Viernes, 22 de noviembre de 2024

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De un juez imputado (tres veces) por prevaricación

por Luis Antequera

 
            Acudimos a una delirante campaña de intoxicación que pretende convencer a los españoles y a la opinión pública internacional de que el Sr. Garzón se sienta en el banquillo por haber intentado encausar al franquismo, haciendo tabla rasa, por un lado, de que no es de juzgar al franquismo de lo que está acusado el juez, sino de prevaricación; y por otro, de que el mediático funcionario tiene otras dos causas pendientes ante la justicia española, -en una de ellas por un doble delito de prevaricación y cohecho-, en la que ni franquismo ni franquistas pintan nada.
 
            Los argumentos que se están escuchando en muchos medios son de una pobreza intelectual preocupante, y resulta hasta decepcionante pensar que hay quien cree que al pueblo español –y algunos medios internacionales que se han preocupado muy poco en informarse de lo que realmente está pasando en España- se le puede convencer con razonamientos tan pueriles.
 
            Se nos da como argumento contra la imputación por prevaricación del juez Garzón que juzgar a un juez por prevaricación es algo muy grave, lo más grave por lo que se puede juzgar a un juez. Yo siempre habría pensado que juzgar a un juez por asesinato, o por pederastia, o por tráfico de órganos, sería peor. Pero aunque así fuera, ¿se está insinuando que la gravedad del delito de la prevaricación hace a los jueces inmunes de ser juzgados por prevaricación? ¿Qué sentido tiene entonces penalizar la prevaricación? Llevando el argumento al absurdo –más aún, si cabe-, acumular, como lo hace el juez Garzón, tres causas de prevaricación, le hará aún más inmune ¿o no lo he entendido bien?
 
            El segundo argumento habla de los muchos favores que el juez ha rendido a la democracia española. Yo creía que el Sr. Garzón no había hecho favores a la democracia española; yo creía que el Sr. Garzón, había cumplido, si es que lo ha hecho, con su deber, algo que es lo que se espera o debe esperarse de cualquier funcionario, pero más aún del que toca una fibra tan delicada del Estado como lo es la de la administración de justicia. Su buena conducta de otras ocasiones, podría servir, en todo caso, vaya Vd. a saber, como atenuante al penar los delitos que hubiera podido cometer, pero no, en modo alguno, para eximirle de un encausamiento, si tal es lo que procede. ¿O vamos a aceptar, pongo por caso, que no se pueda juzgar a quien maltrata a su mujer porque hubiera sido un nieto ejemplar con su abuelita? Cuando yo estudiaba derecho, tal eximente no existía y, o mucho me equivoco, o sigue sin existir.
 
            El tercer argumento falaz sostiene que algo está fallando en España cuando ni más ni menos que los “franquistas”, -así, entre comillas, me pregunto quiénes son, a estas alturas de la historia, “los franquistas”-, pueden sentar a un juez en el banquillo por prevaricación. Se omite deliberadamente, en primer lugar, que la de Falange, si es a ella  quien se refieren los que hablan de franquistas, es sólo una de las tres querellas interpuestas contra Garzón en esta primera de las tres causas que se siguen contra él. Pero además, ¿a donde demonios se quiere llegar? ¿Se está queriendo establecer que en España hay dos categorías de ciudadanos, unos con derecho a ser juzgados conforme a derecho, y otros, a los que hoy llamamos franquistas pero mañana podemos llamar como nos plazca, que no tienen ese derecho, y que, en consecuencia, no pueden quejarse de que el juez que les juzga sea inicuo?
 
            Dejemos de trucar la realidad. Al Sr. Garzón nadie le ha imputado por juzgar al franquismo. Eso es falso de toda falsedad. Al juez Garzón se le juzga, -y en modo alguno ha de tomarse esto como presunción de una culpabilidad que aún no está determinada-, por hacer algo, como prevaricar, que efectivamente es muy grave en un juez. Tan grave que lo que hay que hacer, si existen indicios de que lo ha cometido, es juzgarle, y no, como sostienen los excelsos juristas garzonistas, NO hacerlo.
 
            Y quede claro: si el juez Garzón sale absuelto de la primera de las tres causas que tiene pendientes con la justicia, amén de que aún le quedarán otras dos, no lo será porque juzgar al franquismo sea algo que se pueda hacer, será por NO haber cometido prevaricación. Y si, por el contrario, sale condenado, no será porque juzgar al franquismo esté mal, será porque SI cometió prevaricación. Porque de prevaricar, y no de juzgar al franquismo, es de lo que se juzga al juez Garzón.
 
            Insignes juristas de este país parecen haber olvidado que "hasta los franquistas”, -si es que tuvieran que serlo-, tienen derecho a ser juzgados conforme a derecho y por jueces honestos que no prevarican y cumplan y hagan cumplir las leyes, cualesquiera que sean. Porque los jueces no están para hacer las leyes, están para hacerlas cumplir. Para hacerlas está el Parlamento. Esto se llama separación de poderes, y el que no cree en ella, no cree en el derecho; y el que no cree en el derecho, mucho menos aún cree en el estado de derecho; y el que no cree en el estado de derecho, sólo puede creer en una cosa: en el totalitarismo. Y eso sí que es preocupante.

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