Se acerca para los lefebvrianos la hora X
Ahora la decisión está en las manos de los lefebvritas.
por Andrea Tornielli
Es un momento crucial el que está viviendo en este momento la Fraternidad San Pío X fundada por monseñor Marcel Lefebvre. Después de las conclusiones de los coloquios doctrinales que se han desarrollado entre octubre de 2009 y abril de este año, la Santa Sede ha presentado al obispo Bernard Fellay un breve documento, un “preámbulo doctrinal” de dos páginas, pidiendo a los lefebvristas que lo valoren y decidan en un tiempo no demasiado largo.
Durante el encuentro que se desarrolló en la mañana del 14 de septiembre en el palacio del Santo Oficio, el cardenal William Levada y el arzobispo Ladaria, Prefecto y secretario de la Congregación para la Doctrina de la fe respectivamente, junto a monseñor Guido Pozzo, secretario de la comisión Ecclesia Dei, han presentado a Fellay y a dos de sus colaboradores aquello que la Santa Sede considera imprescindible para que se vuelva a la plena comunión.
Cuando una nutrido grupo de lefebvristas fueron en peregrinación a Roma y se aglomeró en la basílica de San Pedro, hiriendo a muchos en el Vaticano por su compostura y por el fervor de la plegaria. También Juan Pablo II se sintió herido. Y así, leyendo la entrevista en la cual el obispo Fellay decía estar dispuesto a dialogar si alguno en el Vaticano le hubiera recibido, el Papa Wojtyla lo hizo llamar. Se encontró brevemente con él para un saludo rápido, encomendándole al cardenal Darío Castrillón Hoyos la “patata caliente” de las tratativas.
Después de la elección de Benedicto XVI, Fellay fue recibido por el nuevo Papa en Castelgandolfo. Ratzinger ha mostrado una magnanimidad sin precedentes en la confrontación con la Fraternidad: ha liberalizado la misa preconciliar, como petición de los lefebvristas. Ha eliminado la excomunión a cuatro obispos consagrados ilícitamente por Lefebvre en 1988. Ha querido que se comenzaran los coloquios doctrinales para permitir que los problemas surgidos de la Fraternidad fueran analizados en profundidad y discutidos.
Ahora la conclusión ha llegado. Y después de todas estas manos tendidas por parte del Pontífice y de sus colaboradores, corresponde a la Fraternidad San Pío X dar un paso. Se había dicho muchas veces que la condición para la plena comunión debería ser la aceptación del último concilio por parte de los lefebvristas. En realidad, el preámbulo doctrinal entregado ayer a Fellay y que aún no se ha hecho público tiene una portada muy panorámica y representa una especie de plataforma imprescindible con “algunos principios doctrinales y criterios de interpretación de la doctrina católica”.
El texto recalca la “Professio fidei” publicada en 1989 por el ex Santo Oficio y recuerda los tres grados distintos de acuerdo en los que puede estar el fiel. En esencia, el católico se empeña en creer “con fe firme” aquello que “contiene la Palabra de Dios” y aquello que la Iglesia propone “como revelado divinamente”. En segundo lugar, se invita a acoger todos los dogmas declarados como tal hasta hoy. En resumen, y es ciertamente el punto más problemático para la Fraternidad, al fiel católico se le pide adherirse “con religioso respeto de la voluntad y del intelecto” a las enseñanzas que el Papa y el colegio de obispos “proponen cuando ejercitan su magisterio auténtico”, y también si estas enseñanzas no son proclamadas de modo dogmático, es decir, definitivo. Es ésta, sin embargo, la parte más consistente del magisterio, a la cual pertenecen, por ejemplo, las encíclicas. Y en la cual se sitúan también muchos documentos del Vaticano II, que como todo el magisterio, son leídos a la luz de la tradición, como explica la Santa Sede, como desarrollo y no como ruptura con la doctrina precedente, según la hermenéutica propuesta por Benedicto XVI en su ahora célebre discurso a la Curia romana en diciembre de 2005.
