Zapatero en silla gestatoria
A autorizar el despido libre, Zapatero lo llama «hacer las leyes que quieren los ciudadanos de este país»
ZAPATERO nos advierte —¡horreur, paveur, espanteur!— que los peperos pretenden hacer leyes al dictado del Papa. No caerá esa breva. Pues si las leyes se hicieran al dictado del Papa, no habría despido libre, que es lo que Zapatero nos ha traído, legislando al dictado de los burócratas de Bruselas. A autorizar el despido libre, la subida de impuestos y la reducción del sueldo de los funcionarios Zapatero lo llama «hacer las leyes que quieren los ciudadanos de este país»; que es tanto como llamar gilipollas a los «ciudadanos de este país» y mearse en su jeta. Pero quien no se consuela es porque no quiere; y los «ciudadanos de este país» que se quedan sin trabajo o subsisten malamente con un cochambroso sueldo cieneurista gracias a las leyes de Zapatero pueden al menos congratularse, mientras matan el hambre en un comedor de Cáritas, de que las leyes no se hagan al dictado del Papa.
—Pero, ¿no ha habido décadas y décadas con imposiciones de una forma de ver la vida y la religión? Los ciudadanos de este país quieren ser libres, y que nadie les imponga una moral, porque la moral de cada uno se la impone cada uno —nos predica Zapatero, el fabricante de solecismos y de pobres más eficiente que vieron los siglos.
Y así, con su moral personalista en el bolsillo, los «ciudadanos de este país» pueden distraer alegremente la angustia del despido libre, que —dicho sea de paso— era algo que no los angustiaba en aquellas «décadas y décadas» a las que se refiere Zapatero; en lo cual, al menos, puede presumir de ser el liquidador del franquismo. Para certificarlo, Carmen Martínez-Bordiú ha proclamado en una entrevista reciente, como si fuera el mono de repetición de Zapatero: «Tengo mi propia moral»; y sólo le ha faltado añadir que la tiene porque las leyes, gracias a Zapatero, ya no se hacen al dictado del Papa, como en tiempos de su abuelo. Con esta adhesión entusiasta de la nieta de Franco a la moral personalista de Zapatero puede afirmarse que España ha dejado de ser franquista; cosa que ya intuíamos desde que la nieta de Franco se benefició del erario público que administra Zapatero, a cambio de enseñar cacha en un concurso de baile.
En aquel concurso pudimos comprobar que la nieta de Franco tiene cachas de jamona, muy lozanas y opulentas, a diferencia de su benefactor y cofrade en las filas de la moral personalista, que las tiene de mortadela, muy birriosas y anélidas, según pudimos comprobar en su correteo por Seúl. Bernardino Lombao, que fue el tío que le puso la tripa a Aznar como una tableta de chocolate, ha dicho con piadosa ironía que «Zapatero no tiene cuádriceps», que es como decir de una lombriz que no tiene pestañas. En realidad, las fotos del correteo demostraban que Zapatero no tiene ni cuádriceps, ni glúteos, ni gemelos, ni deltoides, ni esternocleidomastoideos ni na de na; y un hombre así de anélido es natural que reivindique una moral relajada y personalista, sin ímprobos sacrificios ni arduas disciplinas.
Pero el cachondo de Bernardino especificó, después de afirmar que Zapatero no tiene cuádriceps, que «este músculo es clave para levantarse y sentarse, o para entrar y salir del coche»; lo que sugiere que Zapatero debería ser transportado en silla gestatoria, como los Papas de antaño. Así, encaramado en su silla gestatoria, podría seguir legislando «como quieren los ciudadanos de este país»: o sea, reduciendo sueldos, subiendo impuestos y garantizando el despido libre, sin seguir los dictados de Roma. Y con la nieta de Franco enseñando cacha y haciendo la clac.
www.juanmanueldeprada.com
—Pero, ¿no ha habido décadas y décadas con imposiciones de una forma de ver la vida y la religión? Los ciudadanos de este país quieren ser libres, y que nadie les imponga una moral, porque la moral de cada uno se la impone cada uno —nos predica Zapatero, el fabricante de solecismos y de pobres más eficiente que vieron los siglos.
Y así, con su moral personalista en el bolsillo, los «ciudadanos de este país» pueden distraer alegremente la angustia del despido libre, que —dicho sea de paso— era algo que no los angustiaba en aquellas «décadas y décadas» a las que se refiere Zapatero; en lo cual, al menos, puede presumir de ser el liquidador del franquismo. Para certificarlo, Carmen Martínez-Bordiú ha proclamado en una entrevista reciente, como si fuera el mono de repetición de Zapatero: «Tengo mi propia moral»; y sólo le ha faltado añadir que la tiene porque las leyes, gracias a Zapatero, ya no se hacen al dictado del Papa, como en tiempos de su abuelo. Con esta adhesión entusiasta de la nieta de Franco a la moral personalista de Zapatero puede afirmarse que España ha dejado de ser franquista; cosa que ya intuíamos desde que la nieta de Franco se benefició del erario público que administra Zapatero, a cambio de enseñar cacha en un concurso de baile.
En aquel concurso pudimos comprobar que la nieta de Franco tiene cachas de jamona, muy lozanas y opulentas, a diferencia de su benefactor y cofrade en las filas de la moral personalista, que las tiene de mortadela, muy birriosas y anélidas, según pudimos comprobar en su correteo por Seúl. Bernardino Lombao, que fue el tío que le puso la tripa a Aznar como una tableta de chocolate, ha dicho con piadosa ironía que «Zapatero no tiene cuádriceps», que es como decir de una lombriz que no tiene pestañas. En realidad, las fotos del correteo demostraban que Zapatero no tiene ni cuádriceps, ni glúteos, ni gemelos, ni deltoides, ni esternocleidomastoideos ni na de na; y un hombre así de anélido es natural que reivindique una moral relajada y personalista, sin ímprobos sacrificios ni arduas disciplinas.
Pero el cachondo de Bernardino especificó, después de afirmar que Zapatero no tiene cuádriceps, que «este músculo es clave para levantarse y sentarse, o para entrar y salir del coche»; lo que sugiere que Zapatero debería ser transportado en silla gestatoria, como los Papas de antaño. Así, encaramado en su silla gestatoria, podría seguir legislando «como quieren los ciudadanos de este país»: o sea, reduciendo sueldos, subiendo impuestos y garantizando el despido libre, sin seguir los dictados de Roma. Y con la nieta de Franco enseñando cacha y haciendo la clac.
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