¿Padrinos católicos? ¡Faltan hombres creyentes!
por Daniel Arasa
Una joven madre católica, que acaba de tener su cuarto hijo, comentaba con preocupación que les cuesta encontrar padrinos de bautismo de sus hijos, sobre todo padrinos varones.
“Nosotros no queremos unos padrinos para que lleven cada año la mona de Pascua a los ahijados. Esto está bien, pero es muy secundario. Podemos comprarla nosotros. Tampoco para que traigan regalos al pequeño o pequeña. Lo que deseamos son padrinos cristianos practicantes y convencidos que se preocupen de la formación espiritual de sus ahijados y que, por supuesto, en el caso de fallecer o estar los padres en situación complicada, se preocupen de la vida espiritual cristiana de sus ahijados y quién sabe si también de atenderlos físicamente”, aclaró, recordando la misión para la que, en principio, en el cristianismo fueron instituidos los padrinos.
Añadía que en su familia o entre los amigos íntimos hay pocas personas relativamente jóvenes -incluyendo incluso los ya maduros pero no ancianos- que reúnan tal condición de vivencia cristiana a los que pedir sean padrinos. No abundan entre las mujeres, pero, sobre todo, son una rareza entre los varones, al menos en el ambiente en que se mueven, en Cataluña.
En otros tiempos era muy frecuente que los propios abuelos fueran padrinos de sus nietos. Aún hoy en algunas zonas de Cataluña, para referirse a los abuelos, se sigue diciendo “padrí” y “padrina”, no “iaio” o “avi”. Se tenía muy claro que, de faltar los padres, era indudable que los abuelos se ocuparían de lo que hiciera falta dentro de sus posibilidades. Aparte de la atención material, casi todos ellos eran personas practicantes y enseñaban a sus nietos a rezar. Hoy dicha costumbre de hacer padrinos a los abuelos ha desaparecido, también por la lógica natural de que lo habitual es que los abuelos fallezcan antes que los padres.
Más allá de la situación personal de aquella madre afectada, tales lamentaciones ponen en evidencia el grave hecho de la escasez de personas jóvenes o de mediana edad que vivan una vida cristiana intensa, crisis que es mucho más intensa entre los varones que entre las mujeres.
Aunque se dé en grados distintos en unos países y otros, la menor religiosidad de los varones en relación a las mujeres está bastante generalizada. Por ello se han dado en los últimos tiempos algunas iniciativas en este campo para cambiar la tendencia, que van desde el rosario de hombres hasta velas al Santísimo solo de varones, así como el fortalecer el carácter recio en una sociedad en la que se ha desdibujado en muchos lugares el papel del hombre y, en especial el del padre. También se pretende imprimir algún sentido de épica en vivir la fe y la entrega.
En otro orden de cosas, la falta de padrinos verdaderamente cristianos es muestra de otra circunstancia habitual muy penosa: que muchos padres no tienen en cuenta en absoluto el aspecto espiritual y la ejemplaridad religiosa de los padrinos de sus hijos, porque en el bautizo ven más un acto social que una manifestación de fe profunda y de convicción de que sus hijos van a entrar a formar parte de la Iglesia. Conocedores de ello, en algunas diócesis de Italia incluso se han iniciado experiencias de la eliminación de los padrinos de bautismo, por entender que en muchos casos son familiares o amigos de los padres, pero sin práctica cristiana alguna o incluso bastantes en situaciones irregulares en su vida. Posiblemente, aquellos bebés bautizados no volverán a su parroquia hasta que vayan a hacer la Primera Comunión, y luego quién sabe si cuando se casen, si celebran una boda canónica.
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