Alicia en el País de las Maravillas
por Alfonso G. Nuño
Alicia en el País de las Maravillas (Alice in Wonderland, 2010) de Tim Burton no es ni mucho menos lo que, por el imaginario de otras películas, pueda esperar el espectador medio, aunque, eso sí, responde al quehacer del director. Lo cual comporta, entre otras cosas, que es un trabajo técnicamente bien hecho. Pero las obras de cualquier arte, además de los aspectos formales, tienen también un contenido. Centrémonos someramente en ello.
¿Es fiel a la obra de Lewis Carroll? Ésta podría ser una pregunta a resolver. No me parece la más determinante, pues el espectador no tiene por qué haberla leído. Con independencia de ello, la película es un micro-universo de sentido que dice algo. Dejemos, por tanto, esto. No obstante señalemos que uno de los elementos de la obra del clérigo anglicano que combina, no con demasiada fortuna, con Alicia y tiene un papel importante es el poema Jabberwocky. En él, se dice: "He took his vorpal sword in hand". Vamos que quien blande la espada contra el monstruo que da nombre a los versos es él, es decir, un paladín.
La película nos presenta a una Alicia, ya mayorcita y convertida en un símbolo precoz de feminismo, que se tiene que enfrentar a una proposición de matrimonio de conveniencia. La bajada al mundo subterráneo, al de las maravillas, da lugar para reflexionar sobre la realidad de los entes de ficción o la ficción de los entes reales; pero, sobre todo, tiene, a mi parecer, un significado freudiano. La chica se enfrenta a sus monstruos, que son los de toda una cultura a la que hay que dar la vuelta, y, convertida de hembra sumisa en campeón con armadura –esto creo que hará las delicias de las aídos–, decapita al malo. Homeopáticamente bebe de la sangre del monstruo vencido, lo que le permite volver al mundo de la superficie, aunque hubiera podido elegir permanecer en el inframundo. De vuelta, es ya capaz de decir que no a un mundo y a una sociedad asaz reduccionistamente dibujada y lanzarse, cual intrépida (¿0 intrépido?) comerciante a la conquista de China.
Este parece nuestro futuro. Una vez psicoanáliticamente sanados, podemos superar una cultura del pasado y enfrentar un comercial futuro en el que las mujeres puedan vivir varonilmente. Por cierto, fijaros en la reina blanca y ya me comentaréis si está o no en ella, pese a ser teóricamente buena, ridiculizada la moral que decide no matar.
Si la veis en DVD, haced la prueba de verla sin la parte inicial y final del mundo de la superficie. Seguramente ganará, pues son esos trozos los que le dan una determinada significación. Con otro contexto, puede ser aceptable.
¿Es fiel a la obra de Lewis Carroll? Ésta podría ser una pregunta a resolver. No me parece la más determinante, pues el espectador no tiene por qué haberla leído. Con independencia de ello, la película es un micro-universo de sentido que dice algo. Dejemos, por tanto, esto. No obstante señalemos que uno de los elementos de la obra del clérigo anglicano que combina, no con demasiada fortuna, con Alicia y tiene un papel importante es el poema Jabberwocky. En él, se dice: "He took his vorpal sword in hand". Vamos que quien blande la espada contra el monstruo que da nombre a los versos es él, es decir, un paladín.
La película nos presenta a una Alicia, ya mayorcita y convertida en un símbolo precoz de feminismo, que se tiene que enfrentar a una proposición de matrimonio de conveniencia. La bajada al mundo subterráneo, al de las maravillas, da lugar para reflexionar sobre la realidad de los entes de ficción o la ficción de los entes reales; pero, sobre todo, tiene, a mi parecer, un significado freudiano. La chica se enfrenta a sus monstruos, que son los de toda una cultura a la que hay que dar la vuelta, y, convertida de hembra sumisa en campeón con armadura –esto creo que hará las delicias de las aídos–, decapita al malo. Homeopáticamente bebe de la sangre del monstruo vencido, lo que le permite volver al mundo de la superficie, aunque hubiera podido elegir permanecer en el inframundo. De vuelta, es ya capaz de decir que no a un mundo y a una sociedad asaz reduccionistamente dibujada y lanzarse, cual intrépida (¿0 intrépido?) comerciante a la conquista de China.
Este parece nuestro futuro. Una vez psicoanáliticamente sanados, podemos superar una cultura del pasado y enfrentar un comercial futuro en el que las mujeres puedan vivir varonilmente. Por cierto, fijaros en la reina blanca y ya me comentaréis si está o no en ella, pese a ser teóricamente buena, ridiculizada la moral que decide no matar.
Si la veis en DVD, haced la prueba de verla sin la parte inicial y final del mundo de la superficie. Seguramente ganará, pues son esos trozos los que le dan una determinada significación. Con otro contexto, puede ser aceptable.
Comentarios