Jueves, 19 de diciembre de 2024

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Después de la expulsión del Cardenal Primado (2)

por Victor in vínculis

En esta fotografía, tomada en el claustro del Seminario Conciliar de Toledo, aparece el Cardenal Segura junto a otros obispos. El primero por la izquierda, es el Obispo-Prior de Ciudad Real, beato Narciso de Estenaga; el siguiente, es el obispo de Sigüenza, siervo de Dios Eustaquio Nieto y Martín. Desde la derecha, el tercero, es el beato Cruz Laplana, obispo de Cuenca. Los tres fueron mártires de la persecución religiosa española en el verano de 1936.


 
Así es como el miércoles 17 de junio de 1931 continúa la información sobre el "caso Segura" en la primera página de El Castellano.
 
Telegramas de protesta

El Cabildo de Párrocos de Toledo ha dirigido al jefe del Gobierno el siguiente telegrama:

“Excelentísimo señor presidente del Gobierno provisional.
Cabildo Párrocos de Toledo, tristemente impresionado extrañamiento amadísimo Prelado Eminentísimo Cardenal Segura, al que está íntimamente unido, eleva a V.E. su respetuosa pero enérgica protesta y pide permita regreso diócesis salvaguardando su vida y ministerio.- Regidor Presidente.
 
Nota del Osservatore Romano

Ciudad del Vaticano.- L´Osservatore Romano publica la siguiente nota oficiosa:

Ayer por la tarde el encargado de Negocios de España comunicó al sustituto de la Secretaría de Estado que el Gobierno español había invitado al Cardenal Segura a abandonar el territorio español, y que, en caso de negarse, sería obligado a hacerlo por la fuerza. El Nuncio de Su Santidad, invitado a intervenir, contestó que no tenía facultades para influir en las decisiones del Primado.

El Gobierno español encargó a su representante cerca de la Santa Sede para que rogara al Soberano Pontífice que telegrafiara al Cardenal Segura aceptando la decisión del Gobierno para evitar las dolorosas medidas que se vería obligado a tomar con la presencia del Cardenal, que podría perjudicar el orden público. El Gobierno añadía al encargado de Negocios que lamentaría verse obligado a tomar una decisión que no estaba en su ánimo.

L´Osservatore Romano hace notar:

Primero. Que el Cardenal Segura no entró en España clandestinamente, sino provisto de su pasaporte en regla, siendo reconocido en la frontera.

Segundo. Que el Gobierno, sin embargo, declarándose satisfecho de la primera salida del Cardenal Segura, cuando el Nuncio protestó, contestó que había permanecido extraño a dicha salida.

En tanto que el encargado de Negocios efectuaba las órdenes de su Gobierno, ha llegado un telegrama del Nuncio en Madrid, anunciando que el Gobierno había invitado al Cardenal Segura a pasar la frontera, que este no lo haría sin orden escrita y en presencia de notario, alegando por ello motivos de salud.

El Gobierno español requirió la gestión del Nuncio, quien manifestó que no podía intervenir para otra cosa que para protestar. El Nuncio insistió cerca del Gobierno para que permitiera el regreso a Toledo del Cardenal pero el Gobierno se negó a ello por razones de orden público.

El Nuncio termina anunciando que el Cardenal Segura había salido para la frontera acompañado de la Policía.

La Santa Sede ha dado órdenes al Nuncio en Madrid para protestar cerca del Gobierno español, haciendo notar que el Cardenal Segura representa para la Santa Sede a la España católica.
 
Nota oficiosa del Gobierno

Al salir del Consejo, el ministro de la Gobernación, a las diez y cuarto de la noche, leyó a los periodistas la siguiente nota relacionada con la marcha de España del Cardenal Segura:

“Con motivo de la publicación de la pastoral que el Primado de Toledo dirigió a los otros prelados, con ocasión de la proclamación de la República, el Gobierno, estimando peligrosa la permanencia del cardenal en España, solicitó de la Santa Sede la renovación de don Pedro Segura de la silla metropolitana de Toledo.

A poco de ser cursada esta nota del Gobierno, abandonó el Cardenal, de modo espontáneo, el territorio español, dirigiéndose a Roma y regresando algunos días después a España sin ponerlo previamente en conocimiento de ninguna autoridad civil ni eclesiástica.

