Versos de mi celo hacia mi esposa, la Iglesia.
De mi dulce amor el inconsútil manto
tironear veo a los propios pastores
que otrora juraron eternos amores
y hogaño desprecia su antaño encanto.
¡Oh, mi dulce esposa, que te hieren
justo aquellos que debieran defenderte!
¡Mi amor, se me hace insoportable verte
casi desnuda por los que mal te quieren!
Vano amor es aquel que cambia al amante,
que mudar quiere a quien juró amor eterno,
que desprecia el rostro hermoso y sempiterno
de la Esposa del Esposo rutilante.
¡Apartaos, sucios buitres, de mi amada,
no os pertenece cual si fuera una presa!
Yo defenderé tu rostro de princesa,
yo te guardaré de gente acomodada.
Cejad, malos pastores, en vuestro empeño
de haceros una Iglesia a la medida.
Si la amáis, amadla cual fue concebida
cuando nació del Corazón sobre el leño.
Yo, Señora, juré que te mantendría
intacta como el día que te desposé.
Con todas mis fuerzas te conservaré
para el Buen Pastor que retornará un día.
Ahora, pues, sin rubor, me ciño la espada
para defenderte ante cualquier calaña.
Con la fuerza del Dios lograré la hazaña
de mantenerte intacta en esta cruzada.