En el Vaticano explican que la propuesta de aceptar la profesión de fe que contiene el “preámbulo doctrinal” no significa querer reducir al silencio a los lefebvristas, ni menos aún hacer imposible la discusión franca sobre las afirmaciones particulares de los textos conciliares y sobre sus interpretaciones. Después de todo, las críticas al magisterio no han sido jamás una prerrogativa sólo del mundo tradicionalista: basta pensar en cuántos son, al contrario, los ataques que en este sentido provienen del mundo progresista. Las diversas interpretaciones no deben no obstante convertirse en un pretexto –ésta es la línea de la Santa Sede- para refutar el magisterio ordinario del Papa y del colegio de obispos.
El encuentro se ha desarrollado en un clima cordial, Fellay ha pedido aclaraciones y ha insistido mucho sobre la crítica situación en la que, a su parecer, se encuentra la Iglesia. De la parte vaticana se ha observado sin embargo que es necesario continuar discutiendo sobre hechos particulares –por ejemplo los abusos litúrgicos en ciertos países- pero sin que esto ponga en discusión el magisterio del Papa o atribuir la crisis de la Iglesia al Concilio.
En la parte final del encuentro en el Vaticano se ha hablado también de la posible sistematización canónica para la Fraternidad San Pío X. La propuesta que se le ha adelantado a Fellay es la de constituir una “prelatura personal”, institución auspiciada por el Concilio, introducida en el nuevo Códice de Derecho Canónico y hasta ahora utilizada únicamente por el Opus Dei. Su superior depende directamente de la Santa Sede y no tiene una extensión ligada a ningún territorio en particular.
Ahora la decisión está en las manos de los lefebvritas. El obispo Fellay se reserva el utilizar el “tiempo necesario” para decididr y anuncia que quiere “consultar a los principales responsables de la Fraternidad de San Pío X, porque sobre una cuestión así de importante me he comprometido con mis hermanos a no tomar la decisión sin haberles consultado previamente”. Por parte de Benedicto XVI se ha hecho todo lo posible para tener la mano y tratar de llegar a curar la herida abierta con las ordenaciones ilícitas de 1988. Es de esperar que también por la otra parte prevalezca la nostalgia de la unidad y del amor a Pedro, y no las sirenas de la división que haciendo fallar esta ocasión histórica llevarían al asentamiento de una mentalidad sectaria.
La bussola quotidiana
Durante el encuentro que se desarrolló en la mañana del 14 de septiembre en el palacio del Santo Oficio, el cardenal William Levada y el arzobispo Ladaria, Prefecto y secretario de la Congregación para la Doctrina de la fe respectivamente, junto a monseñor Guido Pozzo, secretario de la comisión Ecclesia Dei, han presentado a Fellay y a dos de sus colaboradores aquello que la Santa Sede considera imprescindible para que se vuelva a la plena comunión.
Cuando una nutrido grupo de lefebvristas fueron en peregrinación a Roma y se aglomeró en la basílica de San Pedro, hiriendo a muchos en el Vaticano por su compostura y por el fervor de la plegaria. También Juan Pablo II se sintió herido. Y así, leyendo la entrevista en la cual el obispo Fellay decía estar dispuesto a dialogar si alguno en el Vaticano le hubiera recibido, el Papa Wojtyla lo hizo llamar. Se encontró brevemente con él para un saludo rápido, encomendándole al cardenal Darío Castrillón Hoyos la “patata caliente” de las tratativas.
Después de la elección de Benedicto XVI, Fellay fue recibido por el nuevo Papa en Castelgandolfo. Ratzinger ha mostrado una magnanimidad sin precedentes en la confrontación con la Fraternidad: ha liberalizado la misa preconciliar, como petición de los lefebvristas. Ha eliminado la excomunión a cuatro obispos consagrados ilícitamente por Lefebvre en 1988. Ha querido que se comenzaran los coloquios doctrinales para permitir que los problemas surgidos de la Fraternidad fueran analizados en profundidad y discutidos.
