sin conocer los aspectos técnicos, no se puede dar una reglamentación jurídica sin principios técnicos y sin un conocimiento del sustrato tecnológico.

Según Paolo Benanti “igual que la ética encierra en sí principios, valores y normas, del mismo modo la algor-ética deberá encerrar tablas de valores, principios y normas que traducir al lenguaje-máquina. El modelo puede ser el de insinuar dentro de la máquina una especie de incertidumbre. Desde el punto de vista algor-ético, esto significa que ante una duda la máquina interpelará al portador de la ética, es decir, al hombre o mujer que esté detrás para validar sus decisiones. Esto nos lleva a crear una inteligencia artificial centrada en el humano y a desarrollar maquinas que no respondan simplemente sí o no, sino que estén integradas con el ser humano y junto al hombre y mujer busquen la mejor solución”.

Tal y como nos recuerda el Papa Francisco en la encíclica Fratelli Tutti, “hoy existe la convicción de que, además de los desarrollos científicos especializados, es necesaria la comunicación entre disciplinas, puesto que la realidad es una, aunque pueda ser abordada desde distintas perspectivas y con diferentes metodologías. No se debe soslayar el riesgo de que un avance científico sea considerado el único abordaje posible para comprender algún aspecto de la vida, de la sociedad y del mundo. En cambio, un investigador que avanza con eficiencia en su análisis, e igualmente está dispuesto a reconocer otras dimensiones de la realidad que él investiga, gracias al trabajo de otras ciencias y saberes, se abre a conocer la realidad de manera más íntegra y plena” [n. 204].

Camino del Corazón

Para finalizar, me gustaría comentar que la Red Mundial de Oración, responsable del video del Papa que nos ha servido para elevar nuestra plegaria a Dios por un uso ético de la inteligencia artificial y por un progreso tecnológico más humano, tiene entre sus proyectos un itinerario espiritual denominado el Camino del Corazón que nos conduce a configurar nuestro corazón con el Corazón de Jesús. Mediante este itinerario de cristificación se pretende atender al llamado de Francisco a salir de la globalización de la indiferencia y entrar en una misión de compasión por el mundo y por nuestros hermanos.

De este modo, si queremos evitar una profunda brecha digital entre los hombres y mujeres de nuestro tiempo, así como la fragmentación de la humanidad en diversos grupos que evolucionen de forma desigual, debemos desde este momento favorecer un uso ético y adecuado de la inteligencia artificial. Dicho programa común y universal pasará ineludiblemente por conectar nuestra mente (inteligencia humana) a nuestro corazón (conciencia/alma) para que, de este modo, el progreso tecnológico siga siendo plenamente humano y esté totalmente alineado con la evolución del cosmos y de la humanidad pretendida por nuestro Creador.

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