¿Por qué gastar en Notre-Dame habiendo tantas necesidades?

A raíz de las donaciones millonarias para poder reconstruir la catedral de Notre-Dame de Paris, se han alzado muchas voces críticas; mismas que señalan la indignación por haberle dado prioridad, desplazando necesidades tan apremiantes como la situación de los sin techo o el problema ecológico. Nadie discute la necesidad de combatir la pobreza ni de cuidar el medio ambiente; sin embargo, como siempre sucede en estos casos, se olvidan de que la restauración de un patrimonio como Notre-Dame, produce un efecto económico que, de hecho, ayuda a combatir la pobreza, pues los países europeos como Francia tienen una estrecha relación con el turismo. El aumento del número de visitantes es directamente proporcional al alza del Producto Interno Bruto; aspecto indispensable para poder ayudar a los sin techo y contar con recursos para lograr financiar proyectos que frenen el deterioro ambiental. Lo anterior, sin olvidar que los edificios vinculados a la fe también juegan un papel muy importante en la conciencia social, porque “hablan por sí solos” acerca de los valores que tanta falta nos hacen y cuya ausencia nos lleva a vivir en un contexto marcado por la inseguridad.

Por otro lado, el ser humano, para su debido desarrollo, requiere de espacios artísticos. Los sitios culturales también responden a la trascendencia, a la inspiración; punto clave para los nuevos avances. Escatimar en las Bellas Artes no traerá el cambio social que se necesita. Lo anterior, pone de manifiesto cómo ciertas campañas que suenan bien, en realidad son residuos ideológicos que no tienen sustento jurídico, contable e incluso ético. Dejar Notre-Dame en ruinas, ¿le dará casa a los sin techo o, en su caso, frenará el calentamiento global? Por supuesto que no. En cambio, al restaurarla, aunque no se ponga fin definitivo e inmediato a los problemas antes descritos, existirán más elementos o posibilidades para mejorar la calidad de vida de las personas, porque el Estado tendrá una fuente de financiamiento a partir del turismo. Ahora bien, en el caso concreto de la Iglesia, apoyar a sus obras e instituciones, es algo del todo positivo, pues brinda en los cinco continentes servicios de asistencia social en contextos muchas veces remotos. Recordemos que sus hospitales fueron de los primeros en enfrentarse al Ébola. De modo que gastar en Notre-Dame ayuda de forma indirecta a las demás causas que, sin duda, son legítimas.