Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Recorrido gráfico, un siglo después

Santa Juana de Arco - centenario de su canonización

por Victor in vínculis

El martes 29 de mayo de 1431, quedó fijado en la historia de la Iglesia y en la historia de la  Doncella de Orleans. Ese día los jueces, después de oír el informe de Cauchon [Pedro Cauchon, era obispo de Beauvais, un hombre sin escrúpulos, que esperaba conseguir la sede arzobispal de Rouen con la ayuda de los ingleses], resolvieron entregar a la santa al brazo secular como hereje renegada. Al día siguiente, a las ocho de la mañana, santa Juana fue conducida a la plaza del mercado de Rouen para ser quemada en vida. Cuando los verdugos encendieron la hoguera, santa Juana pidió a un fraile dominico que mantuviese una cruz a la altura de sus ojos. Murió rezando. Invocaba al arcángel san Miguel, al cual siempre le había tenido gran devoción e invocando el nombre de Jesús tres veces, entregó su espíritu al Señor.

La santa no había cumplido todavía los veinte años. Sus cenizas fueron arrojadas al río Sena. Más de uno de los que presenciaron aquello debió haber hecho eco al comentario amargo de Juan Tressart, uno de los secretarios del rey Enrique: ¡Estamos perdidos! ¡Hemos quemado a una santa! Veintitrés años después de la muerte de santa Juana, su madre y dos de sus hermanos pidieron que se examinase nuevamente el caso, y el papa Calixto III nombró a una comisión encargada de hacerlo. El 7 de julio de 1456, el veredicto de la comisión rehabilitó plenamente a la santa. Más de cuatro siglos y medio después, el 16 de mayo de 1920, Juana de Arco fue solemnemente canonizada por el papa Benedicto XV. Su fiesta litúrgica se celebra el 30 de mayo

Hoy solo quiero mostrar como era una canonización hace un siglo, con todas estas fotos que se conservan. Las dos primeras nos muestran el exterior de la Plaza de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano, el 16 de mayo de 1920. Y las colas, antes de entrar a la ceremonia.

Las cuatro siguientes corresponden a la procesión de entrada de la canonización. Los obispos y cardenales delante de la famosa "silla gestatoria" sobre la que va el papa Benedicto XV, que gobernó la Iglesia desde el 3 de octubre de 1914 al 22 de enero de 1922. Foto tras foto vemos como se acerca el Papa.

Las tres siguientes, de diferentes publicaciones de la época, nos muestras diferentes aspectos de la ceremonia. En inglés se puede leer en el pie de foto: Interior de la magnifica iglesia de San Pedro, en Roma, con motivo de la canonización de Santa Juana de Arco, el 16 de mayo de 1920. El vasto lugar estaba abarrotado. La iglesia estaba brillantemente iluminada y el Papa mismo oficiaba.

En las imágenes (sobre estas líneas y bajo ellas), Benedicto XV en el trono papal donde solemnente pronuncia la ritual fórmula de canonización.

Finalmente, una fotografía de la Santa Misa que celebra el Santo Padre.

Si en las primeras fotos, como es tradicional, veíamos el tapiz de la nueva santa tapado hasta que llegue el momento de ser canonizada, la ultima fotografía nos deja ver dicho tapiz tras la conclusión de dicha ceremonia.

Oración compuesta por Tucci Farah, aprobada el 2 de marzo de 2017 por el Arzobispo de São Paulo, cardenal Odilo Pedro Scherer:

Santa Juana, desde pequeña escuchaste el llamado del Reino de los Cielos. Toca en mis oídos para que yo también oiga la voz de lo alto. Y acoge, sin tibieza, las misiones que el Señor me confía.

Con tu espada líbrame de los enemigos del alma. Que la sombra de tu estandarte me proteja de los golpes traicioneros y cuida de mis heridas.

Toca mis ojos para que, como tú, vea a los hermanos desamparados y oprimidos. Y sé mi líder en las justas batallas para socorrerlos.

Santa Juana, toca en mis labios para que yo profese con la sabiduría del Espíritu las verdades de la fe. Y que sepa defenderlas de los ataques de los sabios de este mundo. Que mi testimonio pueda ahuyentar a los lobos y traer a las ovejas perdidas de vuelta al rebaño de Cristo.

Toca en mi corazón para que siempre se mantenga leal al Reino del Cielo. Que yo nunca reniegue de mi cruz. Y que tenga el coraje de llevarla, si es necesario, hasta el más doloroso martirio.

Santa Juana, intercede por mí para que, al final de mi peregrinación por este mundo merezca alcanza la Patria Celeste. Y, a tu lado, pueda unir mi voz al coro de los ángeles y de los santos en la glorificación eterna de Nuestro Señor”.

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