Formadores y promotores vocacionales deben sentarse y charlar
Formadores y promotores vocacionales deben sentarse y charlar
por Duc in altum!
En el tema de las vocaciones sacerdotales y religiosas hay un punto pendiente que debe ser atendido a la brevedad. Se trata de la necesidad de que los promotores vocacionales y los formadores se sienten a dialogar ampliamente y, desde ahí, puedan ponerse de acuerdo sobre el perfil o perfiles de los eventuales formandos, porque se está dando el fenómeno de que los primeros se sienten desanimados al ver como los segundos deciden que el postulante no debe seguir. Lo anterior, a pocos meses de haber entrado y sin explicaciones sólidas. Está claro -sobre todo en materia de prevención de abusos- que hay casos en los que el candidato debe salir de inmediato con las medidas precautorias que los protocolos y la legislación tanto canónica como civil establezcan; sin embargo, aquí nos referimos a la gama de actitudes que, con la debida atención y acompañamiento, pueden resolverse sin afectar a terceros. Por ejemplo, el que alguno falte a la oración de la mañana por quedarse dormido o sea de mucho discutir con todo mundo, no significa que sea alguien sin posibilidades de llegar a convertirse en un buen religioso. No se trata de bajar la calidad, sino de mantener una mejor comunicación entre el que promueve o anima (rostro público de la congregación) y el que forma en las casas destinadas para dicho fin.
También hay que cuidar que todo aquello que se promueva corresponda con la realidad. Si el 80% de las comunidades de la orden atienden colegios, no tendría sentido hacer promoción omitiéndolo, porque de otro modo, al llegar a la escuela, entrarán en crisis vocacional al no haber tenido claro desde el principio que, tarde o temprano, se verían en medio de un aula. La promoción debe ser totalmente realista. Lo mismo que la formación.
Si los formadores han detectado que los últimos ingresos carecen de “x” o “y” elementos que son indispensables para la vivencia del carisma, es importante que se reúnan con los promotores y busquen la raíz del problema. De otro modo, unos ingresan y los otros rechazan, dando vueltas en círculo; es decir, sin llegar a ninguna parte, mientras la obra se va quedando sin vocaciones. También, resulta indispensable que los formadores frecuenten las plataformas pastorales de la congregación (en la medida de lo posible) a fin de que se mantengan en contacto con los nuevos retos de los jóvenes, pues puede darse el caso de que se hayan acostumbrado a un tipo de generaciones que simplemente ya no existen.
Muchas congregaciones están homologando términos que forman parte de la identidad carismática precisamente para mantener un canal en común y así comprender lo que el promotor busca y, a su vez, lo que el formador requiere. Animar a que un joven de el paso de entrar al postulantado es una gran responsabilidad. No sería justo que, por falta de comunicación “ad intra”, termine varado entre varias versiones del carisma. La Iglesia, cuando se comunica adecuadamente, camina, contagia y crece. De ahí la importancia del tema que hemos tratado.