Jueves, 21 de noviembre de 2024

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¿Qué dicen los Obispos españoles sobre ciertas meditaciones orientales?

¿Qué dicen los Obispos españoles sobre ciertas meditaciones orientales?

por Convertidos Católicos

 

Todo ser humano en algún momento de sus vidas busca tener un acercamiento mas profundo con Dios. Sin embargo, la mayor parte de las veces se usan caminos peligrosos, inadecuados e incorrectos para tener un verdadero encuentro con Él. Es por ello, que la Conferencia Episcopal Española para la doctrina de la fe, ha publicado recientemente el documento Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo» (Sal 42, 3): Orientaciones doctrinales sobre la oración cristiana" , donde se nos alerta de los desvíos espirituales que muchas veces puede caer un católico en esta búsqueda interior y reemplazar  así los métodos que nos brinda la iglesia como el caso de la oración cristiana.

Espiritualidad frente al materialismo

El numeral 10 del documento nos dice:

10 Además, es importante notar la sustitución que se ha producido en nuestra cultura de la idea cristiana de la salvación por el deseo de una felicidad inmanente, un bienestar de carácter material o el progreso de la humanidad. De este modo, la esperanza de los bienes futuros queda reemplazada por un optimismo utópico, que confía en que el hombre podrá alcanzar la felicidad mediante el desarrollo científico o tecnológico6 . Cuando se experimenta que la prosperidad material no asegura esa felicidad, esta se busca en un subjetivismo cuyo objetivo es llegar a estar bien con uno mismo7 . En ambos casos, se obvia el hecho de la muerte, el dolor, el fracaso y los dramas de la historia; se produce una mundanización de la salvación y se pierde el horizonte de eternidad que impregna la existencia humana.

Es importante comenzar con este punto porque en él se encuentra la clave de fondo de toda la Nueva Era: “el deseo de bienestar”. La Nueva Era ofrece bienestar, ofrece que si tu prácticas sus disciplinas, tu serás feliz, ese deseo de felicidad terrenal, felicidad material es el que envuelve rápido al hombre y le aleja de la felicidad verdadera, aquella que es eterna y que consiste en los bienes de arriba: Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Col 3,1.

Por tanto todos estos métodos nos intentan hacer creer que podemos alcanzar la plena felicidad por nuestros propios medios, cayendo también en un pelagianismo, otro de los graves errores de la New Age ( y de todos sus métodos y disciplinas). El pelagianismo fue una herejía del siglo V condenada por el concilio de Cartago y Mileve en el 416, y combatida ferozmente por San Agustin que postulaba: “no es necesaria la gracia para salvarse, esta es fruto exclusivo de las obras”. Es decir, ponía el acento en el esfuerzo personal, olvidándose de la gracia (los sacramentos, la liturgia, etc). Evidentemente esto es contrario a la Escritura: 2Cor 12,9 Y El me ha dicho: Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí. Y también en Juan 15,5: Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.

En resumen: buscar aspirar a felicidad terrena, e intentar lograr esta felicidad con tus propias fuerzas es lo que nos enseña hoy en día la New Age, y esto no es auténtico cristianismo.

Los peligros de la meditación oriental como disciplina New Age

11El deseo de encontrar la paz interior ha favorecido la difusión de la meditación inspirada en el budismo zen en muchos ambientes de nuestra sociedad8 . No podemos entrar aquí en un análisis de las diferencias entre las distintas corrientes. Aludiremos, más bien, a algunos elementos comunes. En primer lugar, la reducción de la oración a meditación y la ausencia de un tú como término de la misma convierten este tipo de prácticas en un monólogo que comienza y termina en el propio sujeto. La técnica zen consiste en observar los movimientos de la propia mente con el fin de pacificar a la persona y llevarla a la unión con su propio ser. Entendida así, difícilmente puede ser compatible con la oración cristiana, en la que lo más importante es el Tú divino revelado en Cristo.

  1. Desde la idea de que el sufrimiento tiene su origen en la no aceptación de la realidad y en el deseo de que sea distinta, la meta de la meditación zen es ese estado de quietud y de paz que se alcanza aceptando los acontecimientos y las circunstancias como vienen, renunciando a cualquier compromiso por cambiar el mundo y la realidad. Por tanto, si con este método la persona se conformara solo con una cierta serenidad interior y la confundiera con la paz que solo Dios puede dar, se convertiría en obstáculo para la auténtica práctica de la oración cristiana y para el encuentro con Dios.

Nota 8: Muchas veces estas técnicas de meditación, como el mindfulness, intentan esconder su origen religioso y se difunden en movimientos que se podrían reunir bajo la denominación New Age, por cuanto se proponen en alternativa a la fe cristiana.