Ahora la conclusión ha llegado. Y después de todas estas manos tendidas por parte del Pontífice y de sus colaboradores, corresponde a la Fraternidad San Pío X dar un paso. Se había dicho muchas veces que la condición para la plena comunión debería ser la aceptación del último concilio por parte de los lefebvristas. En realidad, el preámbulo doctrinal entregado ayer a Fellay y que aún no se ha hecho público tiene una portada muy panorámica y representa una especie de plataforma imprescindible con “algunos principios doctrinales y criterios de interpretación de la doctrina católica”.
El texto recalca la “Professio fidei” publicada en 1989 por el ex Santo Oficio y recuerda los tres grados distintos de acuerdo en los que puede estar el fiel. En esencia, el católico se empeña en creer “con fe firme” aquello que “contiene la Palabra de Dios” y aquello que la Iglesia propone “como revelado divinamente”. En segundo lugar, se invita a acoger todos los dogmas declarados como tal hasta hoy. En resumen, y es ciertamente el punto más problemático para la Fraternidad, al fiel católico se le pide adherirse “con religioso respeto de la voluntad y del intelecto” a las enseñanzas que el Papa y el colegio de obispos “proponen cuando ejercitan su magisterio auténtico”, y también si estas enseñanzas no son proclamadas de modo dogmático, es decir, definitivo. Es ésta, sin embargo, la parte más consistente del magisterio, a la cual pertenecen, por ejemplo, las encíclicas. Y en la cual se sitúan también muchos documentos del Vaticano II, que como todo el magisterio, son leídos a la luz de la tradición, como explica la Santa Sede, como desarrollo y no como ruptura con la doctrina precedente, según la hermenéutica propuesta por Benedicto XVI en su ahora célebre discurso a la Curia romana en diciembre de 2005.
En el Vaticano explican que la propuesta de aceptar la profesión de fe que contiene el “preámbulo doctrinal” no significa querer reducir al silencio a los lefebvristas, ni menos aún hacer imposible la discusión franca sobre las afirmaciones particulares de los textos conciliares y sobre sus interpretaciones. Después de todo, las críticas al magisterio no han sido jamás una prerrogativa sólo del mundo tradicionalista: basta pensar en cuántos son, al contrario, los ataques que en este sentido provienen del mundo progresista. Las diversas interpretaciones no deben no obstante convertirse en un pretexto –ésta es la línea de la Santa Sede- para refutar el magisterio ordinario del Papa y del colegio de obispos.
El encuentro se ha desarrollado en un clima cordial, Fellay ha pedido aclaraciones y ha insistido mucho sobre la crítica situación en la que, a su parecer, se encuentra la Iglesia. De la parte vaticana se ha observado sin embargo que es necesario continuar discutiendo sobre hechos particulares –por ejemplo los abusos litúrgicos en ciertos países- pero sin que esto ponga en discusión el magisterio del Papa o atribuir la crisis de la Iglesia al Concilio.
En la parte final del encuentro en el Vaticano se ha hablado también de la posible sistematización canónica para la Fraternidad San Pío X. La propuesta que se le ha adelantado a Fellay es la de constituir una “prelatura personal”, institución auspiciada por el Concilio, introducida en el nuevo Códice de Derecho Canónico y hasta ahora utilizada únicamente por el Opus Dei. Su superior depende directamente de la Santa Sede y no tiene una extensión ligada a ningún territorio en particular.
Ahora la decisión está en las manos de los lefebvritas. El obispo Fellay se reserva el utilizar el “tiempo necesario” para decididr y anuncia que quiere “consultar a los principales responsables de la Fraternidad de San Pío X, porque sobre una cuestión así de importante me he comprometido con mis hermanos a no tomar la decisión sin haberles consultado previamente”. Por parte de Benedicto XVI se ha hecho todo lo posible para tener la mano y tratar de llegar a curar la herida abierta con las ordenaciones ilícitas de 1988. Es de esperar que también por la otra parte prevalezca la nostalgia de la unidad y del amor a Pedro, y no las sirenas de la división que haciendo fallar esta ocasión histórica llevarían al asentamiento de una mentalidad sectaria.
La bussola quotidiana
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