Una nueva poesía del beato Saturnino Ortega Montealegre
Non prebalebunt. ¡En 1907 como en 2020!
NON PREBALEBUNT
En noche de apretados nubarrones,
de alborotadas olas,
los vientos desatados
y muy lejos la costa,
¿la barca de los pobres pescadores
a do camina por los mares sola?
¿Adónde va la Iglesia en estos tiempos
de mentiras traidoras,
de negra apostasía,
de negaciones locas,
adónde con su Credo y sus plegarias,
sus Santos y su Gloria,
si el mundo, sumergido en la materia,
no quiere ya esas cosas,
ni le alegra la vista de los cielos,
ni se guía a la luz de sus antorchas?
Los reinos de la tierra
de sus leyes la arrojan,
la cierran sus escuelas,
de sus casas y templos la despojan,
¿sin paz y sin abrigo,
dónde pondrá su nido la paloma?
¡Pobre Madre! después que por los hombres
gastó su vida toda,
sacándolos del fondo del abismo,
del seno de las sombras
al esplendor de la verdad más pura,
después que cariñosa
abrazó en un amor al mundo entero,
barriendo sus discordias,
endulzando sus llagas,
consolando sus míseras congojas;
como si fuera extraña,
el mundo la desecha, la abandona,
y han jurado su ruina
las infernales logias;
¡pobre barquilla! en tan revueltos mares
sin duda que zozobra,
pronto celebrarán sus enemigos
la segunda victoria
y cantarán sobre sus tristes restos
las funerarias trovas.
Pero ¡infeliz de mí! que estoy hablando
de muertes y derrotas,
como si la luz misma
del sol que aquí tramonta
no fuese de otros cielos
la más risueña aurora.
Desde que el mundo fue lanzan los mares
sus más soberbias olas
a estrellarse impotentes
contra el acantilado de la costa;
y si el impío bando es mar furioso,
la Iglesia es firme roca,
cuanto más trabajada más luciente,
cuanto más perseguida más gloriosa,
lo prueban veinte siglos de combate
guardados por la historia
como único gigante monumento
que al pasajero asombra;
bien lo saben sus necios enemigos
que el ataque redoblan,
sin lograr descansar en sus laureles.
La sangre del cristiano generosa
es semilla fecunda, árbol bendito
que cuanto más se corta
más lozano se yergue,
con más vigor retoña.
Ruja, pues, el infierno,
agítense las hordas,
la Iglesia vivirá, pues la mantiene
de Cristo la palabra redentora;
ella lleva el amor en sus entrañas
la verdad en sus dogmas,
la justicia en sus leyes,
lo augusto en sus sencillas ceremonias,
en sus artes lo bello,
el cielo, en fin, en su Divina Hostia.
Con Dios viviendo los primeros fieles
arrojados de Roma
convirtieron de dulce paraíso
las catacumbas lóbregas
y la hospitalidad que les negaran
los Julianos Apóstatas
de las Tebaidas fieras
la obtuvieron feliz y generosa.
Vuelvan, pues, cuando quieran los Nerones,
cristianos, ¡sursum corda!
El pueblo de la Cruz para ser grande
ha de pasar por fuerza sus Termópilas
la cuesta del Calvario,
por donde van los buenos a la gloria.
Saturnino Ortega Montealegre
Santa Cruz del Retamar, Diciembre 1906
(publicado en El Castellano el 10 de enero de 1907).