Viernes, 04 de octubre de 2024

Religión en Libertad

Entrevista con Juan Pedro Ortuño

Ideas y consejos prácticos para recomponer el corazón roto y encontrar a Dios en las pequeñas cosas

Juan Pedro Ortuño y Carmen Álvarez Alonso han escrito un nuevo libro tras el éxito del primer «Lañas».

Zenit

El sacerdote Juan Pedro Ortuño
El sacerdote Juan Pedro Ortuño
Cuando el corazón se resquebraja como una vasija de barro, la mejor manera de cicatrizar las grietas es descubrir la oración como el secreto para vivir "el día a día con Dios".

Esta es la propuesta que presenta el libro “Lañas II” (Ediciones Mater Dei), escrito a cuatro manos por la doctora en teología Carmen Álvarez Alonso, y por el sacerdote Juan Pedro Ortuño Morente, delegado episcopal de medios de comunicación social del arzobispado de Madrid.

En esta entrevista concedida a ZENIT, Ortuño “el libro sólo pretende acercar a Dios, ayudar a poner a Dios en el centro de nuestro día a día, en esas cosas y tr ajines en los que nos jugamos nuestra santidad y nuestra felicidad”.

- ¿Qué es una laña?
- Hasta no hace mucho tiempo, existía el oficio de los lañadores, dedicados a unir con lañas, o grapas de hierro, esos objetos de barro y loza, que se rompían y agrietaban por el uso diario. También nosotros somos, como decía san Pablo, frágiles vasijas de barro, que nos rompemos interiormente cuando nos pueden el afán y los agobios del día a día. Quizá, sin que nos demos cuenta, el desorden, el activismo, las prisas, van desestabilizando nuestra relación con Dios, y se desparrama por muchas grietas nuestra vida interior.

Estas "Lañas" pretenden ser momentos que ayuden a recomponer esa vasija interior, en la que llevamos a Dios. Son "lañas" pensadas para que nos ayuden a rezar, con la sencillez y la transparencia de quien sabe encontrar a Dios en las cosas pequeñas, y elevarse hacia Él a partir de esas cosas tan cotidianas y menudas que tejen nuestro día a día.

- ¿Qué han aprendido de las reacciones de sus lectores a la publicación del primer libro?
- Hemos recibido muchísimos correos de los lectores agradeciendo el bien espiritual que les hacen estas páginas, y de cómo Lañas I está ayudando a mucha gente a acercarse a Dios. De nuestros lectores hemos aprendido a agradecer las cosas sencillas, a valorar ese día a día en el que Dios se nos hace tan cercano y tan nuestro. Aunque no lo parezca, hay mucha sed de Dios, hay muchos que le buscan entre dudas e incertezas; lo hemos comprobado a través de la rápida difusión del primer volumen de Lañas, que cuenta ya con tres ediciones, y que la gente ha ido dando a conocer simplemente con el boca a boca, recomendándoselo a sus amigos y parientes.

- ¿Qué busca el lector que lee "Lañas"?
- Creo que el lector de Lañas se acerca a estas páginas buscando un poco de Dios y, a medida que va avanzando en la lectura, descubre en lo más sencillo y cotidiano de su vida y, sobre todo, en su interior, esa presencia viva y permanente de Dios. El libro sólo pretende acercar a Dios, ayudar a poner a Dios en el centro de nuestro día a día, en esas cosas y trajines en los que nos jugamos nuestra santidad y nuestra felicidad. A los que se hacen preguntas, estas Lañas ayudan a buscar respuestas; pero, a los que no se hacen preguntas, porque quizá viven un cristianismo demasiado acomodado y correcto, o porque quizá ni siquiera sienten el mínimo interés por la s cosas de Dios, estas Lañas pueden interpelarles, y mucho.

- ¿Qué le recomienda usted a quien le confiesa que ha roto su relación con Dios y que quisiera recuperarla?
- Le recomendaría paciencia y sencillez. Paciencia, para no cansarse de buscar a Dios, pues Él, que no se deja ganar en generosidad, termina haciéndose el encontradizo. El pasaje de los discípulos de Emaús continúa hoy repitiéndose allí donde hay alguien que le busca con sinceridad de corazón. Cristo se hace constantemente el encontradizo, y hay que estar atentos, saber escucharle sin prisas y sin miedos. También le exhortaría a la sencillez, porque no hace falta buscar a Dios por caminos rebuscados o complicados. El Señor nos espera en cada recodo del camino de nuestro día a día, allí donde se nos rompe esa vasija de barro por el uso diario, es decir, en la incomprensión, la contrariedad, el dolor, el sufrimiento, la soledad.
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