13Además, frecuentemente el zen elimina la diferencia entre el propio yo y lo que está fuera, entre lo sagrado y lo profano, entre lo divino y lo creado. Una energía difusa anima toda la realidad visible e invisible que a veces adquiere fisonomía panteísta. Si en algún momento se alude a la divinidad, no se puede distinguir el rostro personal del Dios cristiano. Cuando la divinidad y el mundo se confunden y no hay alteridad, cualquier tipo de oración es inútil.

En estos 3 puntos se habla sobre todo del Zen, hay una leve referencia a otro método de meditación muy extendido como es el mindfullness. No sería justo ignorar el resto de formas de meditación de New Age que han venido del orientalismo: Meditación Transcendental, Meditación en el Yoga, etc. Todos ellos están casi más extendidos en España que el Zen, pero basta lo que se dice del Zen para poderlo aplicar al resto de disciplinas pues todas tienen errores similares.

Comienza a indicar los principales errores del Zen, de los cuales ya hablamos en otro artículo:

https://www.religionenlibertad.com/blog/545803395/Es-la-meditacion-Zen-compatible-con-el-Catolicismo.html

  • La meditación Zen se centra exclusivamente en el Yo personal, y no en el tú divino. Busca unir al hombre consigo mismo, prescindiendo de Cristo, de la Iglesia, y de Dios. Nuevamente doctrina pelagiana, prescindir de todo lo que nos une a Dios y centrarnos en nosotros mismos, consiguiendo esta paz por esfuerzo personal.
  • La meditación Zen cae en una especie de panteísmo: Es la creencia en el Cosmo-todo, es decir el Universo y el Cosmo es todo, lo único existente y eterno. En esta creencia no queda sitio ni para Dios creador ni para que la divinidad intervenga en el mundo. Claramente sabemos que es totalmente incompatible con la fe católica que enseña que hay diferencia entre la creación y el creador (Juan 1,3).

La nota 8 alerta también de otro tipo de meditación new age muy en auge hoy en día  que es el “Mindfulness”. Esta técnica tiene actualmente apoyo de muchos psicólogos y sin embargo es totalmente opuesta a la fe católica (pasa similar al aborto, apoyado por médicos pero contrario a la fe). También de esta técnica se ha hablado en el blog, pero en esta ocasión dejaré un resumen de sus principales errores:

  • El mindfulness (atención plena, busca llevar a la persona a un mayor conocimiento de si mismo ) se centra en el Yo para llevarlo al Yo, no se centra en Dios, no hay por tanto una relación con el Dios Trino. Se pasa de cristocentrismo a “egocentrismo”.
  • Esta enraizada en el budismo. Para más información se puede leer otro articulo de este mismo tema que escribí hace tiempo:

https://www.religionenlibertad.com/blog/191030679/AEs-el-MINDFULNESS-incompatible-con-el-Catolicismo.html

Su objetivo final es liberar a la persona de la carga del sufrimiento, contrario a la enseñanza paulina: Col 1,24 Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia.

La auténtica oración cristiana

Finalmente el documento nos habla de cómo debe ser la oración cristiana, sus propiedades y características, que una vez que se leen se muestra claramente diferencia con las técnicas de meditación orientales.

  1. En la oración del Señor, el centro no son sus deseos ni la consecución de una felicidad terrena al margen de Dios, sino la comunión con el Padre. El criterio de autenticidad de la oración cristiana es la confianza filial en Dios, para aceptar que se haga siempre su voluntad, sin dudar nunca de Él y poniéndose al servicio de su plan de salvación. Vivir como si Dios no existiera es la mayor dificultad para la oración.

Diferente a los métodos orientales que buscan felicidad y paz temporal, la oración cristiana es una conversación y comunicación con Dios, poniendo nuestra confianza en él y aceptando siempre su voluntad. Ya lo decía San Juan Crisóstomo: La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes (Expositio fidei, 68).  Por esto se incide en el documento en la oración del Padrenuestro donde pedimos los bienes convenientes, y lo demás se deja a la voluntad de Dios.

  1. «Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias». La oración cristiana es un gesto gratuito de reconocimiento a Dios, y no se puede instrumentalizar con otras finalidades. El centro y la meta es siempre Dios, a cuyo encuentro se encamina la vida del hombre. Sin fe, esperanza y caridad no podemos llegar a Él, y sin oración no podemos creer, esperar y amar. En palabras de san Agustín, «la fe, la esperanza y la caridad conducen hasta Dios al que ora, es decir, a quien cree, espera y desea»17.

