Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Letanía 2011


Virgen fiel, no abandones a España a pesar de nuestras traiciones e ingratitudes. Permanece junto a nosotros en la cosecha merecida de miseria, - ruega a Dios que se atenúe si ello fuera posible - para que el derrumbamiento material no comprometa nuestra fe, mas sofoque nuestra soberbia y nos devuelva la libertad del espíritu.

por J.C. García de Polavieja

Opinión

Señora, María de Nazaret, madre virginal del Verbo encarnado y Salvador de la humanidad, eres en este momento culminante signo de contradicción – tras la Cruz el principal signo de contradicción - porque la serpiente primitiva, hoy dragón (Gn3,1 - Ap12,3) se revuelve contra ti, tratando vanamente de abortar tu parto. Tuyos son los dolores de alumbramiento de los hombres nuevos que has engendrado en tu seno. Tuyos son, ahora, los sudores y las lagrimas, los desgarramientos (Ap 12,2) que no sufriste durante aquel primer alumbramiento virginal. Nuestra gratitud hacia ti es inmensa por ello.
 
El príncipe de la “cultura” dominante, ha vomitado un río de agua pestilente para ahogarte, para arrastrar a la Iglesia que tu defiendes y de la que eres imagen (Ap 12, 15): La corriente de la incredulidad, la tibieza, el racionalismo y la corrupción espiritual. Un veneno que penetra por los resquicios del cristianismo instalado en las estructuras, rodeando tus imágenes con desprecio, diluyendo tus devociones en el olvido, amordazando y desdiciendo tu voz incansable, burlando los dogmas de tu pureza inmaculada, de tu virginidad perpetua, de tu maternidad divina y confundiendo las certezas de tu participación redentora. Salivazos satánicos contra el resplandor de la Mujer preservada en cuyo seno, conformador del Cristo, se restaura y diviniza la humanidad. Babas corrosivas envueltas en celofanes “teológicos” que, sin embargo, resbalan contra la coraza de las almas pequeñas, contra la confianza de tus hijos que ya forman filas cerradas tras de ti. 
 
Apiádate, Madre, de la multitud empujada al engaño por nuestro cobarde mutismo profético, adormecida por el conformismo pastoral y desorientada por los cantos de sirena del abismo. Hora tremenda de confusión, ésta que comienza, en la cual eres nuestro faro. Hora de marginación y soledad, de postración y desprecio como los que sufriste aquellos días, acosada por la maledicencia del mundo. No ceses de interceder por tantos seducidos por no haber escuchado tu voz, mensajera insustituible del amor de la verdad que les habría salvado (2Ts 2,10). No dejes que se apaguen las luminarias prendidas en el camino de la Iglesia, encendidas con tus presencias y tus lágrimas. Sigue llamando a los rezagados y mira como bendecimos tu paciencia.
 
Ruega también, Madre, por los falsos profetas, alucinados por los fuegos fatuos (Ap.13,13) y cegados por la “sabiduría” del mundo. Ellos no pueden comprender tu virginidad perpetua, ni tu participación en el Misterio mesiánico, porque desprecian el celibato sacerdotal y la renuncia carnal de los consagrados: Opciones que elegiste no por desprecio de lo natural – el sexo por Dios creado y bendecido – sino por amor preferente a lo sobrenatural: Ofrenda sublime de tu naturaleza al misterio de la Encarnación divina. Sumisión absoluta del cuerpo a la vocación del Espíritu. ¿Cómo comprenderían tu virginidad si han corrompido el significado de la sexualidad humana? ¿Cómo aceptarán tu participación corredentora si ignoran que cada minuto de tu vida fuiste crucificada en la aceptación, la intuición y la espera del Sacrificio de tu Hijo? Ignoran aquella feliz zozobra por la pasión del Amor, que es vida. No son responsables. No ceses de implorar a Dios misericordia y luces para estos pedantes depredadores del milagro, porque en verdad han sido engañados y no saben lo que dicen. 
 
Tú, que eres reflejo fiel de las entrañas maternales - sí, maternales - del Padre, gloria de la creación, paraíso de la Trinidad divina, instrumento entrañable para la Encarnación... Tú, que donaste la sustancia de tu Corazón Inmaculado, tu misma carne, para formar el Sagrado Corazón de Jesús... María, primicia de lo humano admitido en la intimidad divina, adelanta en nosotros, a pesar de nuestra miseria, la conformación de nuestros corazones en el Corazón de Jesucristo. Vence con tu delicadeza maternal nuestra resistencia. Ayúdanos a superar el miedo por la confianza absoluta en tu asistencia. Porque tú dispones el molde eucarístico donde Dios transforma nuestros corazones de piedra en corazones de carne (Cfr. Ez 36, 24-28).
 
Virgen fiel, no abandones a España a pesar de nuestras traiciones e ingratitudes. Permanece junto a nosotros en la cosecha merecida de miseria, - ruega a Dios que se atenúe si ello fuera posible - para que el derrumbamiento material no comprometa nuestra fe, mas sofoque nuestra soberbia y nos devuelva la libertad del espíritu.
 
Los programas y activismos, los trabajos y demostraciones fracasarán si no buscan contigo la verdadera eficacia. La perseverancia no la alimentan los “éxitos”, sino la oración y el sacrificio de los pequeños, escasos y escondidos del mundo. Demasiadas células de la Iglesia languidecen por no atender tu grito: ¡Desengañarse de los medios ricos! ¡Buscar la fortaleza exclusivamente en la unión íntima con Jesucristo! Fusión eucarística con el Sagrado Corazón. Inmersión en el Amor. Atención y escucha al don divino que se prodiga. Ese es tu mensaje: Haced lo que el os diga (Jn 2,5). Escuchad a Jesucristo vivo. Que os habla al corazón. Él no es un ente metafísico... La tierra abierta para tragarse la corriente maligna (Ap 12,16) es ésta oración, en la boca de los sencillos, del pueblo cristiano, tal como ha explicado Benedicto XVI.
 
Virgen poderosa, defiende, alienta y conforta con tu ternura maternal al Vicario de Cristo, el Papa Benedicto, que camina decidido hacia la tosca cruz. Implora para él, tu que todo lo alcanzas de Dios, los recursos necesarios para afrontar el reto del momento. Acompáñale en la soledad suprema. Ayúdale a romper los tentáculos de la dictadura de Mamón en el interior de la Iglesia. Que su pulso no tiemble. Haz de nosotros una piña cerrada en torno a Pedro cuando llegue la prueba. Sin fisuras. Que no escuchemos a nadie más que a él, suceda lo que suceda. Que no prestemos oídos a nada contra él, lo diga quien lo diga. Que rechacemos de forma unánime la mentira fraguada y la traición agazapada. Sé tú nuestra fortaleza y el pilar de la Iglesia.
 
Auxilio de los cristianos, no nos dejes de tu mano. Ni ahora ni nunca. Amén. 
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