Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Del Concilio Panortodoxo convocado por el Patriarca Bartolomé I

por Luis Antequera

 
            El pasado 30 de mayo, el Patriarca ecuménico de Constantinopla Bartolomé I, con ocasión de su visita a Rusia, y no por casualidad (ver más adelante) tras haberlo consensuado con el Patriarca de Moscú Kiril I, anunciaba en la cadena rusa de televisión Vesti 24, la próxima convocatoria de un Concilio Panortodoxo, es decir de todas las iglesias ortodoxas.
 
            La cuestión puede parecer extraña entre los católicos, para los que la existencia y evidencia de una Iglesia muy estructurada y con jerarquías muy claras que van desde el sacerdote al obispo, al cardenal y al Papa, con un discurso nítido e interlocutores claros generalmente aceptados, hace complicado entender que nada de eso existe en las otras dos grandes adscripciones cristianas, a saber, la ortodoxa y la protestante, donde los mejores logros en lo que a estructura y jerarquía se refiere, están vinculados al ámbito nacional de cada Iglesia y poco más. Y eso cuando, como en el caso protestante, no se producen cismas interiores como los que diferencian a luteranos de calvinistas, de presbiterianos, o de anabaptistas, por poner sólo unos ejemplos. Ocurriendo en consecuencia, que la relación entre iglesias de una misma adscripción puede llegar a ser tan compleja y delicada, o hasta más, que con una iglesia de distinta adscripción, algo que, como es fácil de entender, implica una dificultad añadida al diálogo ecuménico en el que Roma trabaja denodadamente.
 
            Suficientemente ilustrativo de la cuestión por lo que al credo ortodoxo se refiere, es el hecho de que la convocatoria de este concilio que ahora anuncia el Patriarca de Constantinopla, haya costado nada menos que cincuenta años de duras negociaciones, si no más, pues la primera idea de algo parecido se produjo ya a principios del s. XX.
 
            Su mero orden del día no es menos ilustrativo en este sentido, cuando una de las cuestiones a tratar no es otra que la los llamados “dípticos”, a saber, la preminencia de las distintas iglesias. Y es que, no en balde, existen en el ámbito ortodoxo nueve grandes iglesias o patriarcados, a saber, los cuatro históricos, Constantinopla, Alejandría, Antioquia, Jerusalén, y cinco posteriores, Moscú, Belgrado, Bucarest, Sofía y Georgia; y junto a ellos, cinco arzobispados, a saber, Chipre, Grecia, Albania, Polonia y Checoslovaquia.
 
            En este sentido, se ha de señalar que entre las muchas iglesias ortodoxas existentes, se acepta una especie de preminencia protocolaria o simbólica hacia la de Constantinopla, la iglesia madre diríamos, y aquélla en la que, de hecho, se fraguó el cisma definitivo del 16 de julio de 1054 con su patriarca Miguel Cerulario, cisma que, por cierto, no era el primero en la convulsa relación Roma-Constantinopla, pues venía precedido de otros dos, el acaciano, que duró treinta y siete años, los que van del 482 al 519, y el fociano, que duró veintiuno, los que van del 867 al 888. Cismas ambos que, aunque de mala manera, fueron resueltos y no tuvieron, en consecuencia, la duración que viene teniendo éste que nos ha sido dado a conocer a los cristianos del s. XXI, cercana al milenio ya.
 
            Junto a esa preminencia simbólica, es preciso reconocer, sin embargo, una segunda preminencia, no por menos protocolaria, menos importante: la del número de fieles de cada una. Y así, a nadie se le oculta que si en el mundo cabe censar 225 millones de ortodoxos, 140 de ellos pertenecen a la Iglesia Rusa, y sólo 3,5 millones a la Iglesia de Constantinopla. No poco significativo es, a los efectos, el hecho de que la política exterior rusa de todo el s. XIX no haya consistido en otra cosa que en el llamado protectorado ortodoxo, una doctrina que, en paralelo a la del paneslavismo, justificaba los ataques al Imperio Turco y también, en menor medida, al Austríaco, en aras a establecer la tutela desde la Gran Rusia y la tercera Roma proclamada en ella, Moscú, de todas las naciones centroeuropeas eslavas y/o ortodoxas.
 
            Aunque no sea momento de lanzar las campanas al vuelo, el Concilio Panortodoxo es, desde luego, una excelente noticia para el ecumenismo y para su gran impulsor, el Papa Benedicto XVI, tan necesitado de interlocutores válidos en los otros campos del diálogo. No es casual por ello, que Mons. Eleuterio Fortino del Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, haya señalado que “en el proyecto de ese Concilio también se encuentra la cuestión de la actitud de las Iglesias ortodoxas hacia el mundo cristiano”.
 
            Si mañana les parece bien volver a visitar este blog, informo a Vds. que es mi intención dedicar el artículo, al igual que ya hice en su día con los anglicanos, a las principales diferencias existentes entre el credo y el rito católicos y el credo y el rito ortodoxos, como forma de saber mejor de lo que hablamos.
 
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