Entró el Cardenal por el paso de Roncesvalles la noche del día 11, y durante tres días permaneció oculto, ignorando su paradero el Gobierno. Esperaba este recibir la contestación de la Santa Sede a su nota para adaptar la resolución que estimara pertinente; más al tener noticia de que el Cardenal, saliendo al fin, del incognito, había convocado en Guadalajara una reunión de párrocos y otras dignidades eclesiásticas para el pasado domingo, no vaciló en rogarle que abandonara de nuevo España, dándole, claro es, las máximas facilidades para ello.

La resistencia que el Cardenal opuso en los primeros momentos a cumplir la orden del Gobierno hizo un tanto enojosa y lenta la tramitación del cumplimiento; más al fin pudo ser acompañado el Cardenal hasta la frontera francesa, guardando a su persona y a su dignidad las consideraciones debidas. En tanto no reciba el Gobierno contestación de la Santa Sede a la nota pendiente, no quiere que se perturbe la paz espiritual del país con la actuación personal en él de quien viene dando muestras reiteradas y públicas de hostilidad al régimen, una de las cuales es la forma poco adecuada a la jerarquía de la primera dignidad de la Iglesia española en que ha regresado a España y permanecido en ella estos últimos días.

Al adoptar el Gobierno la resolución que ayer adoptó está seguro de haber prestado un servicio a la paz pública, y otro no menos a los altos intereses espirituales de la Iglesia”.

 
Unas aclaraciones a la precedente nota

Como aclaración a la nota oficiosa que precede, creemos oportuno recordar algunos hechos que se refieren en ella con poca exactitud:

1º) El Cardenal Primado no dirigió “a los otros Prelados” ninguna pastoral. La Pastoral de su Eminencia iba dirigida únicamente “al Clero y a los fieles del Arzobispado de Toledo”.

2º) Sería interesante saber por qué el Gobierno juzgaba “peligrosa” la permanencia del señor Cardenal en España. ¿Sería porque en la citada pastoral recomendaba respeto y obediencia para con los poderes constituidos?

3º) Si el señor Cardenal salió de España “de modo espontáneo”, espontáneamente podía regresar también cuando lo juzgase oportuno, sin necesidad de “ponerlo previamente en conocimiento de ninguna autoridad civil ni eclesiástica”.

4º) “Entró el Cardenal por el paso de Roncesvalles”; pero debe añadirse que lo hizo presentando en la aduana su pasaporte y sin ocultar su nombre ni apellido ni aun su cargo.

5º) “Durante tres días permaneció oculto, ignorando el Gobierno su paradero”. Descontando el tiempo invertido en el viaje, hecho directamente a Madrid, estuvo un poco más de día y medio en su residencia habitual de Madrid. Es de notar que el señor Cardenal Primado, como director de la Acción Católica, puede residir en Madrid, con expresa licencia de la Santa Sede, todo el tiempo que para cumplir con su cargo juzgue preciso.

6º) El Gobierno no vaciló en rogar al señor Cardenal que abandonara de nuevo España… Un ruego… relativo, después de haberlo hecho detener por la Guardia civil y de haberlo llevado, incomunicado, al Gobierno civil de Guadalajara. Verdad es que a renglón seguido, el “ruego” se convierte en “orden”.

7º) En la nota oficiosa se dice que “al fin pudo ser acompañado el Cardenal hasta la frontera francesa, guardando a su persona y a su dignidad las consideraciones debidas”. No estará de más recordar la orden suscrita por el señor gobernador de Guadalajara. Y en cuanto a las atenciones debidas… convendría hablar no solo del viaje, sino de las veinticuatro horas de incomunicación en Guadalajara y de las demás que ayer dijimos.

El resto de la nota sobra “la hostilidad del señor Cardenal al régimen” y sobre el servicio prestado por el Gobierno “a la paz pública” y “a los altos intereses espirituales de la Iglesia”, requiere más amplio comentario.

Por hoy solo queremos hacer resaltar, que no deja de ser peregrino que mientras se tramita un asunto que, de resolverse de acuerdo entre el Gobierno y la Santa Sede, el Gobierno haya decretado la expulsión del territorio nacional de un Príncipe de la Iglesia, a quien, por poco que se le quiera conceder, no puede negársele el derecho de vivir en España, pues es un ciudadano español.
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