El centro de la oración y de la meditación cristiana es Dios, no somos nosotros mismos. En el caso de los cristianos, meditamos en torno a Cristo, el Dios que se hizo carne tal como hizo la virgen María (Lucas 2,19)

  1. Para la asimilación del lenguaje eclesial de la oración se necesita, en primer lugar, «la lectura asidua de la Escritura», a la que «debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre»38, pues «a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus divinas palabras»39. La oración cristiana es iniciativa de Dios y escucha del hombre. En esto se distingue radicalmente de cualquier otro tipo de meditación40. Desde sus inicios, la comunidad cristiana ha rezado con los Salmos, aplicándolos a Cristo y a la Iglesia: en su variedad, reflejan todos los sentimientos y situaciones de la vida de Jesús y de sus discípulos41. La práctica de la lectio divina, recomendada por la Iglesia, introduce al creyente en la historia de la salvación y personaliza la relación salvífica de Dios con su Pueblo. El lenguaje eclesial de la oración se encuentra sobre todo en la sagrada liturgia. El creyente «interioriza y asimila la liturgia durante su celebración y después de la misma»42. De este modo, al unir la oración personal y la liturgia, evita caer en el peligro de un subjetivismo que reduce la oración a un simple sentimiento sin contenido objetivo. El centro de la vida litúrgica lo constituye el sacramento de la eucaristía, «fuente y culmen de toda la vida cristiana»43 y, por ello, la oración más importante de la Iglesia. El encuentro sacramental con el amor de Dios en su Palabra y en el Cuerpo y la Sangre de Cristo que se vive en la Santa Misa se prolonga en la adoración eucarística44. El lenguaje eclesial de la oración se adquiere también entrando en contacto con los testigos que, bajo la acción del Espíritu Santo, han hecho posible «la tradición viva de la oración, por el testimonio de sus vidas, por la transmisión de sus escritos y por su oración hoy»45. Ciertamente no hay una única espiritualidad cristiana. A lo largo de la historia de la Iglesia se han desarrollado diversas espiritualidades. Todas ellas «participan de la tradición viva de la oración y son guías indispensables para los fieles. En su rica diversidad, reflejan la pura y única luz del Espíritu Santo»46.

Aquí se nos dan una serie de métodos que sirven para hacer una correcta meditación cristiana, pueden usarse como alternativa a los métodos orientales. Para complementarlo citaré lo que dice el Padre Jose María Iraburu en su obra “Sintesis de Espiritualidad católica” sobre la meditación:

El orante, al meditar, trata amistosamente con Dios, y piensa con amor en él, en sus palabras y en sus obras. Es, pues, una oración activa y discursiva sumamente valiosa para entrar en intimidad con el Señor y para asimilar personalmente los grandes misterios de la fe. De poco vale, por ejemplo, creer que Dios es Creador, si se ve el mundo con ojos paganos: es preciso meditar en el Creador y su creación, «discurriendo en lo que es el mundo, y en lo que debe a Dios» (V.4,9). La Providencia divina, la cruz, la caridad, la eucaristía, todo debe ser objeto de una meditación orante, en la que imitamos a la Virgen María que «guardaba todo esto y lo meditaba en su corazón» (Lc 2,19; +2,51).

Hay, evidentemente, en la meditación una parte discursiva, intelectual y reflexiva, de gran valor, sobre todo para quienes no acostumbran leer o estudiar -ni discurrir-; pero en la oración meditativa es aún más importante el elemento amoroso, volitivo, de encuentro personal e inmediato «con Quien sabemos que nos ama» (V.8,5). En este sentido la meditación es oración en la medida en que se produce en ella ese encuentro personal y amistoso. Por eso «a los que discurren les digo que no se les vaya todo el tiempo en esto» (13,11); que «no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho» (4 M 1,7).

  1. Son muy numerosos los métodos de meditar, y apenas podemos entrar aquí describirlos (+Royo Marín 500; Bohigues):
  2. Meditar oraciones vocales, palabra por palabra, rumiar -como los monjes primeros- frases de la Escritura.
  3. Lectio divina: ponerse en la presencia de Dios, leer, meditar lo leído, hablar con el Señor sobre ello; es método muy clásico, con muchas variantes (+Hugo de San Víctor: ML 176, 993; Luis de Granada, Libro de la oración y meditación I,2).
  4. Orar leyendo un libro: «Es gran remedio tomar un buen libro, aun para recogeros para rezar vocalmente, y poquito a poquito ir acostumbrando el alma» a tratar con Dios (CE 43,3). «Yo estuve catorce años que nunca podía tener meditación sino junto con lectura» (27,3).
  5. Orar escribiendo: es cosa que ayuda a algunos a recoger la mente en Dios.

 

Jesús Urones

 

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