Mentís a las exégesis antievangélicas
El cardenal Ravasi desmonta la teoría del «otro Belén» en el que habría nacido Jesús
El artículo del presidente del Consejo Pontificio para la Cultura lo publica este domingo «L´Osservatore Romano» y es contundente.
El cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, preside también el de Arqueología Sagrada y es biblista de formación.
Con esa autoridad y esa cualificación, aborda este 1 de enero en L´Osservatore Romano una cuestión que han planteado algunos arqueólogos o exégetas a quienes no importa demasiado cuestionar la literalidad de las Sagradas Escrituras sin razones que parezcan de peso suficiente.
En efecto, el Evangelio de San Mateo es bastante claro: "Nacido Jesús en Belén de la Judea en los días de Herodes el rey..." (Mt 2, 1). Y no lo es menos el de San Lucas: "Subió también José desde la Galilea, de la ciudad de Nazaret, a la Judea, a la ciudad de Belén, por ser él del linaje y familia de David" (Lc 2, 4).
Como explica Ravasi, algunos estudiosos han cuestionado que fuese en Belén de Judea (al sur de Tierra Santa) donde naciese Jesús, proponiendo que habría sido en el otro Belén, el Belén de Galilea, más cerca y más al norte de Nazaret que Belén de Judea. Así, por ejemplo, lo hizo en 2005 Aviram Oshri en la revista Archaeology, al igual que otros exégetas como Joseph Klauner, Bruce Chilton, Raymond E. Brown o John P. Meier.
La razón para este intento de mentís a la Biblia, afirma Ravasi, sería que la distancia entre Nazaret y Belén de Judea es de 140 kilómetros, y parece una distancia excesiva para recorrer por parte de una mujer embarazada.
Pero habría además otra razón. Los evangelistas habrían cambiado un Belén por otro para recalcar el linaje davídico de Jesús, además de su condición mesiánica, pues el profeta Miqueas le dice a esa ciudad: "Y tú, Belén, tierra de Judea, de ningún modo eres la menor entre los príncipes de Judá, porque de ti saldrá un jefe, que pastoreará a mi pueblo Israel" (Miq 5, 2).
Tres respuestas
A estos argumentos ofrece el cardenal Ravasi tres contundentes respuestas.
La cuestión del viaje procede de una "sensibilidad exquisitamente moderna", que nada tiene que ver con las costumbres antiguas, "acostumbradas a una áspera forma de vida que no se le ahorraba ni a las mujeres encintas", y cita el ejemplo de la perduración incluso hoy de esos largos desplazamientos de embarazadas entre las tribus beduinas.
En cuanto a la posible manipulación por los evangelistas, Ravasi recuerda que toda la polémica de los primeros cristianos con los judíos se basó en demostrar el linaje davídico de Jesús y su condición mesiánica, y que sin embargo no se encuentra ninguna mención por parte de los adversarios hebreos a ese posible intercambio de Belenes, que les habría sido muy fácil demostrar de haber sucedido. De hecho, subraya Ravasi, Orígenes en Contra Celso explica precisamente que los judíos nunca hacían referencia al cumplimiento de la profecía de Miqueas precisamente porque el nacimiento allí de Jesús debilitaba su posición.
Por último, si en Belén de Galilea se han encontrado restos de un monasterio fortificado del siglo VI, en Belén de Judea se erigía ya dos siglos antes, en 326, la majestuosa basílica constantiniana. La memoria histórico-arqueológica es "más sólida" para Belén de Judea que para Belén de Galilea.
Fue en Judea donde los primeros cristianos quisieron honrar la gruta donde vino Dios al mundo, profanada por el emperador Adriano, que construyó allí un santuario pagano hasta que Constantino la sustituyó por el citado templo.
La arqueología, pues, viene a dar una vez más la razón a los Evangelios, allí donde otros quieren desmentirlos sin aportar prueba de peso alguna.