La batalla del Nilo
La batalla del Nilo se desarrolla en lo escondido. No hay violencia humana capaz de amordazar a la Mujer que tiene la luna – la media luna, entendámoslo bien - bajo sus pies. Y va a finalizar, tras algunos episodios engañosos de aparente derrota, con una victoria espectacular de Jesucristo
Nuestra sociedad observa, pero apenas comprende. Se indigna pero no piensa. Se informa, pero confunde las cosas. Cree que juzga, siendo en realidad víctima de la más burda manipulación. Por eso, los acontecimientos que estos días sacuden Egipto y el mundo árabe son explicados desde una corrección política ignorante de su significado.
Nuestro pueblo ex-cristiano, enervado por la cultura dominante, tampoco ve ni entiende lo que ocurre. “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos” (Is 55, 8).
La tierra del Nilo es decisiva por dos razones fundamentales: Por ser el centro neurálgico del mundo musulmán y por su posición geográfica, subsidiaria al tallo del globo, sobre el Gólgota. Dicha subsidiariedad, de elección divina, tuvo sus primeras aplicaciones dando refugio a José, hijo de Jacob, y al receptor de la Ley, Moisés, servidor de la Palabra. Palabra destinada a su vez a pasar allí la primera infancia para escapar de las garras del odio: La estancia del Niño Dios en Egipto, arropado por la Sagrada Familia y resguardado por la hospitalidad popular marcó esa tierra para un destino peculiar. Por eso se desencadenaron sobre ella las furias de la anti-palabra, unas veces en forma de conquista heterodoxa, otras mediante la mentira, prolongada con la falsificación histórica. La cizaña anticrística ha crecido incluso entre las cenizas del ágora alejandrina.
Pero María no olvida sus deudas de amor.
Comienzos del mes de abril de 1968: Entre un dédalo de calles y un descampado del distrito de Zeitún, junto a El Cairo, frente a un garaje propiedad de dos musulmanes, se alza la iglesia greco-ortodoxa dedicada a la estancia en Egipto de la Sagrada Familia. En la noche del día 2 los propietarios del garaje observan una mujer luminosa sobre la cúpula de la Iglesia. Piensan, por su vestido, que se trata de una monja dispuesta a arrojarse desde lo alto. Avisan al sacerdote y pronto se comprueba que la mujer que se pasea sobre el templo no es una monja. El sacerdote no lo duda, la Virgen María le está saludando desde arriba. Acude más gente. Los musulmanes también reconocen a Mariam, madre de “un gran profeta”. Las autoridades recelan un truco y buscan una escalera. Suben al tejado, trepan por la cúpula y... Allí no hay nadie. Pero desde abajo la gente sigue viendo a la Señora. Enorme conmoción. Se registran los alrededores en busca de algún proyector u otro artilugio. Nada de nada. Entre tanto, María saluda al gentío, la gente se arrodilla y recibe su bendición. La noticia corre como la pólvora por la metrópoli. La noche siguiente hay miles de personas, algunas provistas de sillas, y la aparición se reproduce. Se reproduce varias noches y el propio presidente Nasser acude con sus allegados y es testigo del milagro. La Señora influye así indirectamente en la legislación oficial y directamente en la creación de un clima de entendimiento entre los coptos y la mayoría musulmana. Los musulmanes comentan los signos exhibidos por María, un ramo de olivo, palomas revoloteando, formando la cruz. Y se producen numerosas conversiones. La gente tiene presente la guerra del año anterior. Una herida dolorosa que la dama vestida de sol, con la luna bajo sus pies (Ap 12, 1) viene a sanar.
Las apariciones de Zeitún duraron tres años y fueron sólo el comienzo. Mayo de 1968 fue para la juventud egipcia, asomada a lo sobrenatural, muy diferente del que entonces vivían los universitarios europeos, embrutecidos por la lujuria de Marcuse y manipulados por Daniel Cohn-Bendit. La noche del 8 de Junio de 1968 la Virgen se mostró ininterrumpidamente desde las 9 de la noche hasta las 4,50 de la madrugada. Más de ochenta mil personas permanecieron aquella noche ante María que, silenciosa, bendecía al pueblo egipcio con la mano. Los musulmanes la saludaban recitando versículos del Corán. La conmoción de los espíritus era tremenda y durante algún tiempo, en las madrasas, se explicaron los aspectos concordantes entre Islam y Cristianismo. La Virgen se había convertido en un punto de referencia que hacía reflexionar a los mahometanos: El radicalismo musulmán se veía obligado a enmudecer ante aquella Señora que curaba enfermedades como la gangrena con sólo extender la mano... Las apariciones continuaron hasta 1970 y marcaron a toda una generación.
