Vino y odres

Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 25

Nuestro refranero reza: No hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo aguante. Si los hados del destino inmediato son favorables en los próximos días comienza un nuevo tiempo en la tierra andaluza. Los entrantes votados tomarán posesión de sus cargos. Los cesantes pasarán a la leal y oscura oposición. Nunca se debe temer a los cambios, porque son necesarios.

En el ambiente de un banquete, tras la conversión de san Mateo, Jesús de Nazaret es preguntado por los motivos, que suponían que sus discípulos no ayunaban como los de Juan Bautista. Entonces Jesús responde a la treta planteada hablando como un buen enólogo afirmando: “Ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo hace que los odres revienten, y tanto el vino como los odres se pierden. Por eso hay que echar el vino nuevo en odres nuevos. Y nadie que beba vino añejo querrá después beber el nuevo, porque dirá que el añejo es mejor.” (San Lucas 5,33-39).

Parecía que la sociedad andaluza se había acostumbrado a beber siempre del mismo vino, servido por idénticas personas, en los mismos odres, y en iguales vasos. El electorado eligió a otros administradores de la cosa pública mediante el voto metido en las urnas electorales. Por lo tanto, ahora llega una nueva cosecha de vino contenida en barricas diferentes, llenas de nuevas iniciativas, olores y gustos al paladar. Es la grandeza de la democracia. Hoy unos y mañana otros. Eso sí evitando la perpetuación en el poder que avinagra el vino de los odres.

En la Doctrina Social de la Iglesia encontramos esta afirmación valiosa: “La Iglesia católica no canoniza una determinada forma de gobierno en desmedro del resto, sino que deja al libre discernimiento de los pueblos, confiriéndoles la oportunidad y el criterio de organizar y desarrollar sus gobiernos conforme a sus tradiciones e idiosincrasias específicas.” No cabe, pues, ni condenar a nadie, ni tampoco elevar a los altares sin más, porque la perfección humana en la acción sindical, política, comercial, industrial y laboral no existe.

Por lo tanto, las campañas orquestadas contra los entrantes llamando a ejecutar una misión de caza de brujas, o de anulación de su presencia en los medios informativos públicos o privados, tachándolos de herejes en torno a dogmas discutibles metidos  en el carril del pensamiento único por los prebostes de la mal llamada vanguardia, no despejan un futuro en paz en la sociedad andaluza y demuestran el mal perder, o el mal  beber, siguiendo la comparación evangélica hecha por el mismo Jesús de Nazaret en el banquete citado antes.

Cuando los entrantes comiencen a cometer injusticias contra sectores concretos de la sociedad, cuando se vean sus incapacidades intelectuales o morales, cuando se demuestre que legislan contra el bien común de la sociedad andaluza, entonces, solamente, en ese momento se protesta en el parlamento, en la calle, en los medios de comunicación,  en los tribunales de Justicia si es menester, y se toma nota para no darles de nuevo el poder sobre las tierras situadas en el Sur de España, que también existe, donde vivimos personas deseosas de contemplar una alternancia en los gestores de la cosa pública, lo mismo  que en el resto de las regiones conformantes del mapa del pueblo más antiguo de Europa: España. Y no pasa nada.

Tomás de la Torre Lendínez