Historia escrita por el jesuita Padre José Caballero
Cerro de los Ángeles: Corazón de España - 8
CAPÍTULO IV. BLANCO DEL ODIO SECTARIO
Lo reflejan las frases de algunos aun antes de instaurada la República, y también la actitud agresiva de grupos contra los que habían de cruzar Madrid para subir al Cerro de los Ángeles. Esta agresividad culminó al mes siguiente de los primeros incendios sacrílegos de mayo, iniciados por la iglesia del Sagrado Corazón, en que tanto actuaron el padre José María Rubio y el padre Alfonso Torres de la Compañía de Jesús. Con ocasión de la fiesta del Corazón de Jesús, Madrid apareció aquel día materialmente cubierto de colgaduras ostentando su imagen. ¡Era un verdadero plebiscito popular frente a los planes antirreligiosos de la joven República! En más de una ocasión fue motivo de insultos y violencias, hasta arrancar a la fuerza y quemar aquellas colgaduras. La multitud, que todo aquel día se atrevió a ir al Cerro, hubo de exponerse a recibir insultos y aun pedradas. Y en menor escala se repitió a lo largo de todo aquel mes de junio.
Hubo quien se atrevió a una pintada en las mismas piedras del pedestal, y hasta parece que a colocar un emblema republicano en la misma imagen e intentar de varios modos hacerla caer a la fuerza.
1.-DESTRUCCIÓN DEL MONUMENTO
Iniciado el Movimiento de Liberación el 18 de julio, los miembros de las compañías del Sagrado Corazón que habían tenido su vigilia nocturna regresaron a Madrid, excepto cinco, que quedaron allí dispuestos a defender a toda costa el monumento. Las carmelitas, que habían estado a punto de ver invadida su morada el 1 de mayo, por orden del señor obispo se refugiaron en Madrid el día 12 de julio. Quedaron allí, en la casa del capellán, la madre Maravillas y tres más hasta el 18.
Pasaron aquella noche en oración como de víctimas. Un carro de guardias de asalto las obligó a salir el 22, después de su misa, para quedar como detenidas en las ursulinas de Getafe después de dejarlas ir a orar por última vez ante el monumento. Desde aquel refugio de las ursulinas habían de presenciar todos los intentos de la destrucción, hasta la voladura del 7 de agosto.