Sábado, 02 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

El gran poder de los ignorantes


por J.C. García de Polavieja P.

Opinión

“El gran poder de los ignorantes es la mano cruel que ejecuta la sentencia y amordaza a los hombres”.

La frase forma parte de una revelación privada a Luz de María de Bonilla, dada en Chile el 10 de junio del 2012. No se trata de discutir la autenticidad de su procedencia: Siempre habrá incrédulos que nieguen al Espíritu Santo la capacidad de hacerse oír donde quiere; y siempre habrá crédulos que lo reciban todo sin discernimiento. Esto del “gran poder de los ignorantes” parece sin embargo reivindicar su procedencia, porque refleja a la perfección la situación del mundo: sería difícil encontrar una descripción mejor de la democracia postmoderna. Por eso, o bien Luz de María es una socióloga destacada –cosa no imposible- o, en caso contrario, la frase quedaría acreditada por su pureza y su intención (cf. St 3, 7). En cualquier caso, se trata de un texto merecedor de comentario.

¿A que “ignorantes” se refiere? Podría pensarse que alude a una ignorancia de tipo socio-cultural: Estaríamos ante una denuncia indirecta del sistema en el cual, teóricamente, el pueblo decide mediante su voto las grandes cuestiones; aunque la realidad sea muy distinta. “El gran poder de los ignorantes” vendría a ser, entonces, el mecanismo que convierte a la voluntad mayoritaria en instancia suprema, encerrando a la humanidad en el laberinto de sus propios errores. Las consecuencias de las legislaciones homicidas son crueles, y además escapan a toda posibilidad de rectificación, al estar respaldadas por mayorías numéricas. Los hombres –las personas reales– se encuentran en la práctica “amordazados” mediante un rodillo de poder económico, mediático y político. La frase denunciaría así la falacia que se esconde hoy tras el sufragio universal: una masa de voluntades que se creen soberanas mientras en realidad actúan al dictado de la manipulación más sofisticada de la historia. Sujetas por el control psicológico y el halago de las pasiones hasta la obnubilación del criterio. Hasta convertir el sufragio en un simple expediente de ratificación de programas ajenos a su conocimiento. Ignorantes responsables, en la medida en que conocen la perversidad de las aberraciones que “legitiman”con sus votos; pero absolutamente desprevenidos, porque se les ocultan las consecuencias finales, mortíferas para ellos mismos.

Este gran poder otorgado a los ignorantes se convertiría así en “mano cruel que ejecuta la sentencia” porque, al prestar cobertura institucional a los enemigos del género humano, estaría precipitando la purificación de la humanidad. Es indudable que ese ejecuta nos advierte en tiempo presente, con todo lo que ello puede tener de inquietante. Dicho poder, además, “amordaza a los hombres” porque esgrime contra cualquier reacción el argumento “inapelable” de la democracia.

La advertencia parece ratificar las reflexiones de Canals sobre la irrupción del Anticristo desde y por la democracia moderna (Cristiandad nº 785-786 [237]-21). Aquello todavía negado por una teología tristemente extraviada, está muy claro, por el contrario, para una sociología que ya no encuentra conceptos capaces de describir los extremos alcanzados por la iniquidad desoladora (cf. Dn 8, 13). (Me refiero, por ejemplo, a sociólogos como Mike Davis en “EvilParadises”).Contemplamos ahora, como espectadores humanamente impotentes, la hegemonía de la mentira en todos los terrenos. Mentira convertida en dieta obligatoria de las poblaciones occidentales. Sirva como ejemplo la imposición de esa versión falsaria de los sucesos de Siria, donde un gobierno tolerante con las minorías cristianas y respaldado por la población, nos es presentado por los medios serviles como responsable de horrendos crímenes… Cuando tales horrores están siendo provocados y ejecutados directamente por los supuestos “libertadores” que son, en realidad, mercenarios terroristas arrojados sobre esa nación por los aparatos occidentales. El testimonio valiente y reiterado de los líderes cristianos del lugar (Ignacio IV (Hazim), patriarca ortodoxo de Antioquía; Antoine Audo, obispo caldeo-católico de Alepo; Jean Clement Jeanbart, etc. etc.) es silenciado sistemáticamente por estos medios amaestrados, mientras se inocula a las masas la calumnia al régimen sirio. Lo que se logra es, en realidad, un consenso embrutecido, para justificar la agresión armada contra un estado soberano; la deposición de sus gobernantes y la confiscación de sus riquezas naturales (enormes yacimientos de gas) por la oligarquía mundialista. Todo ello, naturalmente, maquillado por un “proceso democrático” que entregue un gobierno meramente gerencial a los grupos salafistas, comprometidos a perseguir de forma sangrienta el cristianismo. Y el de Siria no es un caso aislado, sino una muestra más del programa global: Refleja el desprecio del derecho internacional y la arrogancia de la secta que impulsa la unificación esotérica del planeta. Es sólo cuestión de tiempo que este engranaje se vuelva contra la Iglesia católica con una agresividad inimaginable, si no consiguen antes someterla. Por algo Benedicto XVI ha denunciado públicamente (en S. Juan de Letrán, el pasado 13 de junio) la cultura de la mentira y la calumnia.

