Justin Trudeau y la dictadura del relativismo
Desde que asumió el poder en noviembre de 2015, el gobierno del primer ministro liberal Justin Trudeau ha sido un modelo de corrección política, en ocasiones hasta ponerse en ridículo.
por George Weigel
Probablemente usted nunca ha oído hablar de la Waupoos Family Farm [Granja Familia Waupoos]. Yo tampoco, hasta que conocí a algunas personas que colaboran con ella durante una reciente visita a Ottawa. Su historia ilustra vívidamente cómo actúa la dictadura del relativismo.
Esta granja es un lugar de vacaciones para familias pobres que no pueden permitirse pasar juntos unos días de descanso. La dirigen cristianos que solo piden una condición a sus potenciales huéspedes: quienes se inscriban deben tener un nivel de ingresos por debajo del umbral de la pobreza según las estadísticas canadienses. Eso es todo. Ninguna exigencia religiosa. Ninguna contraprestación. Todo lo que tienes que ser es pobre.
Durante años, la Fundación Waupoos, que financia la granja, ha recibido subvenciones del gobierno canadiense a través del programa de trabajos de verano, para completar el personal de la granja y ayudar a las personas con bajos ingresos a los que atiende la granja. Todos salen ganando, ¿no? Las familias pobres tienen vacaciones; el personal con un trabajo de verano consigue una experiencia del mundo real y un modesto salario trabajando con y para las familias con bajos ingresos; los contribuyentes saben que sus dólares se están empleando bien con gente que realmente aprecia la ayuda.
Bueno, pues no. O, al menos, no según el departamento canadiense de Empleo y Desarrollo Social, que este año dejará de subvencionar los trabajos de verano en la Granja Waupoos porque la Fundación Waupoos se niega a aceptar una nueva exigencia gubernamental: que las entidades receptoras de alumnos en prácticas “certifiquen” que respetan los derechos humanos porque respetan los “derechos reproductivos”, que incluyen “el derecho a un acceso seguro y legal al aborto”. Así, a menos que algo cambie pronto, la Fundación Waupoos va a tener que salir a encontrar en el sector privado dinero para subvencionar los trabajos de verano en la Granja Familia Waupoos. Y si la Fundación tiene que recortar personal como resultado del rechazo del gobierno a subvencionar trabajos de verano en la granja (lo que equivale a un rechazo gubernamental al objeción de conciencia de la Fundación a aceptar el aborto libre como un derecho humano), quien pagará los platos rotos será la gente pobre.
Justin Trudeau es hijo de Pierre Trudeau, primer ministro canadiense de forma casi ininterrumpida entre 1968 y 1984.
Desde que asumió el poder en noviembre de 2015, el gobierno del primer ministro liberal Justin Trudeau ha sido un modelo de corrección política, en ocasiones hasta ponerse en ridículo. Recientemente, un ukase [decreto soviético] aleccionaba a los funcionarios del gobierno canadiense para que evitaran los títulos de Sr., Sra. o Srta. y las palabras “madre” y “padre” cuando atiendan al público, pues dichos términos podían entenderse como “específicos de género”. El mismo primer ministro, durante un acto público, corrigió a una mujer que usó la palabra “humanidad”, diciendo que era mejor el término “gentidad”.
A primeros de febrero, la corrección política y la ideología de género llevaron a dos responsables políticos, Justin Trudeau e Irene Montero, a manifestaciones ridículas de lenguaje inclusivo.
¡Algo muy a tono con un gobierno que, desafiando la lógica y el sentido común lingüístico, insiste en que los “derechos reproductivos” incluyen el “derecho” a acabar deliberadamente con la reproducción, matando a un ser humano inocente!
Una amplia coalición de líderes religiosos protestó contra la coacción a las conciencias implícita en la afirmación de los “derechos reproductivos”, incluso representantes de comunidades religiosas que no comparten la ortodoxia cristiana sobre el aborto. Hasta ahora, sus protestas han sido inútiles, aunque se está en conversaciones para que el próximo año se reconsidere ese certificado. Entretanto, y mientras el certificado de “derechos reproductivos” siga vigente, el gobierno Trudeau continuará encarnando la dictadura del relativismo: la imposición a todos mediante el poder coactivo del estado de una moral relativista, con la cual quienes suelen salir perdiendo son los pobres.
Confío en que el certificado desaparezca, al igual confío en que el primer ministro Trudeau comience a usar la lengua inglesa de forma apropiada; un jefe de gobierno norteamericano debería ser capaz al menos de eso. Pero incluso si la Administración Trudeau da marcha atrás a su flagrante coacción sobre las conciencias, las organizaciones sin ánimo de lucro, incluida la Iglesia católica, pueden extraer de lo sucedido una lección: ¡cuidado con abrazarse demasiado al César y depender demasiado de la moneda del César!
Canadá no tiene la cultura de filantropía que existe en Estados Unidos, en parte porque Canadá siguió formando parte del Imperio Británico después de que los estadounidenses dijeran adiós para siempre al rey Jorge III. En Canadá creció una tradición de benevolencia y generosidad gubernamentales procedente de la experiencia de la monarquía, mientras que en Estados Unidos se formaron pronto los hábitos republicanos del voluntarismo y la filantropía (identificados en la década de 1830 por Alexis de Tocqueville). La actual disputa por la subvención para trabajos de verano puede así hacer ver a nuestros amigos al norte del paralelo 49 que desarrollar una cultura de la donación, capaz de apoyar una densa red de organizaciones no gubernamentales implicadas en la educación, la salud y el trabajo social, es algo bueno en sí mismo… y esencial cuando la moneda del César se vuelve tóxica.
