Jueves, 26 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Pastoral juvenil. Los 4 sectores.

Pastoral juvenil. Los 4 sectores.

por Duc in altum!

Hablar de los jóvenes en general nos puede llevar, por tratarse de un concepto demasiado amplio, a caer en una pastoral que pretenda plantear respuestas generales a sectores que no son homogéneos sino diversos. Hoy día, ejercer una pastoral de perfil único no funciona. En realidad, al menos en el mundo occidental, el trabajo con los jóvenes no tiene uno, sino cuatro sectores o destinatarios, los cuales, de acuerdo con la realidad local, pueden clasificarse de la siguiente manera:

  1. Los jóvenes que ya tienen experiencia de Dios y se han comprometido con la Iglesia.
  2. Los jóvenes católicos por mera tradición.
  3. Los jóvenes agnósticos.
  4. Los jóvenes ateos.

Toda pastoral que pretenda hacer un buen trabajo debe, cuando menos, preguntarse, ¿qué tipo de sector o sectores tiene a su alrededor? Sin duda, dependerá del lugar. Por ejemplo, en una ciudad secularizada, predominarán los agnósticos y los ateos. En ese caso, sin descuidar a los otros dos estratos, habrá que priorizar, generando espacios que consideren el contexto. A lo mejor en esos supuestos, antes de invitarlos a una Misa, a lo que probablemente dirán que no o que mejor después, habrá que animarlos a una experiencia de voluntariado a la que suelen estar más dispuestos y, ya luego, cuando hayan superado los prejuicios tras constatar la ayuda que brinda la Iglesia en dicho campo, podrán comprender mejor el sentido de la Eucaristía y, desde ella, encontrarse con Jesús.

Los jóvenes que ya tienen experiencia de Dios y se han comprometido con la Iglesia son tanto protagonistas como destinatarios. Protagonistas porque tienen los elementos para compartir su fe con las otras personas de su edad y destinatarios porque, el hecho de haberse encontrado con Dios no significa que ya estén completos. Toca, precisamente porque ya dieron el primer paso, ayudarlos a profundizar. Dicho de otra manera, confirmarlos en la fe y no dejarlos a medio camino. Sí, a veces, tenemos una pastoral basada en una lógica equivocada: “te entusiasmo, pero sin darte seguimiento” ósea, “no te brindo acompañamiento”. Los católicos por mera tradición son aquellos que no tienen problema con la Iglesia, pero la toman como un elemento cultural. Por ejemplo, “soy católico porque nací en México”. Es verdad que nuestro lugar de origen influye en nosotros, pero toca pasar de una fe basada en la mera costumbre a una enraizada en la convicción como resultado de la experiencia fundante. En ese caso, la pastoral juvenil tiene que hacerlos conscientes de esas raíces que ya traen, clarificando la idea y la experiencia de Dios porque luego arrastran conceptos, culturalmente identificados con el catolicismo, pero que, en realidad, al confrontarlos con el Evangelio, son agregados que nada tienen que ver con la Iglesia. Los agnósticos, por su parte, son la mayoría de los jóvenes hoy día. En sí, no es malo, porque todos fuimos agnósticos alguna vez, lo importante es que el “no se” frente a la existencia de Dios, tarde o temprano, encuentre las herramientas para una opción concreta entre el “si” o el “no”, porque las medias tintas, a la larga, no sirven. Dentro del agnosticismo también tenemos a los que mezclan aspectos católicos con cuestiones cósmicas o panteístas. Y, por último, los ateos. En ese caso tenemos de dos tipos, los “sociales”; es decir, aquellos que sin haberse detenido a estudiar a fondo el ateísmo lo asumen por pretender sonar “políticamente correctos”. También, en dicho rubro, tenemos a un sector de ateos estudiados. Con ellos, desde el respeto y el diálogo, nos toca también trabajar para exponerles nuestras razones de fe en un marco de libertad y mutuo consentimiento hacia un sano debate.

Como podemos ver, debemos pasar de una pastoral genérica a una que sea sectorial de acuerdo con lo que se perciba en las comunidades locales. Para cada sector tendrán que adecuarse los medios y los temas. No es lo mismo trabajar con alguien ya convencido que con uno que incluso carga prejuicios fuertes contra la Iglesia. En cualquier caso, católico convencido, agnóstico, creyente cultural o ateo, debe ser recibido y acompañando en tanto lo vaya permitiendo con plena libertad.

En vez de estar queriendo cambiar la doctrina, como si eso fuera el problema, enfoquémonos más bien en reorganizar la pastoral juvenil y entender que, entre los jóvenes, hay diferentes contextos a considerar. A veces, lo que funciona muy bien en las zonas periféricas lo queremos aplicar en las grandes urbes y viceversa. Esto siempre será un error, porque, aunque lógicamente todos los contextos son importantes, hay que distinguir las necesidades de cada uno.  

La pastoral juvenil no puede reducirse al perfil del joven alegre que, guitarra en mano, llega al retiro con mucha piedad, sino que, incluyéndolo, porque la música lleva a Dios, nos animemos con los otros que, de entrada, nos harán preguntas fuertes y que, aunque la fe es testimonio y no dialéctica, requerirán de nosotros respuestas bien articuladas.

Demos paso a una pastoral más consciente de las diferencias para que su respuesta sea acertada; es decir, bien conectada con el contexto. Lo primero que hicieron los misioneros que llegaron al continente americano en el siglo XVI fue aprender las ricas lenguas indígenas para poder comunicarse. Pues bien, del mismo modo nos toca hacerlo con los jóvenes. Entrar en su mundo para, desde ahí, poderles proponer el mensaje de Jesús.

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¿Cómo abordar la emergencia educativa? ¿Cuál es el futuro de los colegios católicos? ¿Qué cambios tienen que darse? Éstas y otras preguntas son las que se abordan en el libro. Lo interesante es que el autor trabaja como maestro y, por lo tanto, los puntos que ha escrito parten de su experiencia en la realidad, en la "cancha de juego". Una interesante reflexión de todos los que de una u otra manera saben lo complejo que es educar en pleno siglo XXI y, al mismo tiempo, lo necesario que resulta seguirlo haciendo.

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