Otro ejemplo no menos elocuente es la utilización de los espectáculos deportivos (panem et circenses, diría Nerón) como distracción para poblaciones sometidas al expolio sistemático; poblaciones conducidas a la satisfacción virtual de sus instintos lúdicos en régimen de esclavitud disimulada. No parece que sean necesarias mayores concreciones… Pero quien dude del trasfondo satánico del proceso debería examinar con mayor atención el tratamiento ético y, sobre todo, estético, de los shows.

Tampoco olvidemos otra ignorancia paradigmática, aquella de la física experimental, convertida por la secta dirigente en alquimia teosófica -están a punto de exponer “la partícula que confiere a las demás partículas su masa”- aunque, en este caso, los aprendices de brujo colaboran sin saberlo con los planes de Dios.

El gran poder de los ignorantes puede ser pues la “mano cruel que ejecuta la sentencia” porque la sumisión al mal, que se hace en su nombre, está empujando a la humanidad hacia situaciones que quizá sean las más dolorosas de su historia: es una pesadilla la proliferación de armas nucleares en manos perversas. Perspectiva desastrosa que únicamente ha podido ser alejada, hasta el momento, gracias a las oraciones de los santos y por el desvelo incansable de la Virgen María. El riesgo que corre hoy el mundo es pavoroso, precisamente por la ignorancia de las calamidades a las que estamos abocados. Por eso, resulta indispensable trascender cualquier visión puramente sociológica y ascender al nivel de las últimas razones y las soluciones auténticas. En realidad, sólo hay una clase de ignorantes verdaderos: aquellos que desconocen, por la causa que sea, el Amor de Jesucristo. Estos ignorantes son, con seguridad, los que el Señor ha querido señalar en el mensaje a Luz de María; porque de tal ignorancia se deriva el mayor de los males posibles, que es la resistencia a la misericordia y la obstinación en el pecado. El gran logro del enemigo; del príncipe por poco tiempo de las estructuras sociales, ha sido borrar la noción de pecado de la conciencia de las mayorías.Esta es la verdadera ignorancia responsable del drama humano, y por ella se ha hecho necesaria la iluminación universal de las conciencias.

La ignorancia del pecado y la ignorancia del Amor de Jesucristo son las dos caras de una misma moneda, porque “a quien poco se le perdona, poco amor muestra” (cf. Lc 7, 47). La autosuficiencia impuesta ahora por la manipulación cultural es el caldo de cultivo de ambas ignorancias y está íntimamente relacionada con ellas: se engaña a la humanidad haciéndola creer que puede proseguir su marcha sin contar con Dios y sin que ello tenga consecuencias devastadoras.

El oscurecimiento de la responsabilidad, si fuese confrontado con el Amor de Jesucristo, se desvanecería rápidamente; dando paso a un retorno mayoritario a la verdad y a la responsabilidad. Acogiéndose al Amor, los hombres todavía podrían evitar las peores consecuencias de varios siglos de desvío. De ahí la responsabilidad que nos incumbe, a los servidores de Cristo, de comunicar a nuestros contemporáneos la maravilla de ese Amor, dispuesto hasta el último momento a abrazar a quienes lo reciben. Transmitirlo, no según cánones de “caridad” adaptados al mundo; sino mediante el fuego de la Verdad que libera y que sólo arderá en nosotros por la comunión íntima con el Señor. Y de ahí, a la vista de nuestra penosa mediocridad, la necesidad de suplicar que se adelante la intervención divina de convencimiento (cf. Jn 16, 8).

La ignorancia del Amor latente en el Corazón de Jesús es la verdadera“mano cruel que ejecuta la sentencia” porque, consolidando el pecado, esa ignorancia desencadena sobre la humanidad las consecuencias directas del pecado. Consiste en despreciar el Corazón del Dios-hombre, que se ha desgarrado ante el mundo moderno como revelación de sus sentimientos. Un Amor más allá de lo imaginable, que no consigue, a pesar de tales esfuerzos; a pesar de su misma inmolación eucarística, romper todas las barreras levantadas con el uso perverso de la libertad… Aunque lo que parece irremisiblemente perdido en el mundo, por la frustración de los medios humanos, podría aun ganarse con la apertura interior. El combate es, en su realidad profunda, personal e intransferible: depende de la retribución de Amor ofrecida por cada alma.En definitiva, el gran poder de los ignorantes puede resultar menos efectivo que el poder de quienes conocemos, o al menos intuimos, o bien experimentamos, el Amor de Jesucristo.
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