La rosa del avellano
por Sólo Dios basta
Novena al Espíritu Santo, miércoles y día 19 de mes. Si unimos estos tres datos puede suceder algo inesperado. En este año en que celebramos a San José de modo especial durante la novena que nos prepara a la fiesta de Pentecostés busco la unión de San José con el Espíritu Santo y me meto en el himno Veni Creator (Ven Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, de tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo…) para leerlo desde la vida de San José. Pero antes de llegar a esta oración, que he reservado para la vigilia de Pentecostés, el Espíritu Santo prepara una de las suyas y me hace ver algo que muestra la grandeza de San José unida a la misma presencia del Fuego de Amor. La tarde del miércoles 19 de mayo la paso con mis padres en la huerta que tienen cerca de Logroño. Sin buscar nada me encuentro con algo insólito: ¡Entre los avellanos que hay en un lateral veo una rosa! ¡De uno de los avellanos ha brotado una rosa! ¡No puede ser! ¿Los avellanos pueden dar rosas? Me acerco. Sigo con la vista la rama de donde brota la rosa hasta llegar a un rosal que está en un rincón alejado de los avellanos. Una rama del rosal se entrecruza hasta hacerse paso y salir al exterior con si fuera un injerto de estos árboles de los que he sacado más de una vara para mis paseos por el monte. Y miro al cielo. ¡Es mayo, mes de María! ¡Seguro que la Madre de Dios está detrás de todo esto para hacerse presente en su mes!
Una rosa blanca rosácea se muestra elegante entre las nuevas hojas del avellano que han brotado y que además todavía tiene restos de su cosecha pasada. La rosa ha florecido cuando el avellano todavía está mostrando sus hojas antes de preparar el fruto esperado para el inicio de otoño. De primavera a otoño hay mucho tiempo, pero en esa rosa parece que el avellano ha querido dar fruto mucho antes. Se quiere adelantar a otros años por algo. Ese algo es que llega el Espíritu Santo y la vara de San José tiene que florecer.
En muchas imágenes San José se acompaña de una vara, una veces florecida y otras simplemente con la madera sin adorno alguno. Me encanta ver a San José con esa vara llena de flores que para mí siempre son nuevas vocaciones para la Iglesia que él custodia. El patrón de las vocaciones quiere una vara nueva para su año y ha puesto en ella una rosa para invitarnos a que adornemos la vara de San José con una flor. ¡Al menos una! ¿Y si al poner en la vara de San José unas azucenas o una rama de jazmín o de rosas blancas presentamos a la vez el nombre de un joven que intuimos que puede tener vocación sacerdotal o religiosa para que San José le haga ver que está llamado a una vocación especial, preciosa y llena de vida y que con ella va a dar vida a la Iglesia, la va a renovar y va a hacer muy feliz a San José que ve cómo un hijo suyo sigue el camino que le ha marcado su Hijo?
¡Vamos a poner una flor a la vara de San José!
¡Vamos a rezar por las vocaciones!
¡Vamos a tener siempre cerca una imagen de San José!
Si todos tomamos esta invitación como algo propio en este año de San José seguro que dará fruto y sucederá algo sorprendente, que nos saca de nosotros y nos hace ver la luz cuando de repente alguien a quien queremos de verdad nos dice que quiere ir al seminario o al noviciado de una orden religiosa.
El Padre es providente, el Hijo fija sus ojos en sus elegidos y el Espíritu Santo está deseando entrar en esas almas escogidas para llevar la alegría del amor que sólo Él puede dar. Un joven lleno de Espíritu Santo es capaz de dar un vuelco a su vida porque ya no es él, sino que es alguien que ha dejado entrar hasta el fondo de su corazón al Dulce Huésped del alma que le inunda con su divina luz y le enriquece con todos sus dones y frutos y llena todo vacío interior para vivir en la gracia alentado por un fuego que no puede apagar y enciende todo su ser en deseos de vivir la vocación para la que ha sido creado. Entonces es cuando brota la rosa del avellano.