Comienza la matanza
por Sólo Dios basta
Acabamos de celebrar la gran fiesta carmelitana por excelencia, la Virgen del Carmen, y poco después, el día 20 de julio, en el Carmelo Descalzo se honra también a San Elías, el profeta del Monte Carmelo. Este recuerdo no es muy conocido entre los fieles, pero quiero hacer mención de ello para unirlo a otro hecho que nos toca más de cerca: el inicio de la persecución religiosa en el sangriento julio del 1936 español. San Elías desafía a los falsos profetas en los contornos del Monte Carmelo nueve siglos antes de nacer Jesucristo y muchos frailes son perseguidos hasta la muerte en los inicios del s. XX en España.
España se levanta en armas pasada la fiesta del Carmen. El país entero y los pueblos se dividen e incluso hasta algunas familias quedan enfrentadas. La guerra desmorona la unidad y causa incontables muertes. Muchas de ellas por el simple hecho de ser sacerdotes o religiosos o también fieles que participan de ceremonias o encuentros eclesiales. Y vamos a poner un caso: la matanza de frailes en Barcelona.
20 de julio de 1936. Convento de carmelitas descalzos de La Diagonal de Barcelona. El P. Lucas de San José, provincial de Cataluña, junto con algunos otros hermanos de hábito que se encuentran en este convento y buscan fuera un refugio más seguro, son abatidos a base de golpes y tiros en plena calle, sin recelos, sin piedad, sin contemplaciones; como si de una cacería de montaña se tratara. ¿Y por qué? Porque son frailes. Sólo por eso. Son carmelitas descalzos que han honrado con sumo fervor a la Virgen del Carmen y a los cuatro días son llamados a derramar su sangre en las calles de Barcelona. A la vez manifiestan su fidelidad, amor y entrega sin reservas a esa Madre que tiende su escapulario para bien de todos sus hijos. Una escena dramática que se repite sin cesar por media España de modo más intenso durante estos primeros meses de contienda bélica y se prolonga con menos víctimas pero con la misma crueldad hasta bien entrado el año 1939. Al final se llega a una la lista de más de medio centenar de mártires del Carmelo Descalzo que entregan sus vidas de modo heroico en Cataluña, Madrid, Guadalajara y Toledo entre otros lugares.
Es triste, cruel, incomprensible, pero real. No hay duda. Forma parte de nuestra historia y no podemos olvidarla ni mucho menos ocultarla, sino darle la mayor luz posible porque la intercesión de los mártires es poderosa. Cuando uno se acerca a la biografía y persona de un mártir, su vida cambia, al menos a mí me ha pasado en más de una ocasión. Os explico la última relación personal con un mártir carmelita que ha tenido lugar estos días.
Hasta hace unos meses al P. Lucas de San José apenas lo conocía, sabía que era un mártir del grupo de Barcelona sin más. No era el caso de otros mártires como las carmelitas de Guadalajara (Mª Pilar, Teresa y Mª Ángeles) o la Madre Sagrario de San Luis Gonzaga de Madrid a las que quiero y tengo mucha devoción desde hace años. Y últimamente el P. Ramón de la Virgen del Carmen desde que estoy en Calahorra y más reciente aún el P. Pedro José de los Sagrados Corazones del que hablaré dentro de unos días. Pues bien, desde el día siguiente al Carmen tengo la dicha de tener una reliquia especial del P. Lucas de San José: un libro suyo, Glosa a una letrilla de Santa Teresa de Jesús, dedicado por él a una dirigida espiritual. Lo encontré por internet. Todo comienza después de la solemnidad del Corpus en que voy de capellán a las carmelitas descalzas de Barcelona. Celebro la eucaristía todos los días y junto a San José y al santo del día nombro también al Beato Padre Lucas de San José y compañeros mártires. Esto les sorprende a las madres carmelitas. Sacan el tema en uno de los encuentros de recreo que tengo con ellas en la última semana de junio en que compartimos la eucaristía de la mañana, las tardes de adoración en la iglesia y el locutorio después de las comidas y cenas. Les digo que estando en Barcelona es bueno y provechoso invocarlo y acogernos a su intercesión y la de los que como él y con él dejan su vida por Cristo en esta ciudad. Entonces me dicen que ellas tienen Santidad en el claustro, uno de los varios libros que publica el P. Lucas y que está dedicado por autor tan insigne. ¡Qué envidia sana me dan! Quedamos que cuando vuelva en noviembre a darles los ejercicios espirituales me lo van a dejar para que lo lea y me ayude en la oración de esos días. ¡Qué regalo leer, orar y pedir la ayuda de un hermano mío de hábito con un libro firmado por él antes de dar su vida por Cristo!
De vuelta a Calahorra busco algunos de sus libros por internet ¡y me encuentro con el que he mencionado un poco más arriba con una dedicatoria suya! Me falta tiempo para pedirlo y justo me llega como obsequio retrasado de mi Madre del Carmen. No es casualidad. Es la providencia que me regala este pequeño libro, pero de gran valor ya que además del contenido mismo del librito, que es un comentario detallado al conocido poema de Santa Teresa “Nada te turbe, nada te espante… Solo Dios basta”, en una de las páginas en blanco antes de la portada del puño y letra del Beato Lucas de San José puedo leer y ahora compartir con vosotros unas palabras salidas de su corazón: “A mi querida hija en Cristo la señorita Rosa Galvet en testimonio de gratitud y de sincero cariño en el Señor. Su capellán que no la olvidará en sus oraciones. El Autor [rúbrica] Badalona 20-1-1911”.
Y qué iba a sospechar el P. Lucas al escribir esta dedicatoria que sus oraciones iban a tener la fuerza de un mártir que desde el cielo intercede por todos aquellos que lo invocamos, pedimos su intercesión y esperamos gozosos el fruto de la santidad que él nos ha demostrado con una entrega sin límites. El P. Lucas tenía muy claro que no necesitaba nada, que con Dios tenía todo y así nos los deja reflejado al final de este libro en el último capítulo: “No os importen las prosperidades de ninguna clase, ni hagáis gran caso de los favores de los hombres, ni os perturben sus inconstancias, porque nada hay más cierto ni más práctico que esta verdad sublime: para el corazón humano Solo Dios basta”.
Esto escribe en 1910. Unos años después lo hace vida de un modo admirable, increíble y sublime: es asesinado por odio a la fe muy cerca de su convento de Barcelona, cuando el 20 de julio de 1936 comienza la persecución, prisión y matanza de aquellos que siguen a Cristo Rey.