Publicado en First Things.
Traducción de Carmelo López-Arias.
Esta granja es un lugar de vacaciones para familias pobres que no pueden permitirse pasar juntos unos días de descanso. La dirigen cristianos que solo piden una condición a sus potenciales huéspedes: quienes se inscriban deben tener un nivel de ingresos por debajo del umbral de la pobreza según las estadísticas canadienses. Eso es todo. Ninguna exigencia religiosa. Ninguna contraprestación. Todo lo que tienes que ser es pobre.
Durante años, la Fundación Waupoos, que financia la granja, ha recibido subvenciones del gobierno canadiense a través del programa de trabajos de verano, para completar el personal de la granja y ayudar a las personas con bajos ingresos a los que atiende la granja. Todos salen ganando, ¿no? Las familias pobres tienen vacaciones; el personal con un trabajo de verano consigue una experiencia del mundo real y un modesto salario trabajando con y para las familias con bajos ingresos; los contribuyentes saben que sus dólares se están empleando bien con gente que realmente aprecia la ayuda.
Bueno, pues no. O, al menos, no según el departamento canadiense de Empleo y Desarrollo Social, que este año dejará de subvencionar los trabajos de verano en la Granja Waupoos porque la Fundación Waupoos se niega a aceptar una nueva exigencia gubernamental: que las entidades receptoras de alumnos en prácticas “certifiquen” que respetan los derechos humanos porque respetan los “derechos reproductivos”, que incluyen “el derecho a un acceso seguro y legal al aborto”. Así, a menos que algo cambie pronto, la Fundación Waupoos va a tener que salir a encontrar en el sector privado dinero para subvencionar los trabajos de verano en la Granja Familia Waupoos. Y si la Fundación tiene que recortar personal como resultado del rechazo del gobierno a subvencionar trabajos de verano en la granja (lo que equivale a un rechazo gubernamental al objeción de conciencia de la Fundación a aceptar el aborto libre como un derecho humano), quien pagará los platos rotos será la gente pobre.
Justin Trudeau es hijo de Pierre Trudeau, primer ministro canadiense de forma casi ininterrumpida entre 1968 y 1984.
Desde que asumió el poder en noviembre de 2015, el gobierno del primer ministro liberal Justin Trudeau ha sido un modelo de corrección política, en ocasiones hasta ponerse en ridículo. Recientemente, un ukase [decreto soviético] aleccionaba a los funcionarios del gobierno canadiense para que evitaran los títulos de Sr., Sra. o Srta. y las palabras “madre” y “padre” cuando atiendan al público, pues dichos términos podían entenderse como “específicos de género”. El mismo primer ministro, durante un acto público, corrigió a una mujer que usó la palabra “humanidad”, diciendo que era mejor el término “gentidad”.
A primeros de febrero, la corrección política y la ideología de género llevaron a dos responsables políticos, Justin Trudeau e Irene Montero, a manifestaciones ridículas de lenguaje inclusivo.
¡Algo muy a tono con un gobierno que, desafiando la lógica y el sentido común lingüístico, insiste en que los “derechos reproductivos” incluyen el “derecho” a acabar deliberadamente con la reproducción, matando a un ser humano inocente!
Una amplia coalición de líderes religiosos protestó contra la coacción a las conciencias implícita en la afirmación de los “derechos reproductivos”, incluso representantes de comunidades religiosas que no comparten la ortodoxia cristiana sobre el aborto. Hasta ahora, sus protestas han sido inútiles, aunque se está en conversaciones para que el próximo año se reconsidere ese certificado. Entretanto, y mientras el certificado de “derechos reproductivos” siga vigente, el gobierno Trudeau continuará encarnando la dictadura del relativismo: la imposición a todos mediante el poder coactivo del estado de una moral relativista, con la cual quienes suelen salir perdiendo son los pobres.
Confío en que el certificado desaparezca, al igual confío en que el primer ministro Trudeau comience a usar la lengua inglesa de forma apropiada; un jefe de gobierno norteamericano debería ser capaz al menos de eso. Pero incluso si la Administración Trudeau da marcha atrás a su flagrante coacción sobre las conciencias, las organizaciones sin ánimo de lucro, incluida la Iglesia católica, pueden extraer de lo sucedido una lección: ¡cuidado con abrazarse demasiado al César y depender demasiado de la moneda del César!
Canadá no tiene la cultura de filantropía que existe en Estados Unidos, en parte porque Canadá siguió formando parte del Imperio Británico después de que los estadounidenses dijeran adiós para siempre al rey Jorge III. En Canadá creció una tradición de benevolencia y generosidad gubernamentales procedente de la experiencia de la monarquía, mientras que en Estados Unidos se formaron pronto los hábitos republicanos del voluntarismo y la filantropía (identificados en la década de 1830 por Alexis de Tocqueville). La actual disputa por la subvención para trabajos de verano puede así hacer ver a nuestros amigos al norte del paralelo 49 que desarrollar una cultura de la donación, capaz de apoyar una densa red de organizaciones no gubernamentales implicadas en la educación, la salud y el trabajo social, es algo bueno en sí mismo… y esencial cuando la moneda del César se vuelve tóxica.
Publicado en First Things.
Traducción de Carmelo López-Arias.
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