Trece años más tarde, en 1983, la Señora vuelve a la carga apareciéndose sobre la Iglesia de San Damián, en el suburbio cairota de Shoubra. Las apariciones se reproducen esporádicamente durante cinco años, hasta 1987, sosteniendo la fe de los cristianos y poniendo a los musulmanes ante una evidencia: La “madre del profeta Jesús” quiere algo de ellos. Se reanudan las conversiones y aparecen los primeros signos de nerviosismo en los imanes de Al-Azhar. Trece años después – otra vez trece - María se aparece en las primeras horas de la mañana del 17 de Agosto del 2000 sobre la iglesia de San Marcos, un templo sencillo de la comunidad copta de Assiut, en el sur de Egipto. Acude todo el pueblo. De nuevo palomas luminosas y ramos de olivo. La Madre de Jesucristo tiende la mano a los agricultores del alto Nilo. En octubre y noviembre del 2008, nuevas apariciones en Zeitún, en medio de un revuelo descomunal. Agentes de seguridad sobrevuelan el templo en un helicóptero provisto de focos que parecen bombillas sin potencia al lado del resplandor de la Señora. Muchos musulmanes comparten oraciones con los coptos y la confianza en el profeta se tambalea. ¿Está la Virgen preparando la conversión de los musulmanes al cristianismo? La pregunta también se la hacen entonces en algunos cenáculos muy alejados, donde cunde el pánico.
Mayo del 2009. Benedicto XVI en Tierra Santa: Llamamiento a la paz en Oriente Medio: El Vicario de Cristo planta un olivo, mano a mano con el primer ministro de Israel. El Evangelio tiende puentes entre las comunidades enfrentadas. Jesucristo aparece como el verdadero factor de pacificación, aunque el abismo, empeñado en incendiar la zona, mueve de inmediato sus peones: Contra el olivo, plantemos la mandrágora. Egipto tiene que ser sometido a un tratamiento de choque. Hay que provocar, encender, el odio entre las dos comunidades. Distraer al pueblo con la penuria. Agitaciones, bombas, provocaciones a los coptos, que no provienen de sus vecinos sino de actores desconocidos. Grupos radicales inflados con recursos de procedencia oculta. El gobierno corrupto debe ser mantenido como “factor de estabilidad”. Mubarak es un “benefactor”. Pero la Virgen no se da por vencida: Se aparece de nuevo en Zeitún el 28 de febrero del 2009 ante una inmensa muchedumbre y en El Cairo el 10 de diciembre del mismo año. Rechinar de dientes en otras latitudes. No digamos en otras dimensiones. Hay que zarandear Egipto hasta que sangre. Más bombas. Masacre en una Iglesia de Alejandría el 31 de diciembre del 2010, veintiún muertos. La población de Alejandría se manifiesta en protesta al día siguiente, más de treinta mil personas entre cristianos y musulmanes, todos unidos. ¡Unidos! El pueblo egipcio – como el español - recela de sus actuales dirigentes tanto como de los futuros (Mohamed Al-Baradei, directivo de International Crisis Group, entidad “para emergencias mundiales” con presupuesto anual de 15 millones de dólares, aportados por las fundaciones Carnegie, Ford, Bill and Melinda Gates y Soros) ¿Hay razones para recelar? La oligarquía teosófica, disfrazada de corrección política, arroja ácido sobre las poblaciones visitadas por María y manipula sus gobiernos.
La esposa del Espíritu Santo prepara a los creyentes del Islam para el reconocimiento, en su momento, del rostro de Cristo:
“Mira que a un pueblo que no conocías has de convocar y un pueblo que no te conocía, a ti correrá” (Is 55, 5).
La batalla del Nilo se desarrolla en lo escondido. No hay violencia humana capaz de amordazar a la Mujer que tiene la luna – la media luna, entendámoslo bien - bajo sus pies (Ap 12, 1). Y va a finalizar, tras algunos episodios engañosos de aparente derrota, con una victoria espectacular de Jesucristo. Aunque María la esté librando en solitario, sin apoyos, sin oraciones ni sacrificios y sin el menor concurso de los que nos llamamos